jueves, 29 de septiembre de 2022
martes, 27 de septiembre de 2022
lunes, 26 de septiembre de 2022
Redacción Centro Gabo
Gabriel García Márquez solía jactarse de que en toda su extensa carrera periodística jamás había publicado una entrevista. Había hecho cientos de ellas para obtener la información vital de sus historias, por supuesto, pero muy pocas veces las había publicado como textos independientes a sus crónicas y reportajes.
Este era un género periodístico que el escritor colombiano consideraba problemático. El 14 de julio de 1981, en un artículo titulado “¿Una entrevista? No, gracias”, expresó sus razones al respecto. “El género de la entrevista abandonó hace mucho tiempo los predios rigurosos del periodismo para internarse con patente de corso en los manglares de la ficción”, afirmó. “Lo malo es que la mayoría de los entrevistadores lo ignoran, y muchos entrevistados cándidos todavía no lo saben. Unos y otros, por otra parte, no han aprendido aún que las entrevistas son como el amor: se necesitan por lo menos dos personas para hacerlas, y sólo salen bien si esas dos personas se quieren. De lo contrario, el resultado será un sartal de preguntas y respuestas de las cuales puede salir un hijo en el peor de los casos, pero jamás saldrá un buen recuerdo”.
Diez años después, el 14 de enero de 1991, profundizó en esta perspectiva crítica, esta vez durante una entrevista concedida al diario El Espectador. “No es cuestión de imaginación sino una falla profesional importante el pensar que el periodismo es la entrevista”, sentenció.
Por todo ello, resulta bastante curioso que uno de sus mejores trabajos periodísticos, Relato de un náufrago, haya surgido gracias a una de las entrevistas más largas que García Márquez realizó en su oficio como periodista. Para escribir los catorce capítulos que cuentan la historia del marino Luis Alejandro Velasco -y que fueron publicados entre el 5 y el 22 de abril de 1955-, Gabo tuvo que entrevistar al náufrago colombiano durante dos semanas. Cada sesión tardaba seis horas y se llevaban a cabo en la sede de El Espectador en Bogotá. Gerald Martin, en su biografía del escritor (Gabriel García Márquez. Una vida), sostiene que muchos de estos encuentros tuvieron lugar en una pequeña cafetería de la Avenida Jiménez.
“No nací para realizar entrevistas en el sentido en que se entiende actualmente. Mi fuerte es la conversación. Y el resultado de una de esas largas conversaciones es el Relato de un náufrago”, le dijo García Márquez a la revista Lire en marzo de 1980. “Allí no hay una sola frase que se le pueda atribuir literalmente al marino Velasco. Conversé con él durante varias horas. Él me contaba su historia y yo lo escuchaba a la manera de un sicoanalista”.
El recurso técnico más llamativo fue el uso de la primera persona para relatar la historia. Así, el testimonio parecía más genuino, directamente salido de la boca de su protagonista. Fue uno de los tantos artificios narrativos de un escritor en ciernes que ese mismo año (1955) publicaría su primera novela: La hojarasca. “No hay ninguna frase del Relato de un náufrago que sea de Velasco. Él me proporcionaba un material al cual, progresivamente, yo le daba vida”, reveló a la revista Lire.
En este arte de la conversación, que García Márquez emplearía siempre para la elaboración de sus textos literarios y de no ficción, es indispensable una pasión insaciable por los detalles. En especial si lo que se busca es dar con nuevos elementos en la trama y estirar la historia para el deleite de los lectores. “Al principio me resistí a hablar con el náufrago, pero luego de entrevistarlo descubrí cosas que nadie había dicho”, dijo Gabo sobre este proceso en una entrevista concedida al diario El Colombiano en junio de 1995. “Terminé escribiendo un cuento que disparó la circulación del diario. Una narración amplia de lo sucedido, que la mayoría de los lectores siguieron sin falta a cada entrega. Pregunté a lo largo de seis horas diarias hasta los detalles más insignificantes. A eso llamo cortar el jamón delgadito, porque un reportaje debe incluir detalles y más detalles”.
Aunque la entrevista estaba lejos de ser su género periodístico preferido, para García Márquez estaba claro que una excelente historia podía lograrse conversando.
