La campaña “La mano sucia de Chevron” fue uno de los espectáculos mediáticos más ambiciosos del correísmo, una mezcla de activismo ambiental, propaganda política y producción cinematográfica al estilo Hollywood. En medio de ese guion cuidadosamente armado, desfilaron figuras nacionales e internacionales que posaron con la icónica mano negra sin entender —o sin preguntar— qué tan manipulado estaba el libreto. Actores, músicos, deportistas y celebridades fueron llevados a la Amazonía como si visitaran un set de filmación, mientras el equipo de comunicación del régimen montaba un relato donde el petróleo en la mano valía más que la verdad en los expedientes.
Entre los nombres que participaron estuvieron personalidades como Mia Farrow, Danny Glover y la actriz Daryl Hannah, René Pérez —Residente— y Eduardo Cabra de Calle 13, deportistas y presentadores que aceptaron la invitación bajo el supuesto de apoyar una causa ambiental legítima. Muchos de ellos jamás conocieron los detalles técnicos del litigio, nunca leyeron una pericia, ni supieron de las denuncias de manipulación de pruebas, siembra de pozas y presiones políticas dentro del propio proceso. Fueron, literalmente, actores dentro de una obra que no escribieron.
Con el tiempo, el caso Chevron terminó derrumbándose en tribunales internacionales, revelando lo que fue, una estrategia política cuidadosamente diseñada para construir enemigos externos y cohesionar la narrativa del poder. Las celebridades que posaron sonrientes con petróleo en la mano quedaron como extras involuntarios de un montaje que explotó emocionalmente la imagen de la Amazonía para fines que no siempre eran ambientales. Hoy, su participación no se recuerda como un gesto de solidaridad, sino como el ejemplo perfecto de cómo una causa legítima puede ser secuestrada por el espectáculo político.