miércoles, 5 de octubre de 2022

 

Anoche quedó claro que Lasso 

no cambiará

   en Conexiones4P/Elenfoque/Info  por 

Anoche Rafael Cuesta entrevistó al presidente Guillermo Lasso en TC-Tv. Pésima entrevista en la que los dos interlocutores perdieron. Cuesta por permitir que el presidente, como es su costumbre, despliegue su guion, cuyos ejes llevaba escritos. Lasso por no entender que, en períodos de incertidumbre y zozobra, el país no espera -o no únicamente- cifras supuestamente destinadas a inspirar confianza y optimismo. Esas cifras pueden ser cuestionables y, dos, un presidente debe mostrar que está escuchando a sus mandantes, que interpreta sus angustias, inquietudes y críticas y está dispuesto por lo menos a procesarlas. No hubo un tris de sensibilidad en ese sentido.

Paradoja: esa entrevista podría ser calificada de magnífica. Sí, por una razón: reveló, de manera incuestionable, la fractura que existe entre la forma de ser y de gobernar de Guillermo Lasso y las expectativas que abrigan sus detractores y críticos. Esa fractura luce irremediable.

Algunos todavía hacen alusión a la capacidad de cambio que tendría Lasso y exhiben, por prueba, lo que ocurrió entre la primera y la segunda vuelta. Y claro que Lasso cambió. Lo hizo formalmente. Aquellas innovaciones, incluyendo las de TikTok, se aparentan al esfuerzo que hace el presidente, en estos momentos, para adoptar el lenguaje (jerigonza en casos) de grupos sociales que lo presionan en redes sociales.

De ahí sale la “identidad de género” que tendrá el edificio de la Escuela de Policía en Quito que propuso construir tras demoler aquel en el cual fue asesinada María Belén Bernal. No hay duda de que Lasso es genuinamente contrario al machismo y a todas sus formas de opresión. Pero no lo sabe comunicar. En su radar no existen las herramientas para dialogar con los dueños de la jerigonza en redes que no juzgan sus intenciones sino sus expresiones.

En el fondo, Lasso se muestra absolutamente imperturbable ante las críticas que le piden cambios en sus planteamientos, en su equipo, en la gestión, en su comunicación… En definitiva, en su forma de gobernar. La entrevista de anoche es, en ese sentido, excepcional: documenta, prácticamente sin intermediarios, al presidente, su forma de pensar y de ejercer el poder. Conclusión: el gobierno es Lasso. La política que se opera o la ausencia de política, es Lasso. La comunicación o, mejor, la carencia de comunicación es Lasso. Quedó claro que el estilo presidencial y de gobierno es producto de su personalidad y de sus convicciones.

Se dirá que siempre es así, que el presidente imprime su huella en su período. Y que, además, la estructura institucional (más con un régimen hiperpresidencialista) perfila el manejo del Ejecutivo. Pero no. El caso de Lasso es particular porque a sus espaldas no tiene un partido, un grupo parlamentario con personalidad ni un gabinete de coalición con quien negociar. Su gabinete es obra de su voluntad, lo ha segmentado y no hay mesa chica ni grande donde se discuta la estrategia del gobierno. Cada ministro en su terreno. Detrás de Lasso solo está su sombra. Lasso gobierna en la múltiple compañía de sí mismo. Debate y acuerda con su yo, con su forma de ser y de pensar.

La pregunta, entonces, no es si Lasso cambiará. No lo hará. Seguirá dependiendo de sí mismo para decidir; atado a su equipo donde se confunde idoneidad y amistad; distante de los retos ingeniosos que implica la gran política y enfocado -con determinación- en el frente económico. Esa es la locomotora a la cual enganchó tercamente el destino de su cuatrienio, porque Lasso es terco. La economía lo moviliza; la política (la perversa política que se hace en el país) la padece. Y si alguna vez pensó en cambiarla, lo intentará desde la economía; no desde la propuesta de un nuevo imaginario.

En ese escenario la pregunta es si cuenta con el tiempo y si podrá alinear las condiciones para sacar adelante algunos de los capítulos que tiene en su agenda. Su respuesta, a no dudar, es que lo está haciendo. Y es claro que no es convincente porque la política, la mala política que se practica y en la cual él no incide -para cambiarla- ni en la Asamblea ni en la opinión, tritura muchas de sus iniciativas gubernamentales. Ejemplo: algunos de los 87 acuerdos que se ufana de haber logrado en las mesas de diálogo con los indígenas, liquidan su campaña para atraer capitales: convertir a la Conaie en cogobierno en el manejo del sector petrolero y minero ahuyenta a inversionistas. Contradictorio o no, Lasso está decidido a seguir en esa vía. Sin oír a sus seguidores y, peor, a sus críticos. Anoche quedó claro que Lasso no oye ni a quien lo entrevista.

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