lunes, 11 de agosto de 2014

Gaza



Abu Abed es uno de los doctores palestinos que hacen parte de Médicos Sin Fronteras (MSF) y que trabajan en la Franja de Gaza desde que comenzó la operación militar israelí Margen Protector, el pasado 8 de julio.
Abed, quien coordina las actividades médicas de MSF en el enclave, habló con EL TIEMPO sobre su labor en el hospital de Al-Shifa, ubicado al norte de Gaza, donde más de 10.000 pacientes fueron atendidos hasta antes de la tregua de 72 horas, que se inició el martes y terminó el viernes. Este es su relato:

“Desde el 8 de julio las cosas han sido muy difíciles. En el hospital, antes del inicio del conflicto, ya teníamos escasez de medicamentos y productos médicos, y problemas con la electricidad. Pero todo empeoró.
Hasta el 4 de agosto el hospital estaba completamente lleno de heridos. En los primeros 29 días de conflicto recibimos a 10.000 palestinos que, en su mayoría, llegaron con politraumatismos: amputaciones y heridas en la cabeza y en el pecho, quemaduras y fracturas, producto de los ataques.
Es así como los hospitales estuvieron trabajando a su máxima capacidad; las salas de emergencia estaban completamente llenas. Hubo casos en los que se operaba a dos personas en la misma sala de cirugía, pues la cantidad de heridos era muy alta.
Incluso las morgues, que generalmente tienen capacidad para 17 cuerpos, no daban abasto. Un día se llegaron a almacenar entre 50 y 60 cuerpos. No había espacio para ellos, así que tuvimos que ubicarlos en otros lugares, en otros refrigeradores y en otros departamentos.
El grupo de médicos del ministerio de Salud de Palestina estaba completamente exhausto. Los doctores y cirujanos trabajaron por 29 días las 24 horas, bajo mucho estrés. No descansaron.
Ellos se preocupaban por sus familias, porque estaban en sus casas mientras ellos trabajaban. Incluso, algunos de los médicos recibieron como pacientes a algunos de sus familiares mientras atendían otros casos en la noche.
Uno de ellos fue el director de anestesia de un hospital del sur, en Rafah, quien recibió a sus tres hijas heridas luego de uno de los ataques aéreos. Las tres fueron admitidas en una unidad de cuidados intensivos.
Trabajar sin electricidad
Durante los últimos 10 días del conflicto, antes del cese del fuego, no había electricidad porque los israelíes atacaron la única planta de energía de Gaza y eso dejó sin luz a toda la Franja.
Los hospitales estaban trabajando las 24 horas con generadores, lo que ocasionó la preocupación de que estos dejaran de funcionar y de que tuviéramos más problemas. Fue una situación muy crítica. Hubo una crisis de salud, pero podría haber sido peor. Puede ser peor.
Por eso, uno de los desafíos más difíciles era el acceso del personal médico a los lugares atacados y el acceso de los pacientes al hospital porque no había seguridad. Uno podía estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado y morir en un ataque.
Además, debido a que el número de heridos que estaba llegando al hospital era superior al que este podía soportar, algunas veces tuvimos que admitir dos pacientes en la misma camilla. Entonces, si teníamos a la madre con su hijo y ambos estaban heridos, los dos iban para la misma cama. Lo mismo si se trataba de un hombre y su esposa.
Los médicos no podían dar de alta a pacientes por su estado de salud, pero a veces lo hacían para poder recibir a otros heridos, razón por la que muchos no tuvieron un postoperatorio adecuado. También había casos en los que los pacientes se negaban a ser dados de alta porque no tenían adónde ir.
Una situación difícil
Creo que los doctores en Gaza ya tienen experiencia trabajando en estas condiciones, debido a que atendieron pacientes durante las operaciones israelíes Plomo Fundido (2008-2009) y Pilar Defensivo (2012), aunque esta (Margen Protector) es la peor.
Ha sido difícil para ellos, pero no hay otra opción: tienen que trabajar, atender emergencias y practicar cirugías. Esta es nuestro pueblo y tenemos que ayudar.