Escucha aquí nuestro pódcast de ‘Relato de un náufrago’
El pódcast ‘Relato de un náufrago’ es producido por la Fundación Gabo en alianza con RTVC Sistema de Medios Públicos de Colombia –a través de su plataforma de entretenimiento online RTVCPlay– y Podium Podcast de PRISA Audio. A partir del primer libro periodístico de Gabriel García Márquez se narra su viaje paralelo del periodismo a la literatura, y de Colombia a España, ambos totalmente decisivos en su carrera como escritor y su camino hacia el Premio Nobel, de cuya entrega se cumplen 40 años este 2022.
A lo largo de cinco episodios, esta producción sonora demuestra que la actualidad permanece en esta obra garciamarquiana, que llega a medio siglo de su publicación como libro este año, y es gracias a ella que podemos sumergirnos de nuevo en sus páginas, y explorarlo desde otras miradas y formatos.
Tres artículos escritos por Gabriel García Márquez para leer sin ropa
Tres textos del escritor colombiano en torno al nudismo.
Remedios, la bella es quizá el personaje que mejor refleja la posición de Gabriel García Márquez respecto al nudismo. La joven de Cien años de soledad, cuyo ascenso a los cielos es un momento emblemático del libro, creía que estar desnuda era la única forma decente de estar en la casa. “No entendía por qué las mujeres se complicaban la vida con corpiños y pollerines”, afirmó García Márquez en su novela, “de modo que se cosió un balandrán de cañamazo que sencillamente se metía por la cabeza y resolvía sin más trámites el problema del vestir, sin quitarle la impresión de estar desnuda”.
Los baños de Remedios, la bella podían durar horas entre abluciones solemnes y matar alacranes. “Era un acto tan prolongado, tan meticuloso, tan rico en situaciones ceremoniales, que quien no la conociera bien habría podido pensar que estaba entregada a una merecida adoración de su propio cuerpo”, se cuenta en Cien años de soledad.
El ideario de este comportamiento puede encontrarse en los artículos que García Márquez escribió para El Heraldo de Barranquilla en 1950 bajo el seudónimo de “Septimus” (en honor a Septimus Warren Smith, un personaje creado por Virginia Woolf para La señora Dalloway), donde Gabo reflexiona en torno a las formas del nudismo y recupera las posiciones que sobre el tema tienen Lin Yutang y una asociación de nudistas de Medellín.
En el Centro Gabo compartimos contigo estos artículos del escritor colombiano:
Nudismo íntimo
Publicado el 25 de abril de 1950, “Nudismo íntimo” es la primera reflexión de García Márquez sobre la desnudez. En este caso sobre la desnudez que se disfruta en la intimidad, sin público. El entonces columnista de El Heraldo la escribió a partir de un cable extranjero que llegó al periódico y en el que se hablaba de una manifestación en la Columbia Británica por parte de cuarenta nudistas (22 mujeres y 18 hombres), quienes desfilaron por las calles cantando himnos medievales rusos e incendiando algunas residencias.
El nudismo, nos dice García Márquez, puede ejercerse en secreto y de forma religiosa de igual manera en que un católico ora encerrado en su alcoba sin que nadie lo advierta.
Razones de índole puramente anatómica nos obligarían a muchos a ser radicales opositores del nudismo. Sin embargo, así como provisionalmente tenemos comunistas dueños de fábricas y haciendas, conservadores obreros y anarquistas que pagan con puntualidad su impuesto sobre la renta, podrían existir nudistas capaces de ruborizarse, inclusive, de que se les salte en la calle uno de los botones de la camisa. Creo que es Lin Yutang quien escribe –en su libro Amor e ironía– sobre este interesante asunto. Dice el escritor chino que él mismo, a su manera, es un nudista, aunque se considera incapaz de salir a la puerta de la calle en mangas de camisa. Le satisface, eso sí, prolongar el baño matinal hasta donde resulte normalmente posible, sólo por rendir a diario un culto a su secreta convicción. Esa manera de practicar el nudismo me parece muy similar a la del demócrata que levanta su perorata demagógica en una plaza pública y luego, el domingo electoral, vota en blanco. No quiere ello decir que el demócrata no lo sea de verdad. Al contrario, puede serlo mucho más y mejor que quienes se decidieron en las urnas.
Seamos, pues, nudistas en esa forma; casi religiosamente. Si los nudistas, como los vegetarianos, tienen su propio dios particular y exclusivo, esa divinidad sabrá que todos los días, en el baño, sus fervorosos creyentes practicaron la ceremonia litúrgica. A los católicos no se les exige que anden orando por la calle. Se les exige –eso sí– que practiquen los mandamientos, sacramentos y obras de misericordia a sus horas, como lo hacen los vegetarianos a las horas de las comidas y nada más. Ahora bien, que los fanáticos nudistas de Kristova hayan resuelto hacer una procesión con el uniforme de la comunidad, ya eso es otra cosa. Después de todo, me parece que el primer mandamiento de la ley nudista es muy natural:
Bañarse todos los días. Natural e higiénica, además.
