jueves, 5 de septiembre de 2013

Un caso triste e injusto



Los problemas de algunos jubilados y jubiladas son muy complicados,  muy tristes y muy decepcionantes; sufren graves enfermedades crónicas, soportan discapacidades, otros, desgraciadamente han fallecido. En unos y otros casos, hasta la presente fecha, ¡no han recibido esa jubilación que de alguna manera todavía puede contribuir a aliviar sus dolencias o servir, con relación a quienes fallecieron, para remediar las necesidades de sus seres queridos!.
La compañera jubilada Sra. Susana Espinoza Ulloa, tiene una discapacidad, por lo que tuvo que retirarse de su trabajo en la Universidad –se desempeñó en condición de Secretaria del vicerrectorado-, acogiéndose a la “Jubilación por Invalidez”, conforme se desprende del documento del Instituto de Seguridad Social, Sistema Nacional de Pensiones, Subdirección del Azuay, que reposa en nuestro poder.    
Lo que la señora Espinoza Ulloa pide es algo completamente justo, apegado a Derecho, como dicen los juristas: que para el pago de jubilación –por invalidez, reiteramos-, se aplique el Mandato Constituyente Nº 2, en consideración de que presentó su renuncia el 9 de marzo del año 2009, es decir cuando ya estuvo en plena vigencia dicho  Mandato.

Desde esa fecha, al recibir la negativa a su petición, la Sra. Susana Espinoza U., no ha cesado en sus justos reclamos. Una de las últimas comunicaciones, de febrero 25 del  presente año, suscrito por las jubiladas Susana Espinoza y Nelly Peña Domínguez, y refiriéndose a la comunicación del Dr. Luis Peña Tonón, ex profesor de la Universidad, asimismo con respecto al pago del bono por jubilación, conforme al Mandato ya señalado, Art. 8, señalan que es absolutamente procedente el pago, porque las mencionadas jubiladas no demandaron a la Universidad; a las fechas en que se jubilaron por INVALIDEZ , ya estuvo en vigencia el Mandato Constituyente; existe, por otra parte, el pronunciamiento definitivo de la Corte Nacional de Justicia en el caso del Sr. Luis Salinas, por lo que la Universidad tuvo que cancelarle el valor que le adeudaba; finalmente, argumentan de manera irreprochable, que se encuentran amparadas por la Ley Orgánica de Discapacidades, que en su Art. 4, inciso 5, dentro de sus principios fundamentales señala: “Celeridad y eficacia: en los actos del servicio público y privado se atenderá prioritariamente a las personas con discapacidad y el despacho de sus requerimientos se procesarán con celeridad y eficacia”.   
En una nueva comunicación, de abril 7 de 2013, un grupo de jubilados hacen notar a las autoridades universitarias que ellos se encuentran dentro de la vigencia de la Constitución de la República, más no dentro de la Tabla de la SENRES, que, dicho sea de paso, entró en vigencia el 21 de agosto del 2009 (posterior a las renuncias de este grupo de jubilados). Estos pensionados que igualmente han experimentado tantas vicisitudes, frustraciones y desengaños son: Guamán Criollo Miguel Alejandro; Samaniego Delgado José María; Vintimilla Peña Julio César; Espinoza Ulloa Susana Patricia; Dávila Vázquez Jorge Eduardo; Maldonado Ambrosi Teodoro. El recordado amigo y catedrático Dr. Teodoro Maldonado, desdichadamente falleció hace poco, sin recibir su jubilación, pese a las múltiples gestiones de su esposa, la Sra. Cornelia Carrión.
Los jubilados se preguntan con razón: ¿Por qué tantas dilatorias para atender sus justos reclamos? ¿Por qué un acto de justicia y de solidaridad, primordialmente en el caso de los jubilados que tienen enfermedades crónicas graves y discapacidades, no se hace realidad? Las autoridades deben reparar en un hecho indiscutible: No son únicamente los jubilados quienes sufren por estas evidentes indiferencias e incomprensiones, por estos dolorosos desamparos; también la ilustre Universidad de Cuenca empaña su merecido prestigio.