El número de muertos ya es superior a 1.800, y la mayoría de los fallecidos y de los heridos han sido mujeres y niños. Creemos que un 99 por ciento de los menores de Gaza van a tener problemas psicológicos, incluso si no fueron un blanco, porque los bombardeos ocurrían cada cinco minutos.
‘El hospital es el refugio’
Después de que se inició la tregua, la mayoría del personal médico fue a ver a sus familias, porque muchos de ellos no lo hicieron por un mes completo.
Los pacientes también han ido dejando el hospital, pero muchos siguen allí porque este se convirtió en un lugar de refugio para la gente que fue desplazada por los bombardeos. Hay barrios que quedaron completamente borrados del mapa de Gaza, como el Shalaya, uno de los más poblados.
La gente que logró huir de allí usa escuelas y parte del hospital de Al -Shifa para refugiarse, pues no pueden volver a sus casas porque ya no existen. Ellos están en el hospital, usando cobijas como carpas...
No puedo negar que en todo este tiempo he sentido miedo. Todos los días, cuando voy a trabajar, dejo a mi esposa y a mis hijos en la casa y me preocupo porque no sé si ellos van a resultar heridos o si no los voy a volver a ver”.
SANDRA RAMÍREZ CARREÑO
Redacción Internacional
En el hospital israelí más cercano a Gaza no se confiaban de la tregua
En el hospital 'Barzilai' de la ciudad sureña israelí de Ashkelon no bajaron la guardia tampoco cuando las autoridades -prematuramente- dijeron que se puede volver a la normalidad, aunque aún no estaba totalmente claro si el alto el fuego de 72 horas que expiró este viernes por la mañana iba a extenderse.
Es que aquí, en medio de la atención de rutina a los pacientes por enfermedades comunes, se vive una situación de guerra. Con altibajos y por cierto no siempre con la intensidad del último mes, pero el 'Barzilai' conoce de primera mano desde hace casi 14 años, el significado de los cohetes disparados desde la Franja de Gaza hacia territorio israelí.
“Somos el hospital más cercano a Gaza, a tan solo 12 kms en línea aérea”, explica el vice director del Hospital Dr. Ron Lobel, que durante tres semanas durmió y vivió en el lugar, sin volver a su casa en la localidad de Netiv Haasara, el poblado israelí más cercano a la Franja, a tan solo 300 metros de la frontera.
“Es difícil explicarlo. Solamente quien lo vive, quien está acá en el día a día, lo puede comprender”. Así responde el Dr. Pablo Boksembojm, jefe de anestesiología en 'Barzilai' de Ashkelon, al preguntarle cómo describe lo que significa trabajar al alcance de los cohetes.
“Estamos acá corriendo por la vida cuando hay gente del otro lado de la frontera que lo que hace es correr por la muerte. Uno corre bajo alarmas y bajo cohetes para atender gente y seguir tratando no solamente a los heridos de guerra -este es un hospital civil- sino para atender a la gente que necesita atención médica en el día a día”, expica este médico, uruguayo-israelí.
Y sus palabras no son en sentido figurado. Cuando un cohete es lanzado desde Gaza en dirección a Israel y las alarmas suenan en Ashkelon, este médico, todos sus colegas y los pacientes que pueden moverse, tienen solamente 30 segundos para resguardarse. Claro está que a menudo, es imposible lograrlo.
La situación de extrema emergencia que se vive en Ashkelon y todo el sur de Israel en las últimas semanas, ha obligado al 'Barzilai' a tomar medidas especiales, como postergar todos los procedimientos que no son de gran urgencia. “Tenemos que estar listos para cualquier eventualidad”, dice Lobel, quien explica que el hospital ya tiene la amarga experiencia de ser capaz de trasladar a las zonas protegidas, a 500 pacientes en tres horas. “Es la práctica”, dice con amarga sonrisa.
Claudio Kristal, jefe de la sala de recuperación, nacido en Argentina y radicado en Israel hace 28 años, ya tiene suficiente experiencia como médico en un hospital bajo fuego.
“Ya nos ha pasado, y lo recordamos de otros conflictos, que tenemos que atender pacientes en lugares que no están protegidos”, nos cuenta. “Ya nos pasó más de una vez que estábamos en operaciones y suenan las alarmas, evidentemente no te podés ir, se sigue con la operación, rogando que no te caiga en la cabeza el cohete que se viene”. Al atender a un paciente, el médico no se moverá y de todos modos, no siempre alcanzará a llegar al refugio.