La manera de ser nudista
La filosofía de los nudistas que no se desnudan en público sino bajo su ropa. Uno puede estar completamente vestido y ser nudista, advierte García Márquez en su artículo publicado el 2 de noviembre de 1950. Allí también nos cuenta de una asociación de nudistas en Medellín que pone en práctica estos preceptos y nos recuerda la postura del escritor Lin Yutang.
En Medellín hay una asociación de nudistas, cuyos miembros hacen todo lo que suelen hacer sus colegas del mundo, menos desnudarse. A los clásicos del nudismo, esto puede parecer poco menos que una extravagancia, algo así como el resultado de las influencias del surrealismo, pero en realidad no hay nada anormal en la conducta de los nudistas antioqueños. Un caballero vestido a la antigua, con sombrero encocado, pantaloncillos de una sola pieza desde el cuello hasta los pies, guardapolvos, chaleco de fantasía, sobretodo y paraguas, puede ser un nudista, haberlo sido siempre y seguirlo siendo sin necesidad de que salga a la calle protegido apenas por una mano adelante y otra atrás.
(…)
Es que se puede ser nudista, sin perder de vista las reglas del buen gusto. Ava Gardner, por ejemplo, podría ser una nudista total y asistir a una función de gala espectacularmente desnuda, con lo cual ganaría en atractivo y popularidad mucho más que si fuera ataviada con todos los diamantes del Aga Khan al cuadrado, en su cumpleaños de mayor densidad.
(…)
Lo que deben pensar los nudistas de Medellín es precisamente eso: que desnudarse, cuando no se tiene con qué, es nada menos que una extravagancia. Lin Yutangg, que también confiesa ser un nudista a su manera, se manifestó alguna vez en este sentido, al decir que sus aficiones nudísticas se limitaban a prolongar el baño más de lo higiénicamente indispensable, con el objeto de que los primeros minutos estuvieran dedicados al jabón y al agua y los suplementarios al culto de sus secretas y modestamente cultivadas aficiones.
Desvistiendo la retirada
La historia de un asaltante que obliga a desnudarse a la cajera de un café en Detroit para que no lo persiga. Como era usual en aquellos tiempos, García Márquez se enteró de este suceso por un cable extranjero y lo reescribió para El Heraldo el 16 de agosto de 1950.
El artículo no propone ninguna filosofía sobre el nudismo pero le ofrece al lector una especie de cuento hemingwayano con un desenlace inesperado.
Cuando los periodistas, pocos minutos después, invadieron el establecimiento, la muchacha estaba, más que aterrorizada, ofendida en su dignidad de mujer. En la forma en que relató los hechos fue fácil advertirlo. Porque ninguna mujer rubia como aquella puede aceptar que un ladrón entre a un establecimiento, le ordene entrar a un reservado y desvestirse para luego hacer lo que hizo aquel ladrón original.
La muchacha entró al reservado, cerró la puerta y empezó a arrojar por lo alto el corpiño estampado, la falda de seda, imaginando en el exterior, al ladrón que apuntaba hacia la puerta con el cañón de su revólver, mientras caían, una a una, las piezas de su vestido y aguardando la hora de entrar. Al menos, debió ser eso lo que imaginó la hermosa cajera cuando después de arrojar la blusa y la falda se quedó dentro del reservado, esperando. Pero la puerta no se abrió. Apenas, del otro lado, se oyó la voz apremiante:
– Siga, todavía falta mucho.
Y la muchacha, pacientemente, se fue desprendiendo de cada una de las piezas personales hasta cuando ya no faltó sino una. Pero todavía la puerta no se abrió. La cajera, encerrada en aquellas cuatro paredes que, por la apariencia de la muchacha, tenían mucho más de cuarto de baño que de reservado, debió aguardar un instante a que sonara el picaporte y el ladrón hiciera lo que ella suponía que debía hacer un ladrón que no encuentra en un establecimiento sino veintisiete pesos y una rubia con sex appeal. Pero el ladrón hizo todo lo contrario. Y volvió a gritar desde fuera:
– Prosiga.
Y el ladrón, todavía con la misma voz mecánica por debajo de la cual no se advertía ninguna emoción: «¡Todavía falta una!».
