Por
Enrique Gallegos Arends
Desconozco
si en la historia de nuestra ciudad capital haya podido sostenerse, durante ya
largos trece años, un engaño tan profundo a una ciudadanía y que atañe a un
maquiavélico plan forjado por un grupillo de la aristocracia oligárquica,
especialmente quiteña, para construir un aeropuerto que ha nacido desahuciado,
con un sobreprecio escandaloso, exclusivamente con fondos de la ciudad de
Quito, con violación absoluta de todas las normas jurídicas que imperan en
nuestra nación y que les permitirá a los complotados - si la Patria no se
rebela - quedarse con la administración de un aeropuerto por el lapso de
treinta y cinco años, tiempo en el cual - suponen ellos - existirá una producción
bruta por parte de Tababela de 3377 millones de dólares, de los cuales, según
el “exitoso” re-negociador Barrera, Quito recibirá un monto de 878 millones y
los dueños de QUIPORT recibirán 2499 millones de dólares.
Todo esto, léase bien, sin que los de QUIPORT hayan puesto ni un
solo centavo, o si se trata de ser exactos, han contribuido con 200 dólares, y
todo el resto ha sido aportado por la ciudad de Quito, tanto los terrenos de
tababela como la producción del original aeropuerto Mariscal Sucre.
Nuestros
lectores concluirán fácilmente que la bronca entre Moncayo, Vallejo y Barrera,
no es otra cosa que una vulgar disputa entre compadres, porque uno se tragó a
los otros, y, más allá, porque de manera independiente a que Tababela funcione
o no y produzca o no la rentabilidad que ambos grupos discuten, la verdadera
presa radica en la apropiación de los terrenos que quedan vacantes en el
antiguo Mariscal Sucre y sobre los cuales, de manera reiterada, se nos vende la
falsa idea de que allí se construirá un lago y varios sitios de recreación,
cuando lo cierto es que lo que se pretende es montar un nuevo Centro
Financiero, estilo Manhattan, con dineros de dudosa procedencia.
Como ha
sucedido en otras oportunidades, esos terrenos serán rematados a los poderosos
de siempre a precio de gallina enferma y pasarán a ser un capítulo más de la
triste historia de una ciudad que ha contemplado, impávida, gracias al silencio
cómplice de los medios de información y de las autoridades complotadas, cómo
las grandes fortunas acumuladas en Quito durante los últimos 40 años, se han
forjado gracias al apoderamiento inmoral de los bienes de la colectividad
municipal.
Por si acaso, debo dejar bien en claro que la
persona que advierte la estupidez que significaría urbanizar esos terrenos
vacantes para fines comerciales y que ha merecido la recepción de su criterio
por parte de los medios de información, es, nada más ni nada menos, que el
arquitecto Sixto Durán Ballén.
DECLARACIONES DE ANDRÉS VALLEJO ARCOS
1. Vallejo
comienza recordando que la Contraloría General del Estado, mediante informe
DIAPA 0038-2008 de 23 de diciembre de 2008, dispuso se renegocien los contratos
celebrados en base a un nuevo plan financiero que debía elaborarse considerando
como costo de construcción del proyecto de Tababela la suma de 312 millones de
dólares y que la cantidad de 198 millones de dólares que desde que comenzó la
construcción de Tababela había sido considerada como “tarifas” a favor de la
empresa QUIPORT, fueran reconocidas como lo que era, tasas municipales por
utilización de un bien municipal.
Él dice que
Moncayo se adelantó a Barrera en cumplir tal disposición, para lo cual exigía
una renegociación que contara con el consentimiento de la otra parte - hecho de
una lógica impecable - y describe a esa otra parte como “el gobierno de
Canadá”.
Primera
mentira. El gobierno de Canadá no ha tenido absolutamente nada que ver con este
malhadado convenio. A través de este engaño, mantenido tercamente desde sus
inicios, Moncayo y Vallejo, y por supuesto Barrera, se ha pretendido encubrir
la naturaleza delictiva de todo este contrato, que se inició, después de los
tanteos previos, mediante la suscripción de un convenio suscrito el 22 de junio
de 2001, en la Notaría 37 del Cantón Quito a cargo del doctor Roberto Dueñas
Mera.
En esa
escritura, como lo hemos comprobado en el libro “Corrupción de Alto Vuelo/El
Atraco de Tababela”, se hace aparecer - lo que constituye un delito de falsedad
ideológica - a uno de los contratantes como “el Gobierno del Canadá, representado
por Canadian Commercial Corporation”. Mentira y mil veces mentira. La CCC,
empresa canadiense sí, pero creada por ese estado para otros fines distintos a
los que se nos quiere hacer creer, no representa jamás, nunca, al estado
canadiense, pues ella solamente tiene como fines el de promocionar los
productos canadienses en el exterior.
Más
exactamente, la CCC es una empresa que hace lo que se llama “lobby” y nunca ha
construido ni un aeropuerto, ni nada de nada a lo largo de toda su existencia,
desde 1947. El hecho de que los ecuatorianos hayamos visto, a través de los
diferentes medios de comunicación, al entonces embajador canadiense, John
Kneale, firmar ese contrato, no fue sino un simple ardid de carácter virtual,
para que nosotros sugestionáramos a nuestra mente con la idea de que la
responsabilidad de la construcción recaía en el gobierno de Canadá, aburrido
sonsonete utilizado por los conjurados con Moncayo a la cabeza.
El embajador
Kneale concurrió al acto en representación de la empresa Canadian Commercial
Corporation (CCC), con un poder especial que para ello le había dado dicha
compañía y que he sostenido siempre que igual efecto jurídico habría tenido si
el poder se lo hubieran conferido al chofer o a la cocinera de la embajada.
Adicionalmente, el embajador Kneale violentó las normas diplomáticas
acostumbradas, porque un embajador está prohibido de intervenir a nombre de
ninguna empresa. Cuando un gobierno entabla una negociación con otro gobierno
existe un protocolo especial, que no se cumplió en este caso. NO FUE UN
CONTRATO DE GOBIERNO A GOBIERNO. Fue por ello que cuando los integrantes de la
Veeduría establecida por la Comisión de Control Cívico contra la Corrupción se
hicieron presentes en la Embajada del Canadá para pretender hablar con el
embajador Kneale y exigirle que exhiba la autorización expresa del gobierno
canadiense para que firmara ese documento, se negó a recibirlos y 48 horas más
tarde fue retirado de sus funciones de embajador y no lo hemos vuelto a ver
hasta el día de hoy.
2. En otra
parte del referido convenio del 22 de junio de 2001, la CORPAQ advierte a la
CCC de la obligación que adquiere, en el supuesto caso de ser la favorecida con
la concesión del contrato de construcción, de novar dicho convenio, en acto
simultáneo, a favor de una compañía a la fecha inexistente, pero que en algún
momento existiría jurídicamente y que resultó ser la QUIPORT S.A., conformada
por dos viejos amigos de la inefable CCC, el señor Michael Huang y el señor
Steven Neil Nackan, quienes, pocos días antes de la firma del contrato
definitivo, el 16 de septiembre de 2002, se aparecieron por nuestra ciudad con
200 dólares en el bolsillo y fundaron - en medio de una serie de ilegalidades
de fondo y forma que las autoridades pertinentes obviaron de manera
complaciente - la compañía QUIPORT S.A. Astutamente, Vallejo omite hacer
público que por disposición de la CORPAQ, de la cual era vicepresidente, y
utilizando como pelele a un desconocido Diego Pachel Sevilla, y supuestamente
por petición del Embajador de Canadá, la CORPAQ le entregó a la QUIPORT en
bandeja de plata la administración del aeropuerto Mariscal Sucre (?), con todos
los ingresos económicos que previamente habían sido elevados mediante sendas
ordenanzas municipales, para mejor beneficio de los singularmente “premiados”.
