lunes, 17 de septiembre de 2018

La peste del chavismo en tamaño real

  en Conexiones4P/Elenfoque  por 
¿Por qué millones de venezolanos empacan cuatro cosas en una mochilla, cargan a sus hijos en brazos y dejan su país? ¿Por qué están dispuestos a cualquier sacrificio en tierras desconocidas, antes que seguir bajo la férula de la dictadura de Nicolás Maduro?
Lo que se ve en carreteras y calles de Colombia, Ecuador, Perú, Chile… tiene una causa: “Chavismo: la peste del siglo XXI”. Así titula Gustavo Tovar Arroyo el documental que él dirigió y que debería ser proyectado y debatido ampliamente. Es una pieza que ayuda a entender hasta qué punto una ideología totalitaria es capaz de destruir un país, acabar con su riqueza y convertir a su población en mendigos o emigrantes. Chávez lo hizo en el país con la mayor riqueza petrolera del mundo.

Por supuesto eso no fue lo que ofreció: Chávez prometió acabar con la pobreza, no permitir que un solo niño se acostara con hambre, brindar salud y educación para todos. Chávez dijo que era un demócrata, que jamás expropiaría, que nunca cerraría un canal de Tv., que lucharía contra la corrupción… Chávez dijo que no era socialista, que su vía era democrática e incluso reconoció que Cuba era una dictadura. Esa fue su retórica antes de llegar al poder: el documental muestra los resultados catastróficos que se prolongan con su sucesor, Nicolás Maduro.
El documental arranca el 4 de febrero de 1992 cuando Chávez da un golpe de Estado sangriento contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, a quien pretendía matar. Centenares de personas fueron asesinadas; la mayoría con un disparo en la cabeza. El golpe fracasó, Chávez fue a la cárcel pero Rafael Caldera, un dirigente de la Democracia Cristiana, que había justificado el golpe, lo liberó siendo presidente y contribuyó en el ascenso vertiginoso de Chávez hacia el poder.
Quizá aquí se encuentra el punto débil del documental que presenta a los venezolanos como víctimas de una peste ideológica: en realidad, Venezuela es el ejemplo más emblemático de la estulticia de las elites latinoamericanas. Caldera ayudó a Chávez por odio a Pérez. Y el empresariado, los grandes medios de comunicación y la elite política abonaron el terreno para su llegada al poder. Los anillos de miseria que había alrededor de Caracas eran la mejor muestra de la inconsciencia manifiesta de esos grupos que no entendieron que la democracia, para ser defendida, tiene que servir para mejorar la vida diaria de los ciudadanos. Chávez poco tuvo que hacer para convertirse, a los ojos de los más pobres, en un redentor. Chávez, como se dice en el documental, lejos de ser la solución, era la encarnación del problema venezolano.
Con un barril de petróleo de más de 100 dólares, Chávez pudo comprar conciencias dentro y fuera de Venezuela. Pudo convertir las Fuerzas Armadas en instrumento de su partido, cambiar la Constitución, capturar el Consejo Electoral, hacer fraude, volverse un aliado y servidor de la dictadura cubana. Pudo decirse cristiano, demócrata, bolivariano, pastor, santero, chavista… Pudo usar todas las caretas para imponer un poder omnímodo, disponer de la riqueza de Venezuela, expropiar bienes privados, crear milicias y colectivos armados y enmascarados para sembrar el terror. Pudo sacar canales de Tv. del aire y dedicarse -él, sus familiares y su partido- a saquear Venezuela como una mafia y como ningún otro gobierno lo había hecho en su historia de caudillos y dictadores.
Sin Petróleo a 100 dólares, Chávez dio más poder a las bandas que creó para reprimir y asesinar. Este documental, al que le sobran algunos personajes como José María Aznar, muestra cómo se construyó una peste mortal, con la ayuda del pueblo venezolano. Todo esto fruto de la miseria, las necesidades, las esperanzas vacuas y la estulticia. Una peste administrada por verdaderos delincuentes que han producido centenares de miles de muertos en Venezuela, fruto de la violencia común de sus bandas o de la violencia política generada por Maduro y Diosdado Cabello.
Un país millonario gobernado por un iluminado produjo cierre de empresas, huida de capitales, desempleo, hambre, falta de medicinas, deuda, delincuencia, represión… Por eso hay millones de venezolanos que han huido con una mochila y sus hijos en brazos. Ojalá este documental fuera proyectado y debatido en el Ecuador, que solo tiene en el gran documental de Carlos Andrés Vera (Propagandia) un espejo donde mirarse.

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