Por:
Alberto Ordóñez Ortiz
Cuando laboraba en el
IESS y escuchaba decir a las Secretarías, sea porque no pagaban el
ansiado reajuste o simplemente por un “álzame estas pajas”, la
conocida expresión “al mal tiempo buena cara”, solía reformar el refrán por
este otro <más cogedor>: “al mal tiempo buen rabo” El ominoso silencio
confirmaba de manera explícita la enormidad de mis razones. El humorismo
es lo que nos diferencia de los animales, porque los que carecen de él, no
saben lo que se pierden y casualmente porque son unos perfectos animales.
En las reuniones
familiares, no faltaba quien recurriera a la conocida expresión: “que pena que
María esté pasando por esa situación” A lo que, yo en tono sumiso replicaba,
que pena, pero con e. En mi imaginario el humor era y es parte vital de mi
itinerario personal. Allí les va esta otra, de mi autoría, hoy felizmente generalizada
por sus saludables efectos prácticos: “en el chuchaqui soy capaz de hacer
el amor con mi propia mujer”
El humorismo es un
elemento inherente a la condición humana, exceptuando, claro está a los
que carecen de él -que los hay, y, muchos- Usualmente son Hieráticos, frígidos
como la Margaret Tatcher o como un día sin sol, uno fruncido, entre que anuncia
y no una torrencial lluvia. Sin embargo, inclusive en días así, el humorismo
cuencano etiquetó con zhumir del bueno la siguiente frase: “Se está componiendo
el día” Es cuando los “chispos” se frotan las manos y <saliban> hasta más
no poder.
Dentro de su proceso
evolutivo, el humorismo se ha diversificado ad infinitum. Es así como tenemos
un humorismo despiadado, sarcástico, negro, al que le siguen los perros
salchichas de un vasto etcétera. En ese enclave, hay los que cuentan “cachos”,
quienes para mi gusto personal son los menos interesantes, porque de alguna
manera se constituyen en una suerte de cacatúas que repiten lo dicho por otros.
En estos casos las fotocopiadoras funcionan a todo vapor. No hay ningún aporte
personal. En cambio, el <improntu> cuencano. Aquel luminoso resplandor
que surge en el mismo instante -o inmediatamente- de producido el acto que
genera la respuesta humorística, exige de imaginación y celeridad intelectual.
Cuando a “Paco Estrella”, ese genio del humor, el doctor Gabriel Cevallos, por
entonces rector de la Universidad de Cuenca le envió un oficio en el que le
llamaba la atención; Paco, de inmediato le respondió: “Ese oficio no me gusta
matantiru tirulam”. El profesor le dio al Rector del Alma Mater una clase
humorística que, como era de esperar, dio fin al incidente.
El doctor Gerardo Cordero
y León, hombre inteligente y luminoso por su conocido sentido del humor,
provocó más de una risotada cuando como integrante del Tribunal que
<examinaba> a un alumno que pretendía graduarse como abogado, le preguntó
¿Qué es para Usted el derecho” y como el alumno no daba pie con bola, dijo
dirigiéndose a los miembros del Tribunal, “este señor no sabe ni lo que es el
izquierdo…”
Dos entrañables amigos
-de pocas pulgas, cuando estuvieron arrinconados en sus grados de bachilleres
contra las cuerdas de su sesuda y admitida vagancia, tambien and infinita, se
les preguntó en su orden, “que era el buey apis” -en clara alusión a la
mitología egipcia- respondió con la intencional solemnidad propia de los sabios
griegos: ël buey apis es un ave…” Cuando a mi otro amigo se le interrogó sobre
cual era la frase con la que se distinguía a Lope de Vega por su vasta obra,
sin dilación respondió: “la bestia humana”. La bestia humana será Usted
respondió el profesor, porque en lo que a Lope de Vega concierne, se le conocía
como “el monstruo de la naturaleza” Lo que el profesor no sabía es que
monstruo y bestia son sinónimos.
