La agresora posa para la foto, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras la agredida permanece boca abajo. Esto sucedió en Quito. Quedará en la impunidad la brutal golpiza, un intento de asesinato, a vista y paciencia de los compañeros del plantel educativo, que azuzaban a la victimaria para que continúe con la paliza. No puede ser, hay que sancionar con rigor, castigar con la ley en la mano, para que nunca más el país tenga que observar indignado estas escenas que se ven en cárceles y otros lugares donde no existe ni Dios ni Ley.
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