El repliegue del populismo
Los efectos del correato en las organizaciones sociales y en la izquierda ecuatoriana son más devastadores que durante cualesquiera de las experiencias anteriores. Una retórica progresista hábilmente manejada desde la publicidad oficial, que incluso llegó a contar con reconocimientos y respaldos internacionales, permitió neutralizar y anular a los movimientos sociales que por décadas defendieron una agenda alternativa al capitalismo.
15 de febrero del 2018

POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Las principales políticas del gobierno no solo que favore-cieron a los principales grupos mono-pólicos del país, sino que se alinearon con las nuevas diná-micas de la coloni-zación capitalista".
El populismo recula, pero no ha sido derrotado. Los resultados de la consulta popular del pasado 4 de febrero sacan de la escena a Rafael Correa, pero dejan intacto un esquema político que en 15 años cumplirá un siglo. En efecto, desde la irrupción de Velasco Ibarra en la política nacional, allá por 1933, el Ecuador no ha dejado de caer de manera reiterada en manos de caudillos populistas que terminan provocando la descomposición de la política, la demolición institucional y la desarticulación del tejido social.
Hoy, los efectos del correato en las organizaciones sociales y en la izquierda ecuatoriana son más devastadores que durante cualesquiera de las experiencias anteriores. Una retórica progresista hábilmente manejada desde la publicidad oficial, que incluso llegó a contar con reconocimientos y respaldos internacionales, permitió neutralizar y anular a los movimientos sociales que por décadas defendieron una agenda alternativa al capitalismo. La modernización autoritaria del capitalismo, y la transnacionalización de la economía aplicada durante el gobierno de Correa, requerían de una sociedad subordinada y pasiva frente a la supremacía de Estado. El interés superior definido desde el gobierno se impuso a las aspiraciones ciudadanas. Como señala Zygmunt Bauman, durante los últimos diez años el Estado ecuatoriano cumplió diligentemente el rol de policía interna de la globalización.
Una de las estrategias de propaganda más eficaces del correato fue la magnificación del protagonismo de ciertos sectores de la derecha ecuatoriana, mientras se minimizaron las luchas de resistencia de los movimientos sociales y de las organizaciones de izquierda. Eso le permitió granjearse el favor de una izquierda internacional desubicada y desinformada. Una verborrea diestramente adobada con apelaciones al “conspirativismo” de la derecha regional y del imperialismo completaron este paquete publicitario.
Puertas adentro, las principales políticas del gobierno no solo que favorecieron a los principales grupos monopólicos del país, sino que se alinearon con las nuevas dinámicas de la colonización capitalista. Que estas dinámicas tengan ahora un distintivo chino no cambia su esencia dominante y brutal. La dependencia del Ecuador frente a la nueva potencia comercial del planeta tiene un inconfundible tufo colonial… además, con los vicios de la dependencia exagerados.
El más nefasto de estos vicios es la corrupción. Pocas veces en nuestra historia esta anomalía había alcanzado niveles descomunales. La Comisión Cívica Anticorrupción estima que durante los sucesivos gobiernos de Correa se saquearon entre 30 y 40 mil millones de dólares de las arcas fiscales. Es decir, el equivalente a un año del presupuesto general del Estado. Por primera vez en la historia nacional tenemos un vicepresidente de la República preso y sentenciado por corrupción.
Esta situación fue el detonante que impulsó al electorado a rechazar la opción correísta en la consulta. Detonante, porque desde un tiempo atrás ya se venían acumulando algunos elementos explosivos en el escenario político. El agotamiento de la bonanza petrolera restringió la política clientelar del régimen y destapó los límites de muchas medidas, como la gratuidad de la salud, el fomento a la economía popular, la construcción de infraestructura o el financiamiento de becas.
Luego de la derrota verde-flex en las elecciones seccionales de 2014, la deriva del correato se inclinó cada vez más hacia posiciones autoritarias, sobre todo frente a las protestas de los movimientos sociales. La represión al movimiento indígena y a los colectivos ecologistas fue sistemática, particularmente por la disputa territorial alrededor de los proyectos mineros. Debido a las urgencias fiscales, el gobierno se alineó abierta y frontalmente con los intereses de las trasnacionales chinas y canadienses, atropellando incluso normas constitucionales que aseguran la protección de la naturaleza. Como consecuencia de la represión, en un momento llegamos a tener cerca de 800 activistas sociales y ambientales enjuiciados y perseguidos; algunos terminaron en la cárcel, acusados de sabotaje y terrorismo.
El desgaste de Correa fue evidente en su negativa a convocar a dos consultas populares: la primera, para proteger al parque nacional Yasuní de la explotación petrolera; la segunda, para aprobar o rechazar la reelección indefinida. Era evidente que en ambas consultas el gobierno saldría derrotado. Esto explica en parte la decisión mayoritaria del pueblo a favor del SI en la última consulta, en la cual dos preguntas se refieren precisamente a los temas señalados.
Hay que entender, no obstante, que los resultados de la reciente consulta no implican una superación automática del populismo subyacente a la cultura política de los ecuatorianos, exacerbado además por diez años de demagogia y clientelismo desbocados. El amplio triunfo del SI representa únicamente la llave que permitirá abrir la puerta de la recuperación democrática e institucional del país. Quien tiene esa posibilidad en sus manos es, sobre todo, el actual gobierno. Pero también la sociedad organizada tiene la oportunidad de reclamar la incidencia pública que le escamoteó el correato.
