viernes, 5 de diciembre de 2025

 

Dulce Jesús mío

En la Catedral vieja de Cuenca, en adviento se expone, esta maravillosa muestra, tiempo litúrgico de preparación para el nacimiento del redentor, permanecerá abierta hasta el 6 de enero, momento cumbre en que el niño nacido en Belén, en brazos de sus padres, es puesto a salvo en la huida, en medio de la muerte de miles de inocentes, por los designios de la sombra de Herodes. 

Dulce Jesús mío, hermoso y poético nombre que signa la exposición, título que convoca, evocador, intimista, tierno.

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Por vez primera se apertura una muestra de esta magnitud, por centurias esta tierra y las familias han conservado la profunda tradición de origen antiguo; la devoción al Niño Dios, la elaboración del pesebre demandaba esfuerzo de meses, el centro convocante y objeto de veneración, era el recién nacido.

La colonia edificó una civilización nueva:  incorporó habilidades, estética, conceptos, estilos, arquitectura, ornamentos interiores, visiones novedosas del espacio, nuevas formas de relacionamiento con los seres superiores, surgía cosmogonía, una interpretación del mundo y la vida que implicaban continuación, ruptura y comienzo, infinidad de nuevas tecnologías, que lo transformaron todo.

En 1562, mediante real cédula se determina la creación del  colegio de artes y oficios San Andrés, en Quito, que  protocoliza experiencias valiosas de décadas precedentes, surge  ligada a la orden  Franciscana,  inició con los aportes de : Padre Juan Morales, como custodio y guía;   Fray Jodoko Ricke,  profesor de pintura y escultura;  Fray Pedro Gosseal,  profesor de pintura y escritura;  Jorge de la Cruz Mitima y Francisco Morocho, instructores de : labrado en piedra, horneado de ladrillos, construcción en general; Frailes Francisco Morillo y José de Villalobos, profesores de :  gramática, lectura y escritura.

Conocida como “La Escuela Quiteña” fue un esfuerzo inmenso de crear un mundo nuevo, condensó una serie de artes y oficios, proyectándose en influencia regional, desde Popayán al norte hasta los límites de Piura y Cajamarca al sur;  fue en estricto una institución de edificación civilizatoria, por medio de la  educación de indios y sectores menos adinerados, formación y organización de mano de obra para levantar la colonia y sus símbolos, el trabajo con las manos conoció en las escuelas de artes y oficios un tratamiento nuevo, se tornó vehículo de potencia pedagógica y  doctrina, allí llegaron los indígenas sensibles y más propicios a la formación,  trajeron su realidad interior y exterior, la riquísima tradición oral de sus ancestros en la que fueron educados,  aquellos elementos cobraron expresión plena en la riqueza de la escuela de arte quiteño;  la sutil  sensibilidad de los habitantes de este singular territorio, llevó a que en la colonia, sea un núcleo de producción exquisita de arte sacro, destacándose como el que más, en toda la gigantesca magnitud del Reino de España.

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Las  referencias en el siglo XVI a talladores de madera, ebanistas y escultores, son varias , destacan :  Diego de Robles y Juan de Rivera, entre otros; en el subsiguiente siglo,  fue el tiempo en que, se pulieron técnicas, corrigieron procesos,  se verificó  experiencias de error y acierto, maduró la producción, llegando a aportar con obras exquisitas,  debe destacarse los nombres de :  Padre Carlos  y José Olmos conocido como Pampite, entre varios; en el siglo XVIII  harán sus aportes Bernardo de Legarda, Manuel Chili conocido como Caspicara, Manuel Samaniego, Francisco y Vicente Albán, Bernardo Rodríguez, Sor María Estefanía Dávalos, entre varios nombres; a finales de siglo y en el subsiguiente el XIX , un nuevo núcleo de alto valor se establecerá, surgiendo lo que algunos han denominado “ la escuela cuencana “,  destacarán : Gaspar Sangurima, y José Miguel Vélez,  bien entrado el siglo y  sobre todo en el siglo XX, dejarán su impronta :  Daniel Alvarado, Manuel Ayabaca, Antonino Alvarado, Jaime Jimbo, Daniel Mogrovejo, Filoromo Quisphi, entre muchos más. Estos y otros nombres han sobrevivido al paso de los siglos, en donde, como constante, el anonimato del autor acompañaba a la pieza.