Y debió ser entonces cuando la cajera empezó a sentirse ofendida, no tanto porque el ladrón estuviera exigiéndole mucho más de lo que puede soportar el pudor de una mujer, sino porque estaba demostrando ser un caballero con pretensiones casi enfermizas. En realidad, debió pensar la muchacha, a ningún ladrón experimentado podía ocurrírsele que la pieza que aún faltaba podía constituir un inconveniente serio. Pero lo cierto fue que el ladrón insistió y una vez complacido, la muchacha se sentó en uno de los asientos del reservado y empezó a esperar, a esperar, hasta cuando advirtió que el establecimiento estaba lleno de gente. Fue entonces cuando alguien la descubrió y ella explicó todo lo sucedido. Atando cabos llegó a la conclusión de que el ladrón la había obligado a desvestirse para evitar que le persiguiera.
El documental sobre la reina Isabell II que no le gustó a Gabriel García Márquez
La dura reseña cinematográfica de García Márquez sobre un documental de los viajes de la reina Isabel II.
En 1953, apenas unos meses después de haber sido proclamada reina, Isabel II realizó un largo viaje por los países de la Commonwealth con el propósito de conocer a cabalidad los territorios que a lo largo de la historia habían estado vinculados con Inglaterra. Fue una gira que duró seis meses (desde el 24 de noviembre de 1953 hasta el 10 mayo de 1954) y en la cual estuvo acompañada por un equipo de fotógrafos cuyo único propósito era producir un documental al término del viaje.
El documental, ya editado y a color, se estrenó ese mismo año como una producción de “Cinemascope”, un sistema de grabación bastante atractivo para la época en el que las imágenes podían proyectarse con mayor amplitud, permitiendo con ello que la reina Isabel II pudiera posar junto a las enormes panorámicas de los sitios que visitaba.
En Bogotá, este largometraje llegó a las salas de cine en agosto y recibió la atención inmediata de Gabriel García Márquez, por entonces un joven periodista aspirante a escritor que redactaba reseñas cinematográficas para el diario El Espectador. En su columna titulada “El cine en Bogotá. Estrenos de la semana”, García Márquez elogiaba o destruía con buen criterio artístico los filmes más recientes que había visto en el transcurso de la semana. El 21 de agosto de 1954, el futuro Premio Nobel de Literatura reseñó tres películas: Nerón y Mesalina, El valor de vivir y el mencionado documental, presentado en Colombia bajo el título El viaje de Isabel II de Inglaterra. Sobre este último, comentó que se trataba de una pieza “fatigante” que no tenía ningún valor desde el punto de vista cinematográfico y que desaprovechaba su potencial periodístico por haber "despilfarrado" una gran noticia.
Este duro juicio de García Márquez contrastó con su perspectiva de Isabel II, a quien describió como una monarca “inteligente, noble y simpática”. Tres años después, en un artículo publicado en marzo de 1957, el novelista colombiano la definió como una persona profundamente responsable que había asumido las riendas de la corona. “Felipe no fue educado para vivir en un palacio. Es, por encima de todo, un deportista, con algo de Ulises en la sangre -pues lleva sangre griega en las venas- y un permanente deseo de vivir emociones intensas”, escribió Gabo en ese texto. “Tal vez Isabel preferiría esa vida a la que le ha correspondido en suerte. Pero ella fue educada para ser reina y ni siquiera su problemático amor puede quebrantar su inflexible sentido de la responsabilidad”.
En el Centro Gabo hemos recuperado la reseña cinematográfica de García Márquez sobre El viaje de la reina Isabel II de Inglaterra. La compartimos contigo:
Desde cuando la reina Isabel II salió de Londres hasta cuando regresó seis meses más tarde de su viaje por la comunidad británica, fue seguida día y noche por un fotógrafo de Cinemascope. El resultado de esa costosa persecución fue una película documental, en la que no se ve nada que no haya sido visto en noticieros, sólo que aquí las cosas se ven en colores y con doble amplitud.
Nunca se ha entendido mejor lo que significa este símbolo comercial: «Pantalla panorámica», como en el documental del viaje de la reina Isabel que es en realidad un álbum de postales panorámicas del imperio británico, al fondo de las cuales, inexpresiva e imperceptible, se ve pasar la inteligente, noble y simpática soberana de los ingleses.
