domingo, 4 de diciembre de 2016

No era de tiempo sino de luz



Publicado el 2016/12/03 por AGN
[Alberto Ordóñez Ortiz]
No era de tiempo, sino de luz. Porque la luz nunca acaba, ni se pierde o se detiene. Desde la Sierra Maestra, Fidel Castro Ruz, con un rayó en la manó prendió la libertad en la Isla -su Isla- y cuando bajó, prendió también la totalidad de la Esfera. A los desamparados, a los rechazados, a los pobres de solemnidad absoluta de todas las latitudes les brotó en las manos la hoja de la esperanza. Era “verde, verde que te quiero verde”, demoledora expresión poética de Federico García Lorca. Desde el África profunda, azotada por la pobreza, surgió una, surgieron miles, millones de voces que se colgaron de la luz que les llegaba. El budú -su música sacra- se tornó en una canción de júbilo total. Bailaron todos a la luz de su luz, y, por primera vez en mucho tiempo, lloraron de alegría. Era de verles- aún les estoy viendo- con la una rodilla en la tierra y con las manos juntas. ¡Aleluya¡.
Desde el río grande hasta la Tierra del Fuego -nuestra Patria Latinoamericana- los océanos Pacífico y Atlántico de pronto fueron de fuego, de fuego vivo atizado por las lágrimas de los desarrapados, de los que nunca tuvieron nada ni a nadie. Sus arrecifes enfrentados al mar desde el comienzo de los tiempos; sus islas ensimismadas por la dicharachera marimba de las palmeras y los juncos; sus archipiélagos estupefactos; su cadena de nevados llorando granizo de alborozo y paramando tempestades de gloria, también eran de fuego.
Sus selvas pensativas; sus embalses engolosinados en perseguirse ola por ola; sus bahías repletas de barcas y de sueños, de adioses y de reencuentros; sus cordilleras y sus trenzas en hebras de ópalo recogidas; su pan hecho de trigo sembrado por labriegos, hijos de otros labriegos en sucesión eterna; su vino moldeado por los pies de las muchachas que en danza nupcial desmenuzaron la pulpa de la uva. Todo era fuego. El frenesí se tomó al viento y avanzó rompiendo latitudes, sembrando la eternidad de tus verdades y abriendo los palomares. Todo se llenó entonces de una luz blanca como la nieve. Entre tanto, fuego y luz siguen unidos a muerte en un abrazo que aún no termina. La sangre de los que amamos la redención de los humillados y ofendidos, era de fuego, de fuego cenital que tampoco termina ni terminará mientras haya un hombre que no pueda llevarse un pan a la boca.
Los cañaverales abrieron sus racimos de perfume y se fueron perfilando su canto en mitad del viento. El hombre se volvió a contar las costillas y enconcontró que no le faltaba una, se abrazó y danzó danzó frente a los atónitos ojos del mundo y el mundo dio un vuelco sideral en dirección a los sueños recién sembrados sobre la piel de las quimeras.
Pero la luz también tiene que irse. Y te fuiste entero. Con tu voz en ristre. Con la conciencia repleta de un embalse de garzas, nevada porque buscaba la felicidad de los desdichados. Soy un peregrino más: el último y desde esta orilla alzo, alzamos la voz y estamos a la espera -seguros- de que tu voz -Padre Fidel- volverá con la misma canción, porque la luz es intermitente y siempre vuelve. (O)

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