Lo singular en el hospital Barzilai de Ashkelon, está situación la viven no sólo los israelíes judíos sino también los árabes, tanto los médicos que trabajan junto a sus colegas judíos como los pacientes, entre ellos palestinos de la propia Franja de Gaza.
En este hospital, hemos entrevistado con el correr de los años en más de una oportunidad, a palestinos de la zona vecina, que reciben aquí tratamiento médico. Aún recordamos a los heridos de la policía palestina o simple activistas de Al Fatah, que en junio del 2007, cuando Hamas tomó el poder por la fuerza en la Franja y echó a la Autoridad Palestina de Gaza, llegaron a curarse al lado israelí tras haber chocado directamente con sus adversarios y connacionales de Hamas.
“Nosotros atendemos a todos los heridos por igual”, aclara Kristal. “En esta guerra el hospital ha recibido ya más de mil heridos, soldados, civiles, israelíes, judíos, árabes, palestinos también del otro lado… de todo. Somos médicos y cuando atendemos a un herido, no miramos su color y muchas veces, ni sabemos quién es”.
En medio de la entrevista, pasa a nuestro lado un médico joven, con quien Boksembojm y Kristal se saludan con gran cordialidad. Está hace ya varios meses especializándose en el Barzilai. Es palestino, de Cisjordania. Por razones de seguridad, consciente del peso de Hamas en la zona en la que él vive, prefiere no hablar ante el micrófono ni decir con nombre y apellido lo que él ve dentro de Israel. “Quizás más adelante, cuando pase la tensión”, dice con firmeza pero con delicadeza, como pidiendo que entendamos.
“Hay dos tipos de palestinos que tenemos acá . Hay habitantes civiles que vienen de la Franja de Gaza, que vienen escapados porque el Hamás les prohíbe salir a tratamientos en Israel”, asegura. “ Si Hamás llega a saber que estuvieron acá, que los tratan bien, si se llega a saber el nombre, todo el tratamiento médico que recibieron acá no va a valer nada porque los van a matar”.
Pero resulta sorprendente su agregado. “Cuando hay heridos del otro lado, de Hamás, en enfrentamientos, se los levanta y cuando llegan acá, los atendemos”. Entendemos que no habla en el aire y él lo confirma: en el Barzilai hay ahora un joven de 17 años, miembro de Hamás, que resultó herido cuando al salir de un túnel, chocó con soldados israelíes. “A ese muchacho se le arreglaron fracturas de fémur, se le hicieron implantes de piel y ya pasó cuatro operaciones. Recibe la atención médica del más alto nivel”, dice el médico.
Es inevitable analizar la situación actual y que ello lleve a recordar.
“Esto empezó hace 14 años”, recalca Boksenbojm, en referencia a cuando en marzo del 2001, cayó el primer cohete de Gaza en la ciudad de Sderot.
“Yo tuve la desgracia de recibir al primer niñito gravemente herido por uno de los primeros cohetes que había hecho Hamás, que en aquel entonces eran de poco poder explosivo. Una señora que iba con su bebé en el carrito, al que el cohete le pegó justo cerca, llegó al hospital..pero no pudimos hacer nada y el bebé murió”.
El testimonio de estos dos médicos sudamericanos, israelíes, en un hospital que vive la guerra desde hace años, sin perder su visión amplia e inclusiva, se repite sin duda en otros hospitales de la zona. Ambos abrigan la esperanza de que “la próxima entrevista sea de otro cariz, es el único deseo que tenemos”.
Antes de salir y dejarlos volver a sus labores, preguntamos qué les parece lo mejor, cómo actuar, si la alarma nos toma por sorpresa cuando ya llegamos al estacionamiento, antes de dejar el hospital. “No vas a alcanzar a entrar al edificio”, dice Kristal.“Lo mejor que puedes hacer es alejarte del auto porque es una trampa de fuego, tirarte al piso boca abajo completamente, la frente que toque el piso, poner tus manos protegiendo la cabeza, hasta que escuches todas las explosiones que haya..rogando que no te caiga encima…y ahí te levantas y te vas”.

JANA BERIS
Corresponsal de EL TIEMPO
Jerusalén

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