El viaje de la reina es un pretexto. Pero tal vez no sobre advertir que los obstáculos que encontraron los realizadores de este film documental fueron creados exclusivamente por las limitaciones técnicas del sistema empleado en la filmación. Con el sistema corriente es muy probable que El viaje de la reina Isabel IIhubiera sido, exactamente, lo que se pretendía, es decir, el documental del viaje de la reina, y no una sucesión de las más anchas fotografías en colores que pudieron tomarse en los países visitados.
Las películas documentales de largometraje deben ser extraordinarias para que sean soportables. La película del viaje de la reina Isabel es fatigante, porque desde el punto de vista cinematográfico no tiene ningún valor y desde el punto de vista periodístico no es otra cosa que una formidable y larga noticia, lamentablemente despilfarrada.
domingo, 25 de septiembre de 2022
CRIMEN DE ESTADO
viernes, 23 de septiembre de 2022
Azuayos no se sienten representados por sus autoridades
Escándalos de compraventa de cargos enturbian la gestión de Lasso
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"EL PODER DE LA VERDAD ES INVENCIBLE"
POR FLORENCIA NEIRA ALVARADO
En el desarrollo de los grupos humanos y en la interacción social es frecuente la observación, el
compartir ideas, opiniones, criterios que permiten al individuo irse ubicando en determinadas
posiciones las cuales, respaldadas por acciones concretas, evidencian la coherencia o la
incoherencia entre el hablar y el actuar, que en el fondo y en último término, se enfocan en la
deontología del propio ser.
Y una de las importantísimas formas de expresarse es obviamente la Comunicación, el
Periodismo, el llevar a la colectividad la noticia, desnuda en sí misma y en su esencia pura, no
maquillada de acuerdo a los intereses de “los que sabemos”.
La Universidad Estatal de Cuenca, con su Escuela de Periodismo adscrita a la Facultad de
Filosofía hace algunos años, durante el Decanato del ilustre maestro Francisco Olmedo
Llorente, me honró para que dictase clases en aquélla y pude conocer, entre otros, a talentosos
estudiantes cuya pasión por la carrera que habían elegido, era posible leerlo en los ojos atentos y
soñadores en unos, más que en otros, y entre ellos llamó siempre mi atención la perspicacia y
claridad de conceptos que tenía el joven Cedillo Feijóo, a quien no se le escapaba ni una sola
clase, sin haberla saboreado hasta la médula, en el conocimiento impartido. En las aulas
universitarias, ya se perfilaba como un auténtico “Observador”.
Dentro de la didáctica que utilizaba en las clases, como eje transversal de mi cátedra manejaba
conceptos de moral y ética, de la necesidad de informar siempre a la ciudadanía la exactitud de
los hechos desde cualquier espacio, sin encubrir acciones ni prestar la capacitación recibida en
la Universidad –que conlleva un enorme responsabilidad social- ni la profesión, al servicio de
intereses sesgados o torcidos.
Y compartí con los estudiantes sus anhelos y deseos, sus expectativas; a veces vislumbré sus
perfiles en el desenvolvimiento de la vida profesional. Dictar con amor la cátedra era construir
la esperanza en el interior del educando, permitirle a cada uno percibirse como un elemento
positivo dentro de la edificación social y verse como sujeto activo de un rol protagónico en la
formación de la opinión pública a través de la entrega de una información veraz y auténtica.
Largas conversaciones con algunos estudiantes nos permitían compartir sus aspiraciones de
mejores días para la ciudad, para el país, para la gente, creyendo que “el poder de la verdad es
invencible”. Así, Jaime Cedillo siempre demostró una especial vocación por la verdad ante
todo, sobre todo; se enfocó con claridad en el deber-ser de su profesión. En este contexto, al
concebir la revista “El Observador”, me pidió que escribiera en su primer número, en abril de
1998, un artículo sobre “La Corrupción”, entonces había tomado forma el periodista
comprometido a fondo con los problemas sociales, a quien le visualicé como tal, en las aulas de
periodismo.
Fiel al descubrimiento de sus hondas inclinaciones identificadas plenamente con la verdad como
sólido fundamento de su quehacer, siempre lo he visto como un valiente guerrero forjado a la
luz de sus sueños, convirtiéndose en un verdadero luchador, como respuesta a la
descomposición que hemos venido afrontando en el país y en el mundo entero, por la injerencia
de malévolas manipulaciones de los poderes de ciertos actores políticos, culturales, económicos
o de cualquier otra índole que dominan las ambiciones escondidas en sus sótanos interiores.