La sabiduría del Arte y del Oficio, los conocimientos de la madera, su consistencia y maduración, la disposición de las hebras, la paciencia de la talla, el pulimento del realismo detallista, sobre todo en el pliegue o la arruga, la definición de las minúsculas formas, el cristal de los ojos, para concluir en los acabados de la pieza mediante el encarnado, técnica sustanciada en el relleno y sellado de los poros de la madera, mediante una mezcla de yeso y cola, luego de la cual se aplicaban,  varias finas capas de pinturas en base a distintos pigmentos,  luego de cada una de las etapas señaladas se  acompañaba un pulido de gran finura, hasta obtener una pieza exquisitamente lisa y uniforme, finalmente se concluía con el golpeteo a la pieza,  con vejiga de cordero en mezcla con saliva,  para obtener el brillo característico, de ser el caso se agregaba las potencias, elaboradas por orfebres en oro, plata u otros materiales.

El sincretismo cultural, el torrente de mestizaje, la mixtura racial que nos contiene, se puede observar en el arte sacro, en la elaboración de “recién nacidos “, cada “niño “posee un semblante particular, llama la atención, la enorme diversidad de rostros y expresiones faciales. En el caso de pesebres si hay establecimiento de   patrones referenciales de costumbre y doctrina, pero en lo tocante al “Niño Dios “se observa una creatividad desbordante.

Cuenca, desde sus años primigenios como urbe, con fundación  española en 1557, hizo suyas dos fechas referenciales;  el  Corpus Cristhi, y la Navidad; hay abundantes registros en la colonia temprana de esta tradición, los conventos cumplieron papel de singular importancia en el mantenimiento de la tradición de los pesebres, antigua práctica que se remonta al vértice del primer milenio, se puede encontrar también referencias de la existencia de figuras que aluden al tema y que son legadas testamentariamente.

La influencia Cañari e Inca, trajo consigo una sutil mescla cultural, de la cual no se conoce manifestaciones similares en Ecuador, la vieja tradición cuencana mantiene la adoración al “Niñito Dios “en los tonos del Niño, se usan vocablos   del sur ibérico, castellano antiguo, quichuismos y topónimos cañaris. Cuenca ha conservado una tradición cultural potente, tuvo cimiente en los grupos pre hispanos, al llegar los españoles encontraron el canto pentafónico, el cual se unió al castellano tardío y surgió “El Tono del Niño, es la única región de Ecuador que no posee villancicos, sino “Tonos del Niño”, es la impronta con que esta tierra a signado la historia y la cultura.

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Pocos conocen, uno de los aportes mayores al acervo cultural de Cuenca, la familia Eljuri, varios de sus integrantes, se consagraron a incrementar el patrimonio artístico, como jamás en la historia de esta tierra se había dado, riquísimas colecciones de arte sacro, colecciones pictóricas, conjuntos escultóricos, no es común esta particularidad. Hoy por vez primera podemos acceder a una espléndida muestra de lo más representativo de la Reserva de Arte Sacro de Niños Dios de: Antonio Álvarez Moreno y Gladis Eljuri Antón, nunca antes en la ciudad, pudimos contemplar lo más fino de la escuela quiteña, de los siglos XVII, XVIII y XIX y de la escuela cuencana del XIX y XX, una selección representativa, que sería de sumo valor en los mejores museos del mundo. Honor a la amada Cuenca en tiempo de Navidad, contemplando lo sutil.

Juan Pablo Serrano Neira

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Fotografías y Videos

1.- Fotografía Juan Pablo Serrano
2.- Fotografía Curia Arquidiocesana 
3.- Video " Villancicos del Siglo XVII " https://www.youtube.com/watch?v=_wDlL4-IZcQ
4.- Fotografía Curia Arquidiocesana
5.- Fotografía Curia Arquidiocesana 

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