Ya hay 17 los aspirantes a la Alcaldía de Quito y se espera que en los próximos días aparezcan nuevos nombres. Sin embargo, esta gran cantidad de candidaturas no parece que llegara acompañada de debates alrededor de un proyecto de ciudad que Quito necesita para dejar la lenta agonía que vive con Mauricio Rodas. Mientras Paco Moncayo, el candidato más opcionado por las encuestas, no está dispuesto a debatir con los otros aspirantes, las propuestas para la ciudad, del resto de candidaturas, aparecen de forma deshilachada y más enfocadas en lo que dicen las encuestas que en los grandes desafíos de la urbe.
en este contexto, 4Pelagatos entrevista al experto en urbanismo y estudioso de Quito, Fernando Carrión. Carrión hace diagnósticos, mira a Quito hacia atrás y hacia delante, hace críticas y sobre todo propuestas. Si Quito quiere recuperar su capitalidad, dice él, tiene que cambiar un modelo caduco de gestión burocrática establecida durante el correísmo y decidir lo que quiere ser. Carrión habla de un modelo productivo que se sustente en un sistemas servicios que nazca de su capacidad de conectarse con el mundo.
Quito podrá ser nuevamente una ciudad regionalmente competitiva si se piensa que en el mundo moderno las ciudades portuarias ya no tienen que estar necesariamente cerca del mar o de un río sino tener un aeropuerto internacional. Por eso, él piensa que en la zona de Cumbayá, por su cercanía con el aeropuerto, se debe establecer un nodo de conectividad con el mundo a través de la tecnología y la comunicación. Algo como Bogotá hizo con Ciudad Salitre, en la zona aledaño al aeropuerto de El Dorado. Pero para llegar a tener un nuevo modelo de productividad hay que primero tejer un proyecto de ciudad y, para eso, se necesita que existan acuerdos entre las distintas ciudades que cohabitan dentro de la ciudad de Quito. Estos acuerdos permitirán que existan administraciones descentralizadas y más cercanas a la sociedad para sectores como el Centro Histórico, el sur de Quito y el valle de los Chillos o el norte junto con el valle de Tumbaco, por ejemplo.
El escenario ideal para la construcción de un proyecto de ciudad, como el que desesperadamente necesita Quito, es una campaña electoral. Sin embargo, por lo que se ha visto por lo pronto en la campaña para la Alcaldía, dice Carrión, no hay cómo ser optimista sobre el futuro. Su pesimismo sobre el futuro de Quito, se explica por el contenido del discurso de los candidatos para la Alcaldía. Estos candidatos, que hasta ahora suman 17, hacen propuestas que nacen de lo que dicen las encuestas; no de la necesidad de la ciudad de tener un proyecto. Se limitan a los problemas de seguridad, recolección de basura y, quizá, algo de transporte. Nadie habla sobre el cambio de modelo de gestión o sobre el problema de la representatividad política.
Las propuestas que están haciendo los candidatos se sustentan en dos líneas básicas: el urbanismo de las palabras, que consiste en hablar de “la ciudad alegre” o “la ciudad inclusiva”, sin saber exactamente si eso tiene algún significado real, y en el ejercicio tradicional de la política que consiste en hacer visitas a los barrios con bandas de música, apariciones en mercados o con los comités barriales donde, a lo mucho, se llega al compromiso de hacer una escalinata, un parque o quizá una cancha de fútbol. De ese ejercicio no saldrán las grandes propuestas.
¿Cómo debe ser un proyecto de ciudad para Quito? Carrión cree que la capital tiene que asumir que es una ciudad de ciudades, con sectores que tienen realidades muy distintas. Además, el actual modelo de gestión, desarrollado durante el correísmo, no funciona porque es centralista y se basa en una visión burocrática que el actual asambleísta Pabel Muñoz diseñó para la ciudad y para el Estado central cuando estaba en la Senplades.
Así, el sistema de 40 y pico de ministerios que llegó a tener el Gobierno central se replica en el Municipio de Quito en una enorme cantidad de secretarías y empresas municipales que hacen del manejo de la ciudad una tarea imposible. Ese modelo instaurado en Quito, durante la Alcaldía de Augusto Barrea, no fue desmontado por Rodas y ahí está el corazón del problema. A diferencia de Quito, Guayaquil sí logró construir un modelo de ciudad. En esa tarea intervinieron sectores como las cámaras de comercio y hasta los equipos de fútbol. Guayaquil ahora tiene un municipio con 4 500 empleados que es mucho más eficiente que el de Quito que, con menos población, tiene a más de 7 mil empleados.
El metro es otro tema que preocupa a Carrión. Se trata de un proyecto pensado en un hipercentro que va desde la Villaflora hasta las Naciones Unidas. Las dinámicas que generará esa obra harán que la población de Quito necesite más que nunca ir a esas zonas, lo que producirá mayores problemas de movilidad para sectores como los valles o los sectores del extremo sur o norte de la ciudad. Además, no está solucionado el problema de la tarifa: 45 centavos es una cifra muy baja y, si el Gobierno no asume parte del costo de la operación con un subsidio, el proyecto será un fracaso.
También está el problema de la representatitivad política, algo que no es exclusivo de la ciudad. En el Ecuador hay 276 organizaciones políticas mientras que Colombia, con más del doble de la población tiene 20. O Chile con la misma población tiene 17. En Quito están más de 49 de esos movimientos, lo que pemite pensar que el próximo alcalde llegará con escaso apoyo. Por eso cree que hay que hacer una reforma al Código de la Democracia y pensar en un sistema en el que en las ciudades más grandes como Quito, haya una segunda vuelta en la elección del alcalde.
En definitiva, Quito enfrenta el dilema de seguir siendo un cadáver insepulto como está ocurriendo con su modelo de gestión y su carencia de proyecto, o se convierte en una ciudad que recupere su capitalidad, los liderazgos nacionales y gestione un modelo de productividad que la convierta en un lugar donde sus ciudadanos puedan tener expectativas; laborales entre otras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario