Reclutamiento
de menores:
la
estrategia de los GDOs para delinquir
Crnl. ® MSc. Mario R. Pazmiño Silva
América latina y especialmente Ecuador vienen incrementando el reclutamiento de menores de edad a las filas del crimen organizado, especialmente en zona en donde el estado ha perdido el control o no existe una presencia gubernamental. Los santuarios constituyen los espacios territoriales propicios para influir en los menores que ingenuamente ven una oportunidad para ganar dinero de una manera rápida. Los grupos delictivos influencian en los estudiantes para cambiar las aulas por las acciones delictivas, especialmente en áreas marginales, con hogares disfuncionales y donde la falta de oportunidades incita a una vida supuestamente más fácil y cómoda.
En Ecuador,
el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado ha emergido en la
última década como una fuente permanente para el fortalecimiento de las
organizaciones criminales. Esto destruye el tejido social y construye
verdaderos ejércitos de colaboradores juveniles, quienes ven como la mejor
opción involucrarse decididamente en los grupos de delincuencia organizada
(GDOs). Según la consultora política Katherine Herrera, en declaraciones al
portal Ecuadorenvivo, manifiesta que “el 60% de los miembros de bandas
delictivas son menores de edad”. Este fenómeno no solo amenaza a la seguridad
de los jóvenes, sino que también socava la estabilidad social y económica del
país. Los menores son frecuentemente atraídos por organizaciones criminales que
operan en áreas urbanas y rurales, utilizándolos para diversas actividades
ilícitas, desde el tráfico de drogas hasta la extorsión y la violencia armada.
Organizaciones
de Crimen Organizado Transnacional (COT) como las mafias Ndrangheta, Albanesa,
los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación y las 22
organizaciones de terrorismo urbano, catalogadas así por el presidente Daniel
Noboa, han establecido operaciones en el país durante varias décadas, y han
ampliado su cartera de negocios ilegales, ya no solo participan en el
narcotráfico sino en minería ilegal, secuestro, extorsión, sicariato, lavado de
dinero, lo que obliga a contar con un contingente muy grande de colaboradores.
Este personal, principalmente menor de edad, se recluta en zonas fronterizas,
áreas portuarias, los suburbios o zonas marginales, lo cual incrementa la
violencia y la actividad delictiva. La posición geográfica que brinda Ecuador es
estratégica, especialmente en ciudades como Guayaquil, Manta, Esmeraldas y
Machala, donde la presencia de pandillas locales aumenta el riesgo de
reclutamiento de adolescentes.
La pobreza
es un factor determinante en el reclutamiento de menores. Según el Instituto
Nacional de Estadística y Censos (INEC), esta afecta a un gran porcentaje de la
población joven, especialmente en áreas rurales y urbano marginales. La falta
de acceso a una educación de calidad y a oportunidades laborales dignas crea un
ambiente propicio para que los menores sean atraídos por las promesas de dinero
rápido y fácil que ofrecen las organizaciones criminales.
Otro factor
en el reclutamiento es la influencia de la cultura del narcotráfico y la
violencia trasmitida en los medios de comunicación y las redes sociales. En
muchas comunidades, la figura del "narco" es glorificada y vista como
un modelo a seguir, especialmente en zonas donde la presencia del Estado es
débil. A menudo se romantiza el estilo de vida criminal, lo que puede atraer a
los jóvenes a seguir ese camino.
La falta de
una presencia efectiva del Estado es una tercera razón. En zonas rurales y
marginales, la corrupción y la ineficacia de las fuerzas del orden permiten que
las organizaciones criminales operen con impunidad, creando santuarios o micro estados
donde se ejerce una gobernanza criminal y donde el Estado ha perdido soberanía.
La ausencia de programas sociales efectivos, que ofrezcan alternativas viables
para los jóvenes, facilita el trabajo de la delincuencia.
Las formas
que utilizan los GDOs para convencer a los jóvenes de pertenecer a estas
estructuras delictivas son varias. Algunos utilizan el engaño y la
manipulación, ya que prometen una vida mejor, con riqueza y estatus. A algunos
le ofrecen dinero a cambio de que transporten drogas, se conviertan en
"mulas", pero rara vez se materializa esa promesa. En las redes
sociales, particularmente Facebook, Instagram y TikTok, contactan y adoctrinan
a los jóvenes, para lo cual crean perfiles atractivos, que muestran el lujo y
poder, para engancharlos.