Historias de injusticias                                                                                   
Como la “justicia ya es de todos”, un grupo de jubilados impagos de la Universidad de Cuenca, acudieron a la Defensoría del Pueblo del Azuay, para denunciar que a pesar de haber transcurrido varios años de haberse separado de la Institución Educativa, luego de cumplir con los años de servicio que dispone la Ley, no se les cancela los valores respectivos por ese concepto. Ante la autoridad competente preguntaron: por qué a unos jubilados sí y a otros no?. Por qué las autoridades de la Universidad de Cuenca, discriminan a unos y “premian” a otros?. Por qué las autoridades han clasificado a los jubilados de primera, segunda y tercera categoría?. Los primeros (allegados y con mucha suerte) ya cobraron lo justo, a los segundos firme aquí y punto, y a los terceros ni lo uno ni lo otro. Los casos son dramáticos, cada historia conmueve las fibras más íntimas. Hay jubilados que padecen graves enfermedades que requieren de medicamentos costosos para su tratamiento, pero carecen de los necesarios recursos económicos para continuar luchando contra las adversidades; otros ya no están en este mundo, partieron con la tristeza de haber dado los mejores años de sus vidas a la Universidad, sea a través de la cátedra, como empleado o trabajador, a cambio, les negaron un derecho justo. ¿Será eso justicia?, decían los pensionistas o los representantes que llegaron hasta la Defensoría del Pueblo, porque sus seres queridos se adelantaron sin alcanzar a mirar la luz de la justicia al final del túnel.
Este es el caso de la señora Cornelia Carrión Cueva, viuda de Teodoro Maldonado Ambrosi, quien fue catedrático en la Facultad de Odontología por 33 años consecutivos. En el año 2009 se acogió a la jubilación. Falleció en su ciudad natal (Cuenca) el 18 de diciembre del 2012, a los 69 años de edad, víctima de un deterioro cognitivo (fronto temporal), nos comenta Doña Cornelia, mientras observamos algunas fotografías de su esposo y la familia en su hogar ubicado al pie de las escalinatas que conducen al mirador de Turi
 Y qué puedo hacer, me responde cuando le pregunto sobre esta situación, esperar nada más. Ojalá algún día se nos haga justicia…?.
La trayectoria profesional de Teodoro Maldonado Ambrosi fue brillante, como brillante fue como esposo y padre de familia. Quién no escuchó alguna vez hablar del famoso dúo Strobel-Maldonado. Cuánta gente disfrutó y los aplaudió. Ambos cantaban y tocaban la guitarra exquisitamente. En el año de 1963 ganaron  un Disco de Oro (esta faceta será contada en un reportaje especial que nos comprometemos realizar con la ayuda de la señora Cornelia).
“Teodoro se desempeñó también como odontólogo civil en las Fuerzas Armadas, en el Batallón Imbabura en Santa Rosa, Provincia de El Oro, donde vivimos cuatro años”. Sirvió, además, en el Hospital Militar de Cuenca. En total trabajó para las Fuerzas Armadas 15 años. Su consultorio particular estuvo localizado en la calle Gran Colombia y Luis Cordero. En su juventud fue andinista y bombero voluntario, hasta que llegó a ser Primer Jefe del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Cuenca. Recuerda la viuda que su esposo sufrió quemaduras en sus piernas, durante un incendio que sucedió en un inmueble ubicado en la calle Borrero y Bolívar. “Era un muchacho, creo que tenía 16 años”. Del matrimonio Maldonado-Carrión, nacieron Juan Teodoro, María Fernanda y Cristian Xavier. Tienen cuatro nietos: Daniel Andrés, Valentina, Isabela y Juan Teodoro, de 15, 10 y 6 años de edad, respectivamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario