sábado, 16 de diciembre de 2017

La condena a Glas deja al correísmo sin paracaídas

  en La Info  por 
Jorge Glas era el último cerrojo de Rafael Correa. Su caída