Aunque superar la informalidad inherente al populismo requiere de mucho tiempo, sí es factible trazar una ruta para este largo camino democrático. La principal coordenada debe ser la reconstrucción del tejido social devastado por Correa. En la vitalidad de las organizaciones y movimientos sociales está la mejor garantía para un verdadero proyecto de profunda transformación de la sociedad.
Hoy, los efectos del correato en las organizaciones sociales y en la izquierda ecuatoriana son más devastadores que durante cualesquiera de las experiencias anteriores. Una retórica progresista hábilmente manejada desde la publicidad oficial, que incluso llegó a contar con reconocimientos y respaldos internacionales, permitió neutralizar y anular a los movimientos sociales que por décadas defendieron una agenda alternativa al capitalismo. La modernización autoritaria del capitalismo, y la transnacionalización de la economía aplicada durante el gobierno de Correa, requerían de una sociedad subordinada y pasiva frente a la supremacía de Estado. El interés superior definido desde el gobierno se impuso a las aspiraciones ciudadanas. Como señala Zygmunt Bauman, durante los últimos diez años el Estado ecuatoriano cumplió diligentemente el rol de policía interna de la globalización.
Una de las estrategias de propaganda más eficaces del correato fue la magnificación del protagonismo de ciertos sectores de la derecha ecuatoriana, mientras se minimizaron las luchas de resistencia de los movimientos sociales y de las organizaciones de izquierda. Eso le permitió granjearse el favor de una izquierda internacional desubicada y desinformada. Una verborrea diestramente adobada con apelaciones al “conspirativismo” de la derecha regional y del imperialismo completaron este paquete publicitario.
Puertas adentro, las principales políticas del gobierno no solo que favorecieron a los principales grupos monopólicos del país, sino que se alinearon con las nuevas dinámicas de la colonización capitalista. Que estas dinámicas tengan ahora un distintivo chino no cambia su esencia dominante y brutal. La dependencia del Ecuador frente a la nueva potencia comercial del planeta tiene un inconfundible tufo colonial… además, con los vicios de la dependencia exagerados.
El más nefasto de estos vicios es la corrupción. Pocas veces en nuestra historia esta anomalía había alcanzado niveles descomunales. La Comisión Cívica Anticorrupción estima que durante los sucesivos gobiernos de Correa se saquearon entre 30 y 40 mil millones de dólares de las arcas fiscales. Es decir, el equivalente a un año del presupuesto general del Estado. Por primera vez en la historia nacional tenemos un vicepresidente de la República preso y sentenciado por corrupción.
Esta situación fue el detonante que impulsó al electorado a rechazar la opción correísta en la consulta. Detonante, porque desde un tiempo atrás ya se venían acumulando algunos elementos explosivos en el escenario político. El agotamiento de la bonanza petrolera restringió la política clientelar del régimen y destapó los límites de muchas medidas, como la gratuidad de la salud, el fomento a la economía popular, la construcción de infraestructura o el financiamiento de becas.
Luego de la derrota verde-flex en las elecciones seccionales de 2014, la deriva del correato se inclinó cada vez más hacia posiciones autoritarias, sobre todo frente a las protestas de los movimientos sociales. La represión al movimiento indígena y a los colectivos ecologistas fue sistemática, particularmente por la disputa territorial alrededor de los proyectos mineros. Debido a las urgencias fiscales, el gobierno se alineó abierta y frontalmente con los intereses de las trasnacionales chinas y canadienses, atropellando incluso normas constitucionales que aseguran la protección de la naturaleza. Como consecuencia de la represión, en un momento llegamos a tener cerca de 800 activistas sociales y ambientales enjuiciados y perseguidos; algunos terminaron en la cárcel, acusados de sabotaje y terrorismo.
El desgaste de Correa fue evidente en su negativa a convocar a dos consultas populares: la primera, para proteger al parque nacional Yasuní de la explotación petrolera; la segunda, para aprobar o rechazar la reelección indefinida. Era evidente que en ambas consultas el gobierno saldría derrotado. Esto explica en parte la decisión mayoritaria del pueblo a favor del SI en la última consulta, en la cual dos preguntas se refieren precisamente a los temas señalados.
Hay que entender, no obstante, que los resultados de la reciente consulta no implican una superación automática del populismo subyacente a la cultura política de los ecuatorianos, exacerbado además por diez años de demagogia y clientelismo desbocados. El amplio triunfo del SI representa únicamente la llave que permitirá abrir la puerta de la recuperación democrática e institucional del país. Quien tiene esa posibilidad en sus manos es, sobre todo, el actual gobierno. Pero también la sociedad organizada tiene la oportunidad de reclamar la incidencia pública que le escamoteó el correato.
Aunque superar la informalidad inherente al populismo requiere de mucho tiempo, sí es factible trazar una ruta para este largo camino democrático. La principal coordenada debe ser la reconstrucción del tejido social devastado por Correa. En la vitalidad de las organizaciones y movimientos sociales está la mejor garantía para un verdadero proyecto de profunda transformación de la sociedad.
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