Frente de ataque, de crítica, de juicios y pretendidos perjuicios, el Lcdo. Cedillo, no ha
claudicado jamás; en su trayectoria profesional ha demostrado total coherencia sin importar los
nombres de los sujetos de corrupción, falsedad o mentira.
Y es este perfil de periodista auténtico, el que le ha hecho merecedor del premio otorgado por la
Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina (CES-AL), en el presente 2022 con el
Galardón Estatuilla “La Guacamaya” en la modalidad de Medios de Comunicación,
Editorial digital dirigida por el visionario Dr. José Manuel Castellano, quien considera que
realmente “honrar, honra”, cuando en efecto el reconocimiento nace de la admiración a las
acciones ejecutadas por un galardonado, y no como un mecanismo de lisonja vana; conocidos
son los risibles homenajes y condecoraciones nacidos de la vanagloria y hasta del “palanqueo”
de los mismos homenajeados y condecorados en una suerte de cadena de halagos y adulos para
engrandecer algunos egos enfermos de vanidad, soberbia y orgullo como pálido reflejo de la
propia pequeñez y miopía interior generadora de tan censurables acciones.
Condecoraciones como la realizada por el Dr. Castellano encarnan el pensamiento de Juan XIII
relacionado con la necesidad de:
“Honrar la verdad e invitación a servir de ejemplo luminoso en todos los sectores de la vida
individual, familiar, profesional y social. La verdad nos hace libres; ennoblece a quien la
profesa, abiertamente y sin respeto humano…
Decir la verdad…
Y por fin obrar la verdad. Ella es luz en la que todo debe sumergirse”, porque como dice el
proverbio francés “La verdad flota por encima de la mentira, como el aceite sobre el agua”.
Con la condecoración otorgada por el Dr. José Manuel Castellano, podemos claramente conocer
cuáles son las motivaciones que impulsan a su creativo y valioso trabajo frente a la Editorial y a
la cultura en nuestra ciudad.
Quienes amamos la Verdad como valor supremo, nos congratulamos por tan valioso
reconocimiento al Lcdo. Jaime Cedillo Feijóo, por la coherencia entre su pensamiento y su
trabajo profesional así como por la presencia de personas como el Dr. Castellano, objetivo e
imparcial en su gestión, que recoge el sentir de muchos ciudadanos, actuando en la justa medida
que devuelve la esperanza a quienes han palpado de cerca las maniobras encubiertas de aquéllos
que tienen como único medio de sobrevivencia, por carencias obvias, adular, aprovecharse,
engañar y proyectarse con rostros que no corresponden a la realidad guardada detrás de sus
máscaras escondidas.
Guangarcucho: La danza de los millones...
POR JAIME CEDILLO FEIJÓO
El proceso de licitación de la obra de la planta de tratamiento de aguas residuales de Guangarcucho para Cuenca, ha puesto en apuros al ejecutivo cantonal en la persona del alcalde Pedro Palacios Ullauri, (que aspira a la reelección, auto-calificándose como la mejor opción para la ciudad patrimonial); desde varios frentes del Concejo Cantonal se está ejerciendo una fiscalización activa que se ampara en el Art. 58 del COOTAD, que hace referencia a las facultades de los concejales, artículo que los declara responsables ante los mandantes y demás autoridades por las acciones u omisiones en el cumplimiento de sus atribuciones, y es que la fiscalización es una acción necesaria y oportuna que tiene que aplicarse sobre
este proceso contractual.
La percepción ciudadana y de ciertos sectores, subraya el silencio y premura incomprensibles del proceso, que cuenta con una difusión casi nula sumada al secretismo frente a información y datos en extremo importantes.
En el marco de la licitación internacional se ha creado la Comisión y Subcomisión de Evaluación, que deben muchas explicaciones. Por su parte, la empresa municipal ETAPA, debería dar a conocer, por ejemplo, por qué se cambió la Comisión Técnica de evaluación de oferta a pocas horas de apertura del proceso; también de la ausencia de un informe con las firmas de responsabilidad en torno a la evaluación de las ofertas, e indicar si ha existido presencia de terceros en reuniones en las que no puede estar presente ni siquiera el gerente general, Rubén Benítez Arias.
Frente a estas posibles fallas a nivel administrativo y de
procedimientos claramente se habría perdido la independencia y autonomía de la Comisión, al haber solicitado mantener permanentemente informada a la gerencia general de ETAPA, sobre cualquier novedad, sabiendo que las comisiones deben operar con completa libertad y emitir un informe final al ente contratante, sin ningún direccionamiento o asistencia de carácter permanente, todo ello conlleva a la lectura de posibles vicios en el proceso.