Los dineros
públicos que son recaudados por una empresa pública como el aeropuerto Mariscal
Sucre, y que por definición se llaman “tasas”, es decir, el costo que paga un
usuario por recibir un servicio público, de la noche a la mañana, por decisión
de Vallejo, Moncayo, Concejales, Pachel y un selecto grupillo de “empresarios”,
que se esmeraban angustiosamente en reiterar, que lo que estaban haciendo era
muy legal y honrado, según consta de actas, convirtieron esas tasas en “tarifas”
que debía cobrar la QUIPORT en su favor.
¡Increíble!
La definición jurídica de tarifa se otorga a un servicio ya existente y que se
presta a un usuario. ¿Cómo nos iban a cobrar los supuestamente canadienses una
tarifa por un aeropuerto que todavía no existía? En ningún país africano, por
salvaje que nos parezca, alguien se atrevería a proponer algo semejante: que
nosotros pongamos el dinero para que unos extraños construyan un aeropuerto y
nos pasen la cuenta que les dé la gana por esa construcción.
En el colmo
del entreguismo y la corrupción, Moncayo y Vallejo, y Barrera también,
resolvieron otorgar a la QUIPORT, a nombre de la Municipalidad, garantías
financieras irrevocables comprometiendo las rentas y los bienes municipales
como avalistas de los compromisos de CORPAQ para con la QUIPORT. Moncayo y
Vallejo, ridículamente, han insistido en que tales garantías eran “morales” y
no financieras, y en su exposición Vallejo recurre a la tesis de que por dos
oportunidades los jueces desecharon el carácter financiero de tales garantías.
¡Cómo si los
ecuatorianos no conociéramos la manera con la que se aplica la justicia en
nuestro país! ¡Si algún interés de la historia lo demandara, en nuestro país
existen jueces que condenarían a Abel por haber matado a Caín! Recuerdo
claramente que en un programa transmitido por el canal Ecuavisa y que conduce
el periodista Alfredo Pinoargote, cuando éste le exhibió el Poder con el cual
otro cómplice de segundo orden, el Secretario General de la Municipalidad,
Carlos Jaramillo, concedió garantías financieras a favor de LASALLE BANK
NATIONAL ASSOCIATION como agente de las partes garantizadas y firmó esas
garantías financieras a nombre de la Municipalidad, a Moncayo, pillado de
sorpresa, no se le ocurrió decir otra cosa que “él no se compromete sino por lo
que él firma”. ¡Chistoso! Hasta ahora estamos esperando que Moncayo le siga un
juicio a Jaramillo por haber falsificado un poder supuestamente concedido por
él. Al comienzo de este numeral he mencionado a Barrera como uno de los responsables
en el otorgamiento de dichas garantías, como lo fueron todos los otros
concejales. Barrera merece especial mención porque ya para ese tiempo, no se
había apeado aún de las filas de PACHAKUTIK y había sido elegido concejal por
esta agrupación. No tuvo empacho, como lo veremos más adelante, en traicionar
esta responsabilidad que le había otorgado dicha fuerza política. Barrera,
gracias a las habilidades que siempre ha puesto de manifiesto para
desenvolverse en el mundillo de la política, se había convertido en hombre de
confianza de Moncayo y conocedor, por supuesto, del proceso de negociación.
Poco tiempo más tarde esas mismas habilidades le facilitaron el acceso al nuevo
líder de las masas ecuatorianas, Rafael Correa, prácticamente un desconocido
hasta entonces.
Vallejo no
cesa, en sus declaraciones al diario El Comercio del día 22 de febrero de 2013,
de hacer gala de un cinismo que asombra. Reconoce que el Municipio a su cargo
puso a disposición de la QUIPORT los dineros que ingresaban por operaciones en
el Mariscal Sucre, pero sostiene a manera de excusa, primero, que el mismo
Tribunal Constitucional que tiempo antes había considerado como “recursos
privados” los generados por el aeropuerto Mariscal Sucre, ahora es el que
considera que son “recursos públicos”. ¿Puede alguien asombrarse de cómo se
manipula la Administración de Justicia en nuestro desgraciado país? Afirma
también que contratos como ese son firmados y aprobados por otros países. A
nuestro juicio lo único que tal afirmación puede confirmar es que no somos los
únicos inmorales y corruptos en un mundo que no tiene asco de reconocer que el
dinero lo puede todo.
