sábado, 23 de diciembre de 2017

Así es fácil



Publicado el 21 diciembre, 201720 diciembre, 2017 por AGN
[Mario Jaramillo Paredes]
Así es fácil ser revolucionario, dice mucha gente y con razón, cuando en Latinoamérica empieza a conocerse cada vez con más detalles la lujosa y sofisticada vida que se dieron en los últimos años, algunos autocalificados como revolucionarios.
Varios medios de comunicación han dado a conocer con lujo de detalles en estos últimos días, la trama de corrupción y los montos gastados en excéntricos lujos por gente cercana a Chávez y a Maduro. Rafael Ramírez-por ejemplo- que dirigió la poderosa petrolera estatal de ese país durante diez años y luego pasó a ser representante ante las Naciones Unidas-, trabajaba de cerca con su primo quien tenía a su cargo el millonario tema de seguros de los negocios petroleros. El nepotismo- característica ampliamente difundida en los gobiernos del socialismo del siglo XXI- no fue obstáculo ético ni legal para, además de hacer negocios “entre privados”, crear una trama de corrupción en donde los millones se cuentan, no por cientos, sino por miles: once mil millones de dólares en un país en donde la gente común hace cola para comprar alimentos o un rollo de papel higiénico.
Los lujos revolucionarios de esta jorga incluyen, según los diarios, tres millones y medio de euros pagados en exclusivas joyerías. Un millón de dólares en vinos de colección, novecientos mil euros en trajes de sofisticadas tiendas europeas. Europeas, porque lo que no hacían es comprar en almacenes de Estados Unidos, pues un revolucionario siempre debe ser consecuente con la doctrina anti imperialista. Las cuentas incluyen cuarenta y dos mil euros en varios kilos de un exclusivo jamón ibérico y sesenta mil en una tienda parisina para saborear cuarenta recipientes de un caviar reservado para paladares exigentes.
Al igual que sus colegas revolucionarios de los otros países latinoamericanos invitaban a exclusivas fiestas a famosos cantautores a los que hacían coro para que entonen canciones protesta como aquella que dice que “los pobres coman pan y los ricos m”, que aquí interpretaba una legisladora igualmente revolucionaria. Cerraban afamados restaurantes en Europa para disfrutar con tranquilidad de tenidas de las mil y una noches, de manera que nadie se entere que habían dejado un momento las duras tareas de un revolucionario para disfrutar de un merecido descanso. Entre los lugares que escogían para hacer un alto a las duras jornadas que la revolución impone, se cuentan el Ritz y el Four Seasons de París.
Los pocos revolucionarios de verdad que en el mundo han habido fueron gente sacrificada que tomaron la opción de luchar y vivir, no solamente en austeridad sino en medio de las privaciones que esa condición impone. Ser revolucionario como los que en nuestra Latinoamérica han hecho de la corrupción y el lujo su forma de vida, es una denigración de la condición humana. (O)

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