Los miembros de las comisiones no estarían entregando informes de resultados, y hasta la fecha se habría dado una serie de omisiones, principalmente en la entrega de información a los concejales, quienes mantienen una preocupación latente que gira en torno a la calidad del gasto público y de los procesos adecuados de contratación para la construcción y fiscalización de la obra.
Una licitación de esta naturaleza, tienen que ser evaluados los parámetros técnicos frente a la oferta económica para garantizar la calidad de inversión pública; el proceso de contratación LICO-PTARG-001-2020 para la “Construcción y puesta en marcha de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Guangarcucho (PTAR-G)” cuenta con un presupuesto referencial aproximado de $56 millones de dólares, que será financiado con
contratos de crédito de la CAF y el Banco Europeo de Inversión, y hasta la fecha muestra varias incongruencias y omisiones como la ausencia de cronograma de adjudicación del proceso de contratación que no se ha compartido de manera adecuada en páginas oficiales, también destacan las observaciones realizadas sobre el Consorcio seleccionado, empezando por la falta de cumplimiento de requisitos indispensables como la experiencia
general del oferente, experiencia específica del oferente y representante del
contratista y personal clave, situación que abre un posible debate en torno a la
idoneidad del proponente. Se conoce que el proponente, que sería beneficiado con este contrato, ha incumplido un contrato de construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales en la ciudad de Loja, enconctràndose màs de una año sin poder entregar la obra porque la Municipalidad no la acepta con las deficiencias constructivas y técnicas evidenciadas por el contratante.
Un proceso contractual como el mencionado exige igualdad de oportunidad y de condiciones para todos los proponentes, el fin único en cualquier caso es el de precautelar los intereses económicos de la entidad contratante, en este caso de una Empresa Pública como ETAPA, por ende, cualquier decisión incide en la lectura de la percepción ciudadana frente al proceso y hacia la institución.
Las características particulares de este proceso en el que intervienen los más variados factores, han generado incertidumbre e incluso la Comisión Nacional Anticorrupción, Núcleo del Azuay, ha solicitado tener conocimiento del proceso precontractual.
Queda esperar a que se respondan a toda la serie de cuestionamientos a los ediles que representan a los intereses ciudadanos, quienes piden precautelar y vigilar la calidad de inversión pública, y que sobre todo, se subsanen todas las dudas pendientes. Pero, además, esta comisiòn, está actuando en calidad de investigadora de este cuestionado proceso, con una comisiòn designada para el efecto por el Comitè Cìvico de Participaciòn Ciudadana y Control Social.
Este organismo, con fecha 25 de julio de 2025, ha solicitado la información del caso al Gerente General de ETAPA, amparado en la Ley Orgánica de Participación Social.
Como punto final hay que preguntarse: Cuál es la posición de las entidades que brindan los créditos para la construcción de esta obra pública? Si están informados y al tanto de todos los pormenores del actual proceso, de las omisiones y fallas asociadas al mismo, después de todo hay que pensar en que un proceso de esa naturaleza requiere de toda la meticulosidad del caso para mantener alejados posibles oscuros intereses de por medio.
La vía Cuenca-Pasaje: más que un camino de cabras
POR JOSÉ MANUEL CASTELLANO
Las brillantes iniciativas surgidas desde el sector público, en permanente vanguardia con
innovadoras propuestas, a pesar de que el listón en este siglo XXI está por las nubes, no nos
deja de sorprender diariamente. Los servidores del pueblo se desviven en su empeño por
ofrecer la mejor calidad y servicio a sus conciudadanos. Ya uno empieza a sentirse muy
cansado y molesto de tantas mentes traslúcidas protestonas, injustas e incapaces de entender
y valorar socialmente los sacrificados esfuerzos desplegados por estos prohombres de la
patria, que solo buscan el desarrollo y el crecimiento del país. Sin duda, el infierno en las
próximas décadas estará lleno de malagradecidos.
De modo que, este articulillo intenta desvelar uno de esos loables planes que tiene como
destinatario el “bien común” y que hasta el momento por cautelosa estrategia de nuestros
dirigentes se ha mantenido oculto, un material clasificado de muy reservado, para evitar que
otros países de la Región o del “mundo mundial” se adelanten y patenten esta nueva actividad
que tiene como foco inicial y principal a la provincia del Azuay.
