domingo, 24 de agosto de 2014

Consulta



Francisco Febres Cordero
Domingo, 17 de agosto, 2014
Todo comenzó porque el excelentísimo señor presidente de la República cambió de opinión y, lo que antes le parecía horrible, comenzó a parecerle lindo. Es que así mismo es nuestro excelentísimo, qué le vamos a hacer: dice una cosa y después se desdice. Y entonces aclara que lo que dijo antes se debía a una novatada, a un lapsus brutus (ay, no, perdón, calamis nomás, después me han de meter juicio por decirle lapsus).
Aunque no lo reconozca, sus modificaciones de criterio se deben a que ha madurado. En cambio, cuando cometía novatadas no le llegaba todavía la luz del entendimiento porque no había hidroeléctricas, creo.

¿Se acuerdan cuando le parecía horrible la reelección indefinida? Y por eso dijo que él lo que quería era estar con su familia y reelegirse indefinidamente pero solo como papá.
¡Qué novatada! ¿Cómo ha de decir pues eso! ¿En qué estaría pensando? Por eso, cuando se volvió innovatado, confesó que estaba pensando en reelegirse indefinidamente. ¡Qué madurez! ¡Qué sindéresis! ¡Qué coherencia!
Lo cierto es que su abandono de la novatada trajo como consecuencia un dilema: ¿Si ya le entraron las ganas de reelegirse, hay o no que cambiar la Constitución, que no permite la reelección de novatos. Ni de innovatos? Y surgió la pregunta: ¿Cómo cambiamos la Constitución? Y vino la respuesta: facilito, con una enmienda por medio de la cual donde la Constitución dice no, diga sí. Y, como es tan simple el cambio, la enmendadura la puede hacer en un abrir y cerrar de ojos la Asamblea, que por algo está integrada por una mayoría de enmienderos.
Todo estaba perfecto hasta que ¡zas!, aparecieron los malos a decir que no puede reformarse la Constitución por una simple enmienda, sino que los cambios tienen que estar sujetos a aprobación popular, vía consulta. ¡Chuta, qué malos que son los malos!

Total, ahurita estamos en el punto en que los malos quieren ponerse a recolectar firmas para hacer una consulta con dos preguntas: ¿Quiere que haya reelección inmediata e indefinida? ¿Quiere seguir con la dolarización o prefiere la moneda electrónica y que suba el Glas (Ay no, qué bruto, no es el Glas, sino el gas).
En cambio, el excelentísimo señor presidente de la República ha anunciado que él incluirá otras preguntas trascendentales: ¿Qué piensa usted (y usteda) del acuerdo con la Unión Europea? ¿Le gustaría cocinar en el futuro con las cocinas de inducción? ¿Cuántas hornillas quisiera que tengan? ¿Y cuántas ollas?
Todo esto, claro, si hay consulta. Porque para que haya, los malos tienen que recolectar firmas y lograr que los del Consejo Electoral las reconozcan y no digan que la mayoría son falsetas, como las del Yasuní.
Si pierden y no hay consulta, los asambleístas tendrán que seguir incorporando indefinidamente las enmiendas que les envíe el excelentísimo señor presidente de la República durante los próximos trescientos años.
Como el excelentísimo señor presidente de la República nunca más caerá en la novatada de decir que no quiere la reelección, habría que hacer otra consulta: ¿Cree que se merece recibir el título de Enmienderum Perpetuom Constitucionaris Honoris Causa, en el grado de Sumak Kawsay, dado por la Universidad del Yachay?
Chuta, ahí sí segurísimo que barre.

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