jueves, 8 de noviembre de 2018

Mis hermanos mayores
Lenín Moreno fue miembro de un radical núcleo guevarista en su juventud, mostró siempre sensibilidad social y no tengo dudas que pensó que desde la presidencia haría realidad muchos de sus sueños militantes. Pero llegó tan debilitado que, paradójicamente, tuvo que aceptar la mano tendida de los social cristianos, otrora antagonistas. Así, en el gobierno del bonachón presidente Moreno, Jaime Nebot mueve las fichas a su antojo, a la vez que lo critica sin empacho, y se allana el camino al sillón presidencial para el 2021.
06 de noviembre del 2018
POR: Alexis Oviedo
Phd por la Universidad Católica de Lovaina. Ex investigador del Centro de Aprendizaje Continuo y Participación de esa universidad. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
lo vieron mani-pulable. Era joven, inexperto y en la campaña se apoyaba en ellos. Los miraba como maestros y mentores".
Nacieron cuando el Ecuador se modernizaba y abría al mundo, eran en su mayoría chicos y chicas de esa aún pequeña clase media que se consolidaba en las urbes. Nacieron pocos años antes que Fidel llegue al poder en Cuba y crecieron junto a la isla revolucionaria. Fueron adolescentes o jóvenes en el mágico año 68 y se movieron en esa historia que nacía al ritmo de rebeldía, de paz y amor, de justicia, feminismo y sacrificio. Ejercieron una militancia comprometida, a veces ciega y dogmática. Amaron y siguieron al Che, lloraron su muerte en el 67, se alegraron con el triunfo de Allende y apoyaron como pudieron a su Tío Ho.
En el 78 hicieron “la guerra de los cuatro reales”, aporte para la caída de la dictadura, pero luego no dieron respuestas adecuadas en una democracia naciente. Su izquierda se debilitó desde la atomización radicalista que motejaba de revisionismo a lo que no fuera leninista, hasta la actuación diletante de sus frentes amplios en el nuevo escenario de la “democracia burguesa”. Algunos empacaron su juventud y fueron a pelear contra la dictadura en Nicaragua. Muchos se cansaron de “ser realistas, pidiendo lo imposible” y fortalecieron la Izquierda Democrática y la Democracia Popular…  Otros —por suerte, los menos—, con las oportunidades del boom petrolero, buscaron la otra orilla en negocios agropecuarios en tierras cedidas por los campesinos a quiénes apoyaron en la reforma agraria, o crearon empresas donde no se admitían sindicatos.
Pero la mayoría seguía organizando a los obreros, iba de la mano con los indígenas con los cristianos comprometidos y entraba en los barrios marginales. Desde sus trincheras intelectuales, académicas o simplemente militantes, seguían forjando al Hombre Nuevo, replicando a Martí en educar al pueblo para verlo libre, moldeando ese mundo del que habla Isaías en la Biblia, donde habría leche y miel para todos. Algunos asumieron la herencia de Alfaro, el viejo luchador y desde la valentía y el romanticismo, entregaron su vida, a un León sediento de sangre zurda.
Luego vino la locura. Con la caída de un muro se derrumbaron muchos sueños, con la pérdida del Sandinismo, cayeron otras ilusiones. El discurso de Fukuyama y la pragmática del capital, les encontró en sus 40 años sin propiedades ni trabajo fijo. Varios asumieron ese cínico cacareo: “si eres joven y no eres comunista, no tienes corazón; si eres maduro y sigues siéndolo, no tienes cabeza” y, como dice Charly García, se cansaron de hacer canciones de protesta y se vendieron a Fiorucci. Buscando piso, fueron al misticismo ancestral, a la parapsicología o simplemente, con ansia a la vida loca, ante una juventud que se les iba como agua entre de las manos. En la mediana edad, miraban atónitos una vida desperdiciada entre reuniones marxistas, clandestinidad y educación popular, donde gastaron la individualidad y se negaron placeres a nombre de una militancia que parecía haber sido una larga equivocación.
Aquellos pragmáticos que no renunciaron a la política, se convencieron que solo podían hacerlo bajo las reglas de la “democracia burguesa” y fueron hacia las alianzas; unas incluso disparatadas. La política militante de izquierdas es pequeña, marginal –dijeron- y se acercaron a los otrora “revisionistas”, e incluso a los enemigos de clase. Total, en política se tuesta granizo. El objetivo era incidir en el poder, foguearse para luego tomarlo… se acercaron a Bucaram, porque al otro lado estaba Nebot, sube Bucaram y resulta que es de los mismos, hasta que cae… Cercanos a Mahuad, porque ¡Noboa no puede ser presidente!, el lojano quiebra el país y por suerte cae... Apoyan a Lucio pues parece ser el Chávez ecuatoriano, pero se declara el mejor amigo de Bush y también cae… De pronto aparece un joven economista…
Y lo vieron manipulable. Era joven, inexperto y en la campaña se apoyaba en ellos. Los miraba como maestros y mentores. Por fin esa generación que luchó por casi 40 años, creyó haber llegado al poder. Por fin cristalizarían sus sueños de equidad. El ungido, se hizo rey apenas pudo y actuó como tal, pero los zurdos más estalinistas lo vieron como al secretario general del pasado y con la pasión de La Pasionaria justificaron sus abusos. Los menos ortodoxos, creyeron firmemente en el líder, aupados en las apostillas de Laclau, íntimamente claros en que no hacerlo era perder lo alcanzado. Otrora mentores y maestros, quedaron en un círculo de segundones: incidían en el manejo estatal, pero en escala nada comparable a los miembros del “círculo rosa”. Tenían prebendas, pero mínimas, si se miraban aquellas de los panas Scouts del presidente.
Jamás influyeron en el caudillo al mismo nivel que los compañeros de la Católica de Guayaquil… Cuando pensaron en apartarse, recordaron que casi habían cumplido 60 años..., miraron a los que se opusieron, a esos que recibieron el ostracismo de la política, la invisibilización, el escarnio.
Quien nos gobierna, es parte de esa generación. Moreno fue miembro de un radical núcleo guevarista en su juventud, mostró siempre sensibilidad social y no tengo dudas que pensó que desde la presidencia haría realidad muchos de sus sueños militantes. Pero llegó tan debilitado que, paradójicamente, tuvo que aceptar la mano tendida de los social cristianos, otrora antagonistas. Así, en el gobierno del bonachón presidente Moreno, Jaime Nebot mueve las fichas a su antojo, a la vez que lo critica sin empacho, y se allana el camino al sillón presidencial para el 2021.
Es claro que el Ecuador tiene un presidente cansado, como un sector de su generación que se cansó de luchar y hasta se cansó de tener voluntad de poder. Sin embargo, están las excepciones, esos viejos compañeros que siguen formando cuadros, organizando, mirando más allá de poder gubernamental. Esos hermanos mayores cuya experiencia es necesaria, cuando ni izquierda, ni socialdemocracia saben qué hacer en días en que el badajo de la política tañe, por doquier,  en el costado derecho de la campana.

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