La primicia que ofrecemos no ha trascendido todavía a la opinión pública, al menos no
tenemos conocimiento alguno -cualidad, que nunca hemos tenido-, debido a un sigiloso
compromiso adoptado por unanimidad entre diversas instituciones de carácter nacional,
provincial y local -con sus equipos de gobierno y grupos de la oposición-, junto a gremios
empresariales, sindicatos de choferes, medios de comunicación y colectivos sociales, entre
otros.
Este revolucionario programa piloto, ya en plena fase de ejecución, pretende alcanzar una
reactivación económica vinculada a una novedosa modalidad turística, tanto endógena como
foránea, mediante una atractiva oferta de aventura de experiencia extrema sin par, donde los
niveles de adrenalina alcanzan índices hasta ahora insospechados para la ciencia, según un
reciente “paper” publicado en una revista de alto impacto científico.
La propuesta en cuestión, sin asignación presupuestaria, es bien sencilla y consiste en realizar
un recorrido en automóvil bajo su propia conducción (aunque en bus debe ser todavía más
apasionante) por la vía Cuenca-Pasaje o viceversa con dos opciones: diurna o nocturna. Esta
última tiene un hándicap mayor y, por tanto, un coste superior para el usuario. Sin duda, usted
podrá vivir en vivo y en directo un conjunto de emociones únicas y excepcionales, además, de
comprobar in situ que las dificultades de los rallyes de Dakar o Kenia, considerados como los
más peligrosos del planeta, son simples juegos de niños.
Usted durante tres horas, si es que logra superar la prueba y llega a su destino sano y salvo,
disfrutará y experimentará sensaciones nunca antes vivida, aunque cabe la posibilidad de que
ese viaje sea su última exhalación, su última agonía terrenal, pero no será un sacrificio en vano
porque tiene el gran aliciente de haber superado con creces la vetusta propuesta virtual del
Metaverso. En su camino encontrará un sinfín de socavones, algunos del tamaño de un cono
volcánico, sufrirá adelantamientos temerarios a caravanas o en curvas cerradas por pilotos
suicidas amigos de Lucifer, se topará de pronto con buses y camiones endiablados venidos del
espacio sideral, que superan ampliamente la velocidad de la luz y que deslumbran hasta los
más invidentes.
En cambio, si usted no es amigo de emociones fuertes, entonces le recomendamos algo más
sosegado: un paseo en carro por la ciudad de Cuenca. Una actividad más fácil de sobrellevar en
una verdadera selva asfáltica, donde los peatones no tienen derechos y son víctimas
propiciatorias; donde es muy común saltarse los semáforos en rojo; donde los cambios de
carriles se hacen al antojo con sublime anarquía; donde los adelantamientos se realizan en seis
dobles dimensiones cuánticas a través de agujeros de gusanos espaciales. Tampoco pierda la
oportunidad de transitar por sus redondeles o rotondas, una elegante, plácida, armónica e
impagable sinfonía para su espíritu; ni se atreva a mantener distancia prudencial con los
abigarrados y agresivos motoristas que reparten encargos -en cualquier caso, ellos tampoco
se lo permitirían-, ni deje de saborear las suaves brisas que desprenden sus pegatinas, así
como deleitarse de sus magníficas piruetas acrobáticas; nunca eluda, por favor, el sentir del
amigable acorralamiento de bienvenida que le brinda buses y taxis, que se asomarán
gentilmente a su chasis para que pueda percibir en alta definición la instrumentalización
celestial de sus pitos, pitas y bocinas, algo realmente excitante e inolvidable, aunque
realmente no hay mejor espectáculo que las múltiples y cuidadosas actuaciones teatralizadas
que escenifican un esmerado “arte de hacer trampas”, a cargo de consumados y
experimentados conductores “sabidos”, merecedores de un “Oscar” colectivo a la mejor
interpretación por su “realismo real”.
En definitiva, nuestra querida Cuenca, Patrimonio de la Humanidad desde 1999, es hoy en día
una ciudad sitiada y aislada, que ha perdido gran parte de su protagonismo histórico dentro
del contexto nacional, con un conjunto de infraestructuras ancladas en el pasado: un
aeropuerto en miniatura y con una red viaria que pone los pelos de punta al más calvo, pero es
una ciudad que ofrece a propios y extraños una aventura singular, complementada en estos
últimos años con un toque de inseguridad alarmante, un plus extra en la supervivencia para los
amantes del alto riesgo, gracias al buen hacer y gestión de sus representativas autoridades.
Todo, absolutamente todo, es susceptible de empeorar.
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