Los
problemas de algunos jubilados y jubiladas son muy complicados, muy tristes y muy decepcionantes; sufren graves enfermedades crónicas, soportan discapacidades,
otros, desgraciadamente han fallecido. En unos y otros casos, hasta la presente
fecha, ¡no han recibido esa jubilación que de alguna manera todavía puede
contribuir a aliviar sus dolencias o servir, con relación a quienes
fallecieron, para remediar las necesidades de sus seres queridos!.
La compañera
jubilada Sra. Susana Espinoza Ulloa, tiene una discapacidad, por lo que tuvo
que retirarse de su trabajo en la Universidad –se desempeñó en condición de
Secretaria del vicerrectorado-, acogiéndose a la “Jubilación por Invalidez”,
conforme se desprende del documento del Instituto de Seguridad Social, Sistema Nacional de
Pensiones, Subdirección del Azuay, que reposa
en nuestro poder.
Lo que la
señora Espinoza Ulloa pide es algo completamente justo, apegado a Derecho, como
dicen los juristas: que para el pago de jubilación –por invalidez, reiteramos-,
se aplique el Mandato Constituyente Nº 2, en consideración de que presentó su
renuncia el 9 de marzo del año 2009, es decir cuando ya estuvo en plena vigencia
dicho Mandato.
Desde esa
fecha, al recibir la negativa a su petición, la Sra. Susana Espinoza U., no ha
cesado en sus justos reclamos. Una de las últimas comunicaciones, de febrero 25
del presente año, suscrito por las
jubiladas Susana Espinoza y Nelly Peña Domínguez, y refiriéndose a la
comunicación del Dr. Luis Peña Tonón, ex profesor de la Universidad, asimismo
con respecto al pago del bono por jubilación, conforme al Mandato ya señalado,
Art. 8, señalan que es absolutamente procedente el pago, porque las mencionadas
jubiladas no demandaron a la Universidad; a las fechas en que se jubilaron por
INVALIDEZ , ya estuvo en vigencia el Mandato Constituyente; existe, por otra
parte, el pronunciamiento
definitivo de la Corte Nacional de Justicia en el caso del Sr. Luis Salinas,
por lo que la Universidad tuvo que cancelarle el valor que le adeudaba; finalmente,
argumentan de manera irreprochable, que se encuentran amparadas por la Ley Orgánica de Discapacidades, que en su Art. 4, inciso 5, dentro de sus principios fundamentales
señala: “Celeridad y eficacia: en
los actos del servicio público y privado se atenderá prioritariamente a las
personas con discapacidad y el despacho de sus requerimientos se procesarán con
celeridad y eficacia”.
En una nueva
comunicación, de abril 7 de 2013, un grupo de jubilados hacen notar a las
autoridades universitarias que ellos se encuentran dentro de la vigencia de la
Constitución de la República, más no dentro de la Tabla de la SENRES, que,
dicho sea de paso, entró en vigencia el 21 de agosto del 2009 (posterior a las
renuncias de este grupo de jubilados). Estos pensionados que igualmente han
experimentado tantas vicisitudes, frustraciones y desengaños son: Guamán Criollo Miguel Alejandro; Samaniego Delgado José
María; Vintimilla Peña Julio César; Espinoza Ulloa Susana Patricia; Dávila
Vázquez Jorge Eduardo; Maldonado Ambrosi Teodoro. El
recordado amigo y catedrático Dr. Teodoro Maldonado, desdichadamente falleció
hace poco, sin recibir su jubilación, pese a las múltiples gestiones de su
esposa, la Sra. Cornelia Carrión.
Los
jubilados se preguntan con razón: ¿Por qué tantas dilatorias para atender sus
justos reclamos? ¿Por qué un acto de justicia y de solidaridad, primordialmente
en el caso de los jubilados que tienen enfermedades crónicas graves y
discapacidades, no se hace realidad? Las autoridades deben reparar en un hecho
indiscutible: No son únicamente los
jubilados quienes sufren por estas evidentes indiferencias e incomprensiones,
por estos dolorosos desamparos; también la ilustre Universidad de Cuenca empaña
su merecido prestigio.
Historias de injusticias
Como la “justicia ya es de todos”, un grupo
de jubilados impagos de la Universidad de Cuenca, acudieron a la Defensoría del
Pueblo del Azuay, para denunciar que a pesar de haber transcurrido varios años
de haberse separado de la Institución Educativa, luego de cumplir con los años
de servicio que dispone la Ley, no se les cancela los valores respectivos por
ese concepto. Ante la autoridad competente preguntaron: por qué a unos
jubilados sí y a otros no?. Por qué las autoridades de la Universidad de
Cuenca, discriminan a unos y “premian” a otros?. Por qué las autoridades han
clasificado a los jubilados de primera, segunda y tercera categoría?. Los primeros
(allegados y con mucha suerte) ya cobraron lo justo, a los segundos firme aquí
y punto, y a los terceros ni lo uno ni lo otro. Los casos son dramáticos, cada
historia conmueve las fibras más íntimas. Hay jubilados que padecen graves
enfermedades que requieren de medicamentos costosos para su tratamiento, pero
carecen de los necesarios recursos económicos para continuar luchando contra
las adversidades; otros ya no están en este mundo, partieron con la tristeza de
haber dado los mejores años de sus vidas a la Universidad, sea a través de la
cátedra, como empleado o trabajador, a cambio, les negaron un derecho justo.
¿Será eso justicia?, decían los pensionistas o los representantes que llegaron
hasta la Defensoría del Pueblo, porque sus seres queridos se adelantaron sin
alcanzar a mirar la luz de la justicia al final del túnel.
Este es el caso de la señora Cornelia Carrión
Cueva, viuda de Teodoro Maldonado Ambrosi, quien fue catedrático en la Facultad
de Odontología por 33 años consecutivos. En el año 2009 se acogió a la
jubilación. Falleció en su ciudad natal (Cuenca) el 18 de diciembre del 2012, a
los 69 años de edad, víctima de un deterioro cognitivo (fronto temporal), nos
comenta Doña Cornelia, mientras observamos algunas fotografías de su esposo y
la familia en su hogar ubicado al pie de las escalinatas que conducen al
mirador de Turi
Y qué
puedo hacer, me responde cuando le pregunto sobre esta situación, esperar nada
más. Ojalá algún día se nos haga justicia…?.
La trayectoria profesional de Teodoro Maldonado
Ambrosi fue brillante, como brillante fue como esposo y padre de familia. Quién
no escuchó alguna vez hablar del famoso dúo Strobel-Maldonado. Cuánta gente
disfrutó y los aplaudió. Ambos cantaban y tocaban la guitarra exquisitamente.
En el año de 1963 ganaron un Disco de
Oro (esta faceta será contada en un reportaje especial que nos comprometemos
realizar con la ayuda de la señora Cornelia).
“Teodoro se desempeñó también como odontólogo
civil en las Fuerzas Armadas, en el Batallón Imbabura en Santa Rosa, Provincia
de El Oro, donde vivimos cuatro años”. Sirvió, además, en el Hospital Militar
de Cuenca. En total trabajó para las Fuerzas Armadas 15 años. Su consultorio
particular estuvo localizado en la calle Gran Colombia y Luis Cordero. En su
juventud fue andinista y bombero voluntario, hasta que llegó a ser Primer Jefe
del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Cuenca. Recuerda la viuda que su esposo
sufrió quemaduras en sus piernas, durante un incendio que sucedió en un
inmueble ubicado en la calle Borrero y Bolívar. “Era un muchacho, creo que
tenía 16 años”. Del matrimonio Maldonado-Carrión, nacieron Juan Teodoro, María
Fernanda y Cristian Xavier. Tienen cuatro nietos: Daniel Andrés, Valentina,
Isabela y Juan Teodoro, de 15, 10 y 6 años de edad, respectivamente.
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