Para el 2006
Moncayo y Vallejo ya no eran íntimos de Augusto Barrera. Éste, alumno
espiritual de Maquiavelo, ya se había puesto a órdenes de Rafael Correa y
logrado obtener espacios de confianza. La Silla Municipal ya bailaba ante sus
ojos y prontamente comenzó su proceso de “desmoncayización y desvallejización”.
Le informó al Presidente de lo inconveniente e inmoral del contrato firmado por
Moncayo y de cómo tal contrato podía ser considerado como “el más claro ejemplo
de lo que ha constituido para el Ecuador la larga y triste noche neoliberal”.
Jamás podremos comprender cómo el señor Contralor accedió a renegociar un
contrato que estaba manchado desde sus inicios de toda abundancia de
irregularidades, y, en especial, de sobreprecio. ¿Es ético renegociar un
contrato ejecutado con mala fe? En este punto es conveniente mencionar que
cuando el proyecto de Tababela estuvo en la mira de los constructores, el
Cuerpo de Ingenieros del Ejército del Ecuador ofreció ejecutar dicha obra por
un valor de CIENTO CINCUENTA MILLONES DE DÓLARES y que a estas alturas su
precio se aproxima a los SETECIENTOS MILLONES DE DÓLARES. ¡Y faltan aún algunas
consideraciones, según se nos ha advertido! Saque el lector sus conclusiones.
Barrera,
ante los hechos que se han precipitado tras la apertura acelerada de Tababela y
todos los problemas que se han hecho públicos tras su inauguración pese a los
denodados esfuerzos de los medios de comunicación para restar importancia a los
mismos, endosa la culpa de todo lo sucedido a la administración
Moncayo-Vallejo, indicando que la responsabilidad de que no hayan existido
rutas apropiadas para llegar a Tababela recae íntegramente sobre estos últimos,
por haber descuidado la planificación de las vías. Vallejo riposta indicándonos
que su administración dejó los contratos a punto para que se pudiera construir
la vía Oyacoto -Tababela, para lo cual, inclusive, ya existía la aprobación de
un préstamo por parte de la Corporación Andina de Fomento. Ambos se tiran la
pelota. En la discusión debe considerarse también las razones que las dos
administraciones esgrimen para justificar lo que es notoriamente un
contrasentido. A nadie en su sano juicio se le ocurre construir un aeropuerto
que no tiene vías de acceso. A los quiteños no nos queda más que sospechar que
detrás de tanta aparente desidia, lo que ocurre realmente es lo de siempre:
intereses inconfesables. Si alguien cree que la tal Ruta Viva, antes Ruta Sur;
la construcción de un puente como es debido en el sitio del Chiche; la ruta por
Collas, contratada por Barrera en vez de la de Oyacoto y en la que aparecen
rasgos oscuros vinculados a una compañía constructora que posee desde hace
cincuenta años un terreno de 800 hectáreas de superficie, además de una
equivocación de la que nadie quiere hablar y que se refiere a un mal cálculo
del puente sobre el río Machángara que debe construirse; la hipotética
ampliación que va por la Avenida de los Granados y el interés puesto por la
ampliación de la
Vía E35, como si los más entusiasmados en ocupar Tababela
vivieran en Machachi, si alguien cree, todo esto, digo, como simple producto de
la ineptitud, es porque es un tonto de capirote.
Todo esto,
aunado a la crisis económica que se avecina sobre nuestro desgraciado país
porque ya se nos acabó la plata y estamos sobre endeudados, me permite afirmar
sin temor a equivocarme, que pasarán diez años o quizás más antes que la tal
obra concluya. Lo que va a suceder es lo que siempre han pretendido los que nos
introdujeron en este embrollo: que los terrenos de Chaupicruz queden vacantes y
desaparezca ese aeropuerto y todos los quiteños tengamos que trasladarnos a
Latacunga, no digo para viajar a París de un solo envión, sino hasta para
partir a Esmeraldas y el resto de ciudades de nuestro país.
