lunes, 11 de enero de 2021

 

POR: Cristóbal Zapata

 Publicado en la revista El Observador (diciembre de 2020, edicón 120)

 


La omisión de siglo
(A propósito del libro “La ciudad de todas las orillas”)
A propósito del cacareado Bicentenario, la Dirección General de Cultura, Recreación y Conocimiento del Municipio de Cuenca acaba de publicar el libro “La ciudad de todas las orillas”, que ha tenido la sorprendente peculiaridad de orillar o simplemente omitir algunos de los ríos nucleares de su historia y memoria cultural: ni más ni menos el arte y la literatura que se ha producido en Cuenca en estos ajetreados doscientos años. Mientras la artesanía, el diseño, la música e incluso los “paisajes sonoros” de Cuenca, tienen quien les escriba, nadie se ocupa de hacer un repaso crítico, o al menos una recapitulación de la trayectoria de las artes visuales, de la arquitectura y de la literatura en la ciudad. Peor aún del teatro, el cine y las artes escénicas que, si bien no han gozado del mismo protagonismo, han tenido momentos importantes en la historia de la cultura local. El descuido, olvido, o deliberada supresión (cualquiera de las tres situaciones es grave) resulta aún más incomprensible cuando uno de los miembros del Concejo Editorial del Bicentenario es una persona vinculada estrechamente con el Encuentro de Literatura de la Universidad de Cuenca. Y en la Junta Cívica –cuyos miembros, además de publicarse, tuvieron la atribución de elegir a varios de los colaboradores– aparece un connotado escritor local, que de lo único que se preocupó es de incluir un poema escolar de su autoría. En el gueto de la cultura nativa los bordes entre la incuria, la egolatría y la mezquindad son cada vez más difusos.

En su texto de presentación, Tamara Landívar, Directora de Cultura y responsable del proyecto, señala, acertadamente: “Hace cien años, en el Centenario de Independencia, poetas, escritores, arquitectos y la ciudadanía en general emprendieron la tarea de planificar la ciudad para el siguiente siglo. Para eso, no solo construyeron puentes o trazaron avenidas, sino que soñaron con la ciudad que querían: se permitieron cambiar el presente.” Lo paradójico es que cien años después se olvidaron de ellos.

Pero, no podemos dejar de celebrar la presencia de nuevas miradas y enfoques sobre diversos temas acuciantes y neurales, que nos atañen a todos los cuencanos. Tampoco el sugestivo conjunto de registros fotográficos que introduce la publicación, particularmente los relativos al confinamiento, que nos muestra el rostro callado de Cuenca, su orilla silenciosa.

La Dirección General de Cultura ha parido una criatura a la que, por decirlo de algún modo, le falta un ojo y una mano. El ojo y la mano de los artistas que en estos dos siglos han mirado la ciudad y el mundo; el ojo de los artistas que han elaborado centenares de pinturas, esculturas, piezas audiovisuales, e intervenciones en el espacio público que han contribuido a renovar los sentidos de la ciudad, resignificándola a la luz de las diversas alternativas sociales, políticas y culturales que ha vivido a lo largo del tiempo; el ojo y la mano de los arquitectos que proyectaron la urbe y diseñaron los edificios que fundamentan nuestro patrimonio material, el ojo de tantos magníficos fotógrafos que capturaron el perfume del instante y documentaron el tránsito cotidiano de Cuenca; el ojo de nuestros viejos y jóvenes cineastas; el ojo y la mano de numerosos poetas y escritores que han reinventado la urbe desde su subjetividad y su imaginación, pero que a su vez han dialogado con los lectores de aquí y de allá, de antaño y de ahora. Qué sería de nosotros sin “Catedral salvaje”, sin el “Sollozo por Pedro Jara”, sin “Polvo y ceniza”, sin “María Joaquina en la vida y en la muerte”, sin la cámara pionera de Carlos Pérez Agusti, sin la mirada indiscreta de Emmanuel Honorato.)

Hacer una lista de los omitidos o ausentes (aunque sea parcial) resulta un ejercicio casi perverso pero inevitable para que quede claro de qué hablamos cuando decimos que la omisión es escandalosa, imperdonable, inaudita:

Artistas: Gaspar Sangurima, José Miguel Vélez, Manuel de Jesús Ayabaca, Filóromo Idrovo, Honorato Vázquez, Abraham Sarmiento, Daniel Alvarado, Edgar Carrasco, Julio Montesinos, Ricardo Montesinos, Jorge Chalco, Jorge España, Olmedo Alvarado, Jaime Landívar, Ariel Dawi, Eugenio Abad, Diego Jaramillo, Igor Muñoz, Patricio Palomeque, Pablo Cardoso, Tomás Ochoa, Juana Córdova, Janneth Méndez, Juan Pablo Ordóñez, Falco, Juliana Vidal, Ma. José Machado, etcétera.

Fotógrafos: Manuel Jesús Serrano, José Antonio Alvarado, José Alvarado Sánchez, Emmanuel Honorato Vázquez, Leoncio Cordero Crespo, Víctor Coello Noritz, Rafael Sojos, Agustín Landívar... Solo para nombrar a los clásicos.

Escritores y poetas: Luis Cordero, Remigio Crespo Toral, Remigio Romero y Cordero, Mary Corylé, Alfonso Moreno Mora, Eugenio Moreno, Manuel Moreno, Manuel María Ortiz, Ernesto López Diez, Manuel Muñoz Cueva, César Dávila Andrade, Efraín Jara Idrovo, Rubén Astudillo y Astudillo, Antonio Lloret Bastidas, Jorge Dávila Vázquez, Eliécer Cárdenas, Catalina Sojos, Sara Vanegas, Johnny Jara, Galo Alfredo Torres, César Molina, Carlos Vásconez, Mariagusta Correa, Ángeles Martínez, Natalia García Freire, Issa Aguilar y otro largo etcétera.

No continúo con la lista de arquitectos, teatreros, bailarinas, danzantes y realizadores cinematográficos donde hay tantos nombres valiosos. Destaco, por ahora: Osmara de León, Clara Donoso, Andrés Delgado, Pilar Tordera, Mabel Petroff, Pancho Aguirre, David Pazos, Wendy Aguilar, Piotr Zalamea, Pancho Álvarez, Christian Albarracín, Leo Espinoza, Melina Wazhima, etc., etc.

Termino preguntándome cómo nadie advirtió tamaña omisión. Son diez miembros de la Junta Cívica, cinco delegados de las universidades, seis integrantes del Consejo Editorial, tres miembros del equipo técnico-editor. ¡Más de veinte personas! Y nadie vio nada. ¡Como un robo perpetuado en mitad del parque con 24 testigos!

Una publicación de estas dimensiones, de carácter conmemorativo, no podía estar sujeta al arbitrio de los “notables” por notabilísimos que sean, sino a cargo de un equipo editor experimentado y multidisciplinario.

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