viernes, 30 de junio de 2023

Ellos encontraron a los niños

Por Patricia Nieto

Los cuatro hombres estaban agotados, habían dormido tres semanas en la densa selva amazónica colombiana. Mientras subían por una colina, a eso de las 2:00 p. m. del 9 de junio, uno de ellos escuchó un llanto muy tenue. Los habían encontrado.

Quizás conoces la noticia: un avión se desplomó en la selva, los tres adultos abordo murieron, pero los cuatro jóvenes pasajeros —de 13, 9, 4 y un año— desaparecieron. Entonces, el gobierno de Colombia desplegó una operación nacional de búsqueda y rescate por ese territorio hostil. Después, la buena noticia recorrió el mundo: tras 40 días, los niños fueron hallados con vida.

Integrantes de la Guardia Indígena y soldados del ejército con los cuatro niños rescatados.Oficina de Prensa de las Fuerzas Armadas de Colombia vía Associated Press

Menos conocida es la historia de los rescatistas, miembros de la Guardia Indígena. Nuestras colegas Genevieve Glatsky y Julie Turkewitz escribieron esa historia. Genevieve y la fotógrafa Nathalia Angarita viajaron a Puerto Leguízamo, en el extremo sur de Colombia, para reunirse con cuatro hombres que fueron clave para encontrar a los niños.

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Su reportaje es iluminador: las vidas de los rescatistas —Nicolás Ordóñez, Eliecer Muñoz, Dairo Kumariteke y Edwin Manchola— son, de muchos modos, el reflejo de los desafíos de la Colombia actual.

Para conocer más sobre esta historia y estos hombres, le hice unas preguntas a Genevieve.

Patricia: ¿Qué nuevos detalles descubriste al hablar con los guardias indígenas?

Genevieve: Fue interesante descubrir cuánto había influido en sus vidas el conflicto armado y lo mucho que había impactado en su decisión de unirse a la búsqueda. Nicolás Ordóñez, el primero en ver a los niños, tiene solo 27 años y fue miembro infantil de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ordóñez se unió por precariedad económica. Tiempo después fue capturado y entonces entró en un programa de reintegración gubernamental. Durante tres años fue al psicólogo, tomó clases e hizo servicio comunitario, y eso lo inspiró a hacer un cambio en su vida. Me contó que mientras estaba en las FARC, su madre encendía una vela todos los días para pedir por su regreso sano y salvo, y que ella hizo lo mismo cuando fue a la selva a buscar a los niños.

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Ordóñez en su casa en ColombiaNathalia Angarita para The New York Times

El conflicto armado trastocó la vida de Eliecer Muñoz, otro de los rescatistas, de manera diferente. Un grupo armado desapareció a su hermano y su padre, y nunca llegó a saber qué fue de ellos. Así que la operación de búsqueda fue muy personal para él.

P: La Guardia Indígena no era un grupo muy conocido de Colombia, pero ahora está al centro de una de las mayores noticias del país. ¿Cuál es su origen?

La versión actual de la guardia inició hace unos 20 años en respuesta al conflicto armado, era una forma de proteger los territorios de distintos pueblos indígenas tanto de los grupos armados, las compañías petroleras como, a veces, incluso del ejército. Pero la guardia es en realidad un colectivo de muchas guardias de comunidades de todo el país que patrullan sus tierras. Es algo así como una fuerza policial local, solo que no portan armas.

En Puerto Leguízamo comprendí lo profundamente espirituales que son los integrantes de la guardia. Nathalia, la fotógrafa que me acompañó, y yo estuvimos en varias ceremonias y rituales para conocerlos mejor, antes incluso de preguntarles específicamente sobre el rescate. Muchos rituales involucran mambe, un polvo verde que es un estimulante ligero hecho de hojas de coca y ambil, una pasta de tabaco. Son sustancias sagradas para el pueblo murui muina, del que forman parte los cuatro rescatistas.

P: ¿Llegaste a alguna suerte de conclusión mientras escribían un reportaje que vincula la historia moderna del país y las biografías de estos hombres?

G: Fue poético y hermoso ver cómo todas estas historias se entretejían. Un ex niño soldado cargó en la espalda a una niña de más o menos la misma edad en la que él fue reclutado por la guerrilla hasta ponerla a salvo, y lo hizo junto a alguien que había perdido a sus familiares a manos de un grupo armado. Y en las labores de búsqueda ellos tuvieron el apoyo del ejército, una institución que tiene su propia relación espinosa con el conflicto armado y con las comunidades indígenas. Así que me di cuenta de que además de ser una historia sobre la supervivencia, también tenía un relato más grande de redención personal y de reconciliación en Colombia.

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