lunes, 1 de septiembre de 2025

 Juan Cuvi

Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.

Noboa: cómo naufragar en un páramo

En Kimsacocha está en juego una confrontación que puede ser decisiva en varios niveles. Su solución a favor de las demandas ambientales representa no solo una derrota para el gobierno, sino para el Estado y para el sistema.

En política hay episodios que pueden ser decisivos. Como una batalla que define el rumbo final de la guerra.

Kimsacocha, el páramo azuayo donde se quiere imponer el proyecto minero Loma Larga, podría terminar siendo el arrecife donde encalle el gobierno. La marcha en defensa del agua, convocada para el próximo 16 de septiembre por prácticamente todos los sectores sociales de Cuenca, será multitudinaria. Y mal haría el gobierno, como suele ocurrir en estos casos, en minimizarla o menoscabarla.

Hasta ahora, el régimen ha dado muestras de una peligrosa mezcla de viveza criolla, indiferencia y menosprecio. Ha permitido y propiciado una serie de acciones en desmedro de los derechos constitucionales al agua, a la naturaleza y a un ambiente sano. El Ministerio del Ambiente, contra todo principio de preservación de las zonas de recarga hídrica, aprobó la concesión a la empresa canadiense Dundee Precious Metal (DPM) para la explotación de la mina. Al mismo tiempo, validó la realización de una consulta previa en las comunidades potencialmente afectadas por el proyecto, consulta que tiene claros vicios de ilegitimidad.

La ministra de Energía, en ese momento encargada de la cartera de Ambiente, añadió combustible al conflicto, con una declaración que no puede ser considerada más que como una ofensa púbica, por decir lo menos. Rechazó los informes de la empresa ETAPA con el peregrino argumento de que estaban falseando la realidad. La respuesta indignada de la ciudadanía y de las autoridades locales no se hizo esperar. Al final, la torpeza de la ministra Manzano terminó por alinear a todo el mundo con la defensa del agua y en contra de la postura del régimen.

¿Qué hará el presidente Noboa frente a una movilización que podría desbordar toda expectativa y cálculo? ¿Se arriesgará a desconocer la fuerza de la ciudadanía en las calles, o tomará la decisión más sensata de reconsiderar su decisión? ¿Son tan fuertes los compromisos empresariales con la empresa DPM como para poner en riesgo la estabilidad de su gobierno?

Más vale una honrosa retirada que una confrontación caótica, podría ser el lema al que deba plegar el régimen. Pero eso implica una inteligencia política de la que no hacen gala las actuales autoridades. La misma decisión de ir por la minería a cualquier costo implicó una metida de pata monumental. Y sacarla, a estas alturas, resulta más difícil y costoso que haber frenado a tiempo.

En Kimsacocha está en juego una confrontación que puede ser decisiva en varios niveles. Su solución a favor de las demandas ambientales representa no solo una derrota para el gobierno, sino para el Estado y para el sistema. Es la ratificación de una agenda local, nacional y global en favor de la protección de la casa común y en contra de la minería desbocada. Pero desde el poder parecen no entenderlo.

Naufragar en el páramo sería la metáfora más absurda del fracaso de un gobierno.

 

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