DECLARACIONES DEL GENERAL PACO MONCAYO
1. En el
referido diario El Comercio se hizo pública, el día lunes 25 de febrero de
2013, una entrevista al General Paco Moncayo Gallegos, que no constituye otra
cosa que el reiterado sonsonete con el que viene abordando desde hace muchos
años a las preguntas, siempre las mismas, que los periodistas - no sé si por
incompetencia, ignorancia u órdenes superiores - se esmeran en repetir.
Y él, de la
misma manera, en contestar. El tema del momento parece estar concretado
solamente a preguntarle por qué razones su nombre no consta en la placa -
regalo autocomplaciente y vanidoso que se otorgan a sí mismos todos los
políticos cuando entregan una obra, aunque ésta no pase de ser un simple
servicio higiénico - en la placa, digo, que sí consta el nombre del Presidente
que afirmó que la construcción de ese aeropuerto era un atraco, atraco que no
ha finalizado con su apresurada entrega. Moncayo nos dice que no le importa,
aunque sus reacciones parecerían decirnos lo contrario, y se circunscribe a
hablarnos de sus supuestos logros, por ejemplo el de haber retirado del Centro
Histórico a los vendedores informales que pululan en Quito. En Quito y en todas
las capitales y ciudades importantes de nuestra Latinoamérica que soportan la
imposición de regímenes político-administrativos vinculados a un sistema
económico que produce abundantes riquezas de las que solo pueden disfrutar unos
pocos, siempre hay vendedores ambulantes.
En honor a
la verdad, es justo admitir que tal reclamo es valedero, aunque no haya podido
ser sostenido en el tiempo, pues nuestra ciudad sigue inundada de tales
mercachifles o buhoneros, que es el nombre que los identifica en otras partes.
La liberación del Centro Histórico de su molesta pero entendible presencia no
duró mucho y se ha extendido a otros espacios de la ciudad.
Omite, con
perspicacia, el fracaso de otras obras emprendidas durante su gestión, como por
ejemplo el Teleférico, causante de la ruina de muchas personas y de daños
irreparables al medio ambiente de esa zona. Tampoco se refiere al descalabro
total bajo su gestión administrativa del problema relacionado con la
circulación vehicular. El transporte público empeoró en grado sumo, porque
careció de los arrestos que supuestamente le sobraron en el Cenepa para
afrontar los mezquinos intereses de los dirigentes de la transportación
pública. Se dice que muchos integrantes de la fuerza pública tienen vinculaciones
con dicho negocio. Tampoco ha querido informarnos cuáles son las razones que
motivaron a su administración a crear diversos organismos con características
de “empresas privadas”, los cuales, en muchos casos, constituyeron verdaderos
“municipios paralelos a cargo de afortunados concejales”, como es el caso de
VIDA PARA QUITO, al mando del Vicealcalde Andrés Vallejo; de CORPAIRE, cuyos
ingresos para el municipio nunca han podido ser determinados hasta hoy y mucho
menos quiénes fueron los beneficiados con los contratos de revisión vehicular,
ni tampoco la suma que ingresaba a las arcas municipales en contraste a la que
se incorporaba al bolsillo de los contratistas. Con dinero público no se puede
premiar a constructores y proveedores amigos, sino que, por un elemental
principio de decencia, deben ser ejecutadas tras un transparente proceso de
comparación. Llama la atención, muy en especial, la creación de un organismo
que se llamó INNOVAR, el cual manejaba directamente un presupuesto de 150
millones de dólares, casi la mitad de los ingresos del presupuesto total del
Municipio de ese entonces y se ocupaba de 16 (dieciséis) áreas de gestión, lo
que nos obliga a preguntarnos ¿para qué, entonces, existía el Municipio?
2. El señor
General Moncayo, no podía ser de otra manera, reitera la falsa afirmación de su
compañero, el señor Vallejo, acerca del cuento de la supuesta responsabilidad
del Gobierno de Canadá en la dirección y construcción de la obra. Esto ya está
aclarado más arriba, en el espacio dedicado a analizar las declaraciones de
Vallejo, pero quizás el General Moncayo nos pueda responder una pregunta a la
que nunca hemos encontrado respuesta: ¿Si el gobierno del Canadá era el
responsable de la obra, por qué es que en los difíciles momentos que se
presentaron en las demandas ante el CIADI, el organismo creado por el Banco
Mundial para proteger sus inversiones, los canadienses no asomaron ni las
orejas? En otro capítulo de las reiteradas mentiras a las que apelaba el
General Moncayo cada cuando las inconsistencias asomaban, decía que era el
SISTEMA AEROPORTUARIO DE HOUSTON (HAS) el responsable de la construcción del
aeropuerto y que era inconcebible que se pudiera dudar de la honorabilidad y la
capacidad técnica de un organismo norteamericano de fama mundial.
Este es otro
capítulo negro de los temas en los que se incurrió para pretender ocultar las
maniobras tendientes a consumar el asalto. En nuestra obra, ya mencionada,
CORRUPCIÓN DE ALTO VUELO, hicimos una breve referencia al tema y no nos
atrevimos a profundizar en él porque el Bufete de Abogados que estaba
interesado desde esa ciudad, capital del Estado de Texas, en recibir mayor
información sobre la manipulación a través de una empresa inscrita en un
paraíso fiscal también llamada HAS y que había utilizado a la auténtica HAS de
Houston para enviar personal a la construcción de nuestro Tababela, en mérito a
políticas de ayuda establecida hacia los países subdesarrollados, esas
personas, digo, no podían mantener un diálogo fluido con nosotros sino en
idioma inglés y las informaciones tuvieron que interrumpirse. Sin embargo,
duraron lo suficiente para que podamos comprender que altos personajes del
mundo político de esa ciudad, entre ellos un concejal, fueran procesados por
haber sido por lo menos sorprendidos por los vivarachos de QUIPORT. Está en
nuestra memoria que a consecuencia de esos hechos el Director de la HAS de
Houston se vio obligado a presentar su solicitud de jubilación de manera
inesperada.
3. El señor
General Moncayo pretende conceder méritos a la Dictadura Militar que nos rigió
entre 1972 y 1979, porque fue ella la que tomó la decisión de hacer dos
aeropuertos en el Ecuador. Seguramente el mentado Moncayo no ha leído nuestro
libro, en el cual constan con muchísima claridad las investigaciones realizadas
por la Revista Vistazo, números 417, de enero 11 de 1985; 421, de marzo 15 de
1985; y, 422, de marzo 29 de 1985.
Es una
página negra en la historia de nuestra FUERZA AÉREA ECUATORIANA, que, por
supuesto, no compromete a la Institución sino a las personas que participaron
en actos reprobables, como tampoco compromete al Ejército Ecuatoriano, sino a
los involucrados, en el crimen de lesa patria que significó la adquisición de
armamento dado de baja por el Ejército Argentino, negociado que acaba de concluir
en esa país, Argentina, con la condena definitiva y sin apelación posible al ex
presidente Carlos Menem, de cuyos atracos al erario público de ese país le han
convertido en el político corrompido por antonomasia. Mientras tanto, los
responsables de la contraparte, aquí en nuestro Ecuador, siguen absueltos, como
si devolver parte de las garantías les hubiera librado de responsabilidades. Lo
repetiré una vez más: JAMÁS LAS FUERZAS ARMADAS FRANCESAS SE CUBRIERON DE TANTA
GLORIA COMO CUANDO TUVIERON EL CORAJE DE CONDENAR A MUERTE AL MARISCAL PETAIN.
4. La
Gramática Castellana define a la palabra falacia como Argumento falso pero
aparentemente verdadero para inducir a error o engaño. De manera reiterada el
General Moncayo incurre en una, que consiste en afirmar que para esos años el
Ecuador estaba económicamente quebrado y que era imposible en la práctica
encontrar una institución o nación que pudiera correr el riesgo de financiar a un
país así. La falacia, en este caso, se destruye por sí sola. Ningún país, ni
ninguna institución, ni ningún banco, nadie, absolutamente nadie, arriesgó un
solo centavo en este negociado turbio.
