Seguramente no será alcaldesa de Quito. Incluso puede ser que ni siquiera sea designada por Alianza País como su candidata. Pero que ella piense que puede serlo y que aparezca como precandidata es alucinante. No hay cómo ignorar sus remilgos propios de almas sensibles: pidió a los dirigentes de Alianza País transparencia en el proceso de las primarias porque, dijo, es el momento de recuperar los principios de ética que “algunas manos” destruyeron.
Lo extraordinario en María José Carrión no es que hable de transparencia. De principios. De ética. Ni que se excluya de esas manos que trapearon con la moral y los valores democráticos durante años. Lo extraordinario es que crea que los ciudadanos que la ven ante las cámaras realizando actos de prestidigitación retórica, que la oyen tan digna y tan llena de valores, son descerebrados. Cierto, su caso no es único. Pero ella es una digna representante de estos políticos aparecidos durante el correísmo que suman un reguero de miserias a cierto perfil despreciable, que también había antes del correísmo en la sociedad política nacional.
María José Carrión habla hoy de transparencia y ética. Ella es la misma que en junio del año pasado (hace apenas 17 meses) tendió la alfombra roja para recibir a Jorge Glas. No lo citó. Eso no se hace con un camarada tan honesto como él que era, entonces, vicepresidente en funciones. Lo convidó a presentarse en la Comisión de Fiscalización que ella preside. Y Glas transformó ese espacio de indagación, en tribuna. No se explicó; lo volvió un “yo acuso”. Y lo que debía ser parte del procedimiento para llevarlo a un juicio político, se convirtió en el más escandaloso lavado de manos que se haya visto en la Asamblea.
María José Carrión, esa extraordinaria representante de la ética y los valores morales, concluyó que la Comisión no podía enjuiciar a un vicepresidente y que todo lo que allí supuestamente se investigó debía ir al Presidente de la Asamblea, José Serrano, para que él evaluara si había que pasarlo a la Fiscalía. En claro, la señora que hoy quiere ser candidata a la Alcaldía de Quito y alardea de ética, fue la encargada de ahogar el juicio político contra Glas en la Asamblea. Se escondió en los procedimientos o en supuestos vacíos de información, cuando todo el país sabía lo que ocurría con Glas y su tío. Y ella lo hizo como convenía a sus intereses, los de Glas y los del correísmo en general: alargó los tiempos, atizó el show, prevaricó, convirtió el acusado en víctima y, por último, trató de hacer creer que la última parada de un juicio político se encuentra en la Fiscalía. Como si las responsabilidades políticas y las responsabilidades penales fueran lo mismo. Y al final dio su aval a ese mitin político montado por Glas con su total apoyo.
La señora que defendió hasta último momento a Jorge Glas, fue la misma que socapó absolutamente todos los actos y mentiras del correísmo. Todos los montajes, como el del 30-S. Todos los ex abruptos. Todas las persecuciones. Y apenas vio que la tortilla se daba vuelta, del lado de Moreno, ella apareció a su lado. Diciendo lo contrario de lo que sostuvo. Encarando incluso, en shows públicos, a aquellos que, como Marcela Aguinaga, siguen defendiendo lo que tanto adoraron.
¿Qué entenderá María José Carrión por transparencia? ¿Por ética? ¿Por principios? ¿Qué relación establecerá ella entre sus palabras y sus actos? ¿Qué entenderá ella por función pública? ¿Qué idea tendrá de esos ciudadanos que la ven mentir, tergiversar hechos, decir y desdecirse, manipular la realidad y manipularla a su antojo?
¿Qué creerá ella que es Quito, la ciudad de la cual pretende ser alcaldesa? ¿Qué la hace creer que los quiteños buscan un perfil político como el suyo, que condensa gran parte de la bazofia que fue el correísmo, para reemplazar al inepto Mauricio Rodas?
¿Qué creerá ella que es Quito, la ciudad de la cual pretende ser alcaldesa? ¿Qué la hace creer que los quiteños buscan un perfil político como el suyo, que condensa gran parte de la bazofia que fue el correísmo, para reemplazar al inepto Mauricio Rodas?
Lo más extraordinario del caso de María José Carrión no es que ella imagine que puede aspirar a ser alcaldesa de la capital. Y que además lo imagine evocando cosas que nunca bajo el correísmo mostró: ética, transparencia y principios. Lo más extraordinario es la idea que ella tiene de los ciudadanos tras diez años de autoritarismo, robo a manos llenas y cinismo ramplón, de los cuales hizo parte y encubrió: la señora Carrión, en su bestial audacia, los imagina como un hato de descerebrados.
Foto: Asamblea Nacional
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