Las
pandillas y organizaciones criminales locales también reclutan directamente en centros
educativos y comunidades. Identifican a los menores más vulnerables, aquellos
con problemas familiares o económicos, y los atraen con promesas de protección
y pertenencia. En ciudades como Quito, Guayaquil, Esmeraldas, Santo domingo,
Quevedo, Portoviejo, Manta, Duran, Lago Agrio esto es frecuente.
Los
adolescentes reclutados por organizaciones criminales en Ecuador y otros países
de la región son utilizados en una variedad de tareas que van desde actividades
de bajo riesgo hasta aquellas que implican un peligro significativo. Algunas
tareas que les asignan son: mulas del
narcotráfico entre los diferentes santuarios o para transportar la droga de una
ciudad a otra. Estos jóvenes son elegidos por su aparente inocencia y menor
probabilidad de ser revisados por las autoridades. En las comunidades y
escuelas locales, venden drogas y también reclutan a otros jóvenes para la
organización. También son espías o vigías ("halcones") para
monitorear las actividades de la policía y otros grupos rivales. Estos jóvenes
se colocan en puntos estratégicos y utilizan teléfonos móviles para reportar
cualquier movimiento sospechoso, permitiendo que las organizaciones criminales
tomen medidas evasivas. Son también utilizados como mensajeros entre la
estructura delictiva o entre otras organizaciones. En algunos casos, los
adolescentes son utilizados para extorsionar a negocios locales y residentes.
Bajo amenazas de violencia, se les obliga a cobrar "impuestos" o
"cuotas" a cambio de protección, generando ingresos constantes para
las organizaciones criminales.
Cuando
existe conflictos entre estructuras delictivas o en los santuarios, los
adolescentes son utilizados como soldados o sicarios y participan en
enfrentamientos armados con grupos rivales o en ataques dirigidos a objetivos
específicos. En algunos casos, las niñas, son explotadas sexualmente, esto
incluye ser obligadas a trabajar en la prostitución o ser vendidas a redes de
tráfico de personas. En Ecuador se ha podido observar que los menores de edad
son utilizados por los GDOs para cometer robos y asaltos, tanto a personas como
a propiedades. De igual forma, trabajan en tareas logísticas, como el
transporte de armas, municiones y explosivos, herramientas vitales para las
actividades delictivas.
El portal digital Primicias.ec, en una investigación sobre el tema, señala: “Las cifras en Ecuador son alarmantes. Solamente entre enero y junio de 2023, la Policía detuvo a 1.326 niños y adolescentes por delitos como tenencia ilegal de armas, sicariato, microtráfico, robo a personas y otros asociados al crimen organizado”.
Las
principales actividades delictivas encomendadas a jóvenes por los GDOs varían
también dependiendo de las ciudades donde se encuentran ubicadas estas
estructuras criminales. En Guayaquil, los adolescentes son comúnmente
reclutados por pandillas locales para vender drogas en los barrios y centros
educativos, así como para actuar de halcones o vigías en las zonas controladas
por estas pandillas. En Esmeraldas, los menores son reclutados para transportar
drogas a través de la frontera, aprovechando su conocimiento del terreno y su
capacidad para moverse sin levantar sospechas. En la capital, los adolescentes
son utilizados para extorsionar a comerciantes locales y recolectar pagos por
protección. También actúan como mensajeros y halcones en las zonas controladas
por las pandillas.
El
reclutamiento de menores por parte del crimen organizado en Ecuador es un
problema complejo con múltiples causas y graves consecuencias, tanto para los
jóvenes como para sus comunidades. Abordar este problema requiere un enfoque
multidimensional que involucre a todas las partes interesadas.
La lucha
contra el reclutamiento de menores en el país debe constituir una prioridad
nacional, que involucre esfuerzos coordinados entre el gobierno, organizaciones
no gubernamentales y la sociedad civil. Solo a través de una acción conjunta y
sostenida se podrá ofrecer a las jóvenes alternativas viables y prevenir que
caigan en las redes del crimen organizado.
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