Si de humor hablamos no
podemos dejar de mencionar a ese excelso humorista que fue Eduardo Cevallos
García. Tampoco debemos hacer abstracción de Edmundo Maldonado, cuyo fino
humorismo podía ir rápidamente del blanco al negro y viceversa.
El periplo editorial del
semanario “la Escoba” dejó un legado humorístico invaluable y hasta el día de
hoy, insuperable. Sus principales redactores -cada uno más fino y encendido que
el otro- Hugo Ordóñez Espinosa, Francisco Estrella Carrión, Estuardo Cisneros
Semería, Ramón Orellana Ayora, Gabriel Cevallos García, Marco Antonio Sánchez,
Julio Montesinos Malo, barrieron con la cerrada visión mística de una sociedad
que se <asustaba>¡ de todo lo que excediera de esos límites. Su presencia
logró que los cuencanos se abrieran a las nuevas visiones de un mundo en
continuo trance de transformación. Su editorial “El RETRATO DE LA VÍCTIMA’, su
columna vertebral, puso en evidencia que sin humor la vida no era llevadera ni
posible. Recuerdo -entre otros varios- dos chascarillos inimitables: El
uno: Cuando en alusión a su postura conservadora, se dijo de uno de su más
recalcitrantes representantes, que “para bañarse en el entonces conocido
“ hondo del palo” no se sacaba ni el abrigo. El otro: Cuando se dijo de un
conocido y respetable abogado, “de cuyo nombre no quiero acordarme” quien no
usaba el almidón -propio de la época- para mantener enhiesto el cuello de la
camisa, sino que utilizaba “cuellos de hierro enlozado”.
Los grafitis nos han
invadido con su caústico humor, basta recordar aquel que decía: “Las putas al
poder, sus hijos ya fallaron”, o este último que acabo de festejarlo hasta el
mismo estropicio: “NO AL ABORTO, SI A LA PEDOFILIA” firma supuestamente un tal
Hernán Rodas. La nivea pared en que fue escrito se llenó de colores como
los del aro íris y es ahora mismo un centro ceremonial del humorismo y de la
carcajada fácil y contagiosa.
“EL OBSERVADOR”, revista
inclaudicable en cuanto a su postura política recia y contestataria, que no se
amilana ante nada, ni ante nadie, se ha mantenido a ultranza -contra viento y
marea- en esa invariable y respetable línea de conducta. La recia
personalidad y la versátil capacidad intelectual de Jaime Cedillo, su Editor en
Jefe, como de sus articulistas, ha permitido que la Revista mantenga ese
indispensable balance en que lo serio, lo veraz y lo humorístico conformen una
gloriosa y gozosa unidad que la convierte en lo que con tanta gracia dice el
pueblo: “en pan caliente” Sus ediciones se agotan precisamente por el juicioso
balance que es el sustento de su sólido edificio intelectual.
Sus caricaturas reflejan
la realidad local, nacional e internacional, pero vista bajo el prisma de su
propio sello y originalidad. Hay un derroche de fuegos artificiales que
inevitablemente nos conducen a la risa fresca y reconfortante. Al reencuentro
-por decirlo de alguna manera del “lado flaco”¨de los personajes y de los
acontecimientos.
Y a propósito de
personajes que trascendieron a la historia, tenemos a Napoleón cuando dijo:
“Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo” Esta de
Marck Twaín: “El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando hace
sol, y nos lo quita cuando empieza a llover” O esta otra de Oscar Wilde: ‘Las
preguntas no son las indiscretas, lo son las respuestas…” De todo lo que dejo
dicho, sé que Dios me perdonará, porque ese es su oficio. Inclusive de esta
dicha por Bonil: “Resulta fácil dibujar al coronel Gutiérrez porque lleva su
caricatura puesta”
Y por último, una
reveladora acotación del espíritu caústico a la vez que demoledor, por veraz,
del incomparable genio de Albert Einsten: “Nada hay más infinito que la
estupidez humana” He dicho.
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