He demostrado
hasta la saciedad que todos los dineros que fueron utilizados para construir la
mamarrachada que ha significado Tababela - cuyas falencias han comenzado a
manifestarse a los pocos días de su irreverente inauguración - todos esos
dineros, digo, han provenido de fondos generados por un organismo de carácter
público como es el Aeropuerto Mariscal Sucre que funcionó en Quito.
Todo lo que
se ha invertido en Tababela ha sido fondos provenientes del patrimonio de la Dirección
General de Aviación Civil y del funcionamiento del aeropuerto Mariscal Sucre,
todos bienes del estado ecuatoriano. Algún día deberá aclararse a dónde fueron
a parar los desembolsos ejecutados por el BID y por otras bancas
internacionales, porque con lo que se sacó del Mariscal Sucre habrían podido
construirse cuatro Tababelas.
Debo
recordarle, señor General Moncayo, que antes de que se pusiera en marcha la
maquinaria de la corrupción, el Municipio recibió una propuesta por parte del
Cuerpo de Ingenieros del Ejército Ecuatoriano de construir la mentada obra por
un valor de 150 millones de dólares y que fue desechada, ahora todos sabemos
por qué y para qué. Su argumento es falaz y no se compadece con los hechos. Sí
teníamos plata los ecuatorianos para construir Tababela y no necesitábamos de
préstamo alguno, si hubiéramos actuado con honradez.
5. Aún
estuviéramos a tiempo de corregir toda esta inmundicia si existieran personas e
instituciones honestas en el Ecuador, pero los hechos nos demuestran que los
poderosos siguen adelante con su plan. Ni bien salió el último trasto de la
Avenida de La Prensa, ya los conjurados comenzaron a romper el pavimento de la pista,
en la parte norte, con la justificación ridícula de que hay que abrir pronto la
Estación Norte del futuro Metro de Quito, infamia que esconde la angustia del
hampa política de que su proyecto pueda ser archivado por algún patriota
ecuatoriano que comprenda lo que toda la maquinaria corrupta que impera en el
país, prensa libre, democrática e independiente incluida, se ha empeñado en
ocultar.
Todo este
disparate no se ha ejecutado sino para cumplir un solo propósito planificado
por todos aquellos traficantes del dinero sucio que se lava en nuestro país y
que todos sabemos de dónde proviene. Es por ello que, tras el bobalicón
proyecto de la lagunita y el nuevo Colegio Benalcázar, lo que se esconde es
hacer un nuevo Quito que se parezca a Manhattan. ¿Con qué dinero? Averígüelo
usted, estimado compatriota que está leyendo estas líneas. Ahora sabemos por
qué se construyó el aeropuerto de Latacunga: porque ese será el nuevo
Aeropuerto Internacional y también el de Quito.
Los que
hacen dinero “honradamente” - y que conste que lo estoy escribiendo entre
comillas - se conformarán con que allí exista una Zona Franca. Todos los que
sabemos leer y escribir conocemos para qué sirven estas tales zonas y hasta
conocemos también los nombres y apellidos de todos aquellos que hoy gozan de
inmensas fortunas después de haber abandonado el oficio de inteligentes
contrabandistas.
Fue por
ello, para finalizar, que se realizó por Andrés Vallejo Arcos y que fuera
ejecutado por la Universidad de Harvard en el año 2007 y que el estudio
contratado lleva por título “QUITO: el vacío como generador de una nueva
centralidad”. Allí, con toda claridad, se planifica ¿cuál vacío?: el que va a
dejar el aeropuerto Mariscal Sucre cuando lo destruyan, con la furibunda pasión
con la que han comenzado ya a hacerlo antes de que tengamos pruebas del real funcionamiento
de Tababela.
Esta fue la
última vez que voy a referirme al caso de Tababela. Ya no tiene sentido
insistir sobre un asunto que con el tiempo se resolverá solo.
Nada
más deseo recordarles a los ecuatorianos que nunca seremos libres ni
alcanzaremos el sueño de una patria pujante y progresista, mientras nos
gobiernen personas sin escrúpulos y que hayan echado al tarro de la basura
todas y cada una de las lecciones de cómo debemos defender nuestro Ecuador de
los malos gobernantes y de los que atentan contra ella.
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