Análisis de Hoy   
Más, mucho más que un simple 
sacudón; más también  que  solo un revés 
en Quito,  los resultados  en Cuenca, Guayaquil y otras ciudades más
grandes del país significan  la  primera mayor derrota que ha sufrido el
correísmo. El presidente atribuyó los resultados  adversos al “sectarimo” de Alianza País, por
no haberse unido con otras tiendas políticas, como la cercana de Avanza. Pero
detrás de los resultados electorales  
hay un importante mensaje de los votantes que se  debe aquilatar.  En una 
lectura de ese mensaje saltan a la vista estos cuatro elementos:  Primero, una reivindicación de lo local: El
presidente quiso convertir al proceso electoral seccional en un plebiscito
nacional. 
La Constitución separó las elecciones 
de presidente y legisladores de las de alcaldes, concejales y prefectos
provinciales para que las primeras no operaran 
en la obtención de votos como 
pesca de arrastre para las segundas. Las necesidades, expectativas
y  especificidades de lo local no se
hallan subordinadas a los procesos 
nacionales. El presidente y los funcionarios de Gobierno, metidos de
cabeza en la campaña en apoyo de los candidatos de Alianza País, defendían su
actuación como una  lucha por  la supervivencia de la revolución ciudadana.
El electorado local no lo ve así. Hay necesidades mucho más concretas que las
ideológicas de la revolución ciudadana. El centralismo del Gobierno, su
ejercicio  concentrador del poder, han
puesto en segundo plano  la  descentralización, que estuvo antes en primer
plano. El voto reivindica lo  local como
espacio propio, no subordinado al poder 
central sino, por el contrario, con capacidad de asumir,  algunas competencias de ese poder.
Segundo, una reivindicación del pluralismo. La propuesta  del correísmo es de hegemonía de un partido
único, en torno al liderazgo 
ominipresente de Correa,  pero el
mayoritario voto urbano se inclina por la diversidad: es posible la
cohabitación de tendencias políticas contrapuestas en el Gobierno central y los
gobiernos locales, y por ello no se acaba el mundo. 
Tercero, una reivindicación de las libertades y la tolerancia
democrática,  expresión de hartazgo y
rechazo  al intervencionismo
gubernamental: la campaña se desarrollo con una hiriente desigualdad. La
propaganda gubernamental sobrepasó todo límite. Ni siquiera se eximió  el régimen de hacer propaganda electoral en
las sabatinas pese a  los tímidos
exhortos del presidente del CNE, Domingo Paredes, de no hacerlas. El voto
refleja el hartazgo con  los insultos,
agravios  y descalificaciones en ellas,
con las amenazas, el ejercicio abusivo del poder y  con las violaciones de las garantías y
derechos básicos.  Habría que esperar
que  el revés electoral del correísmo
deje como  tarea   la revisión y cambio profundo en el
Gobierno. El ejercicio del poder envanece y desgasta. La reflexión  del mensaje de los votantes le permitirá,
además, poner los pies en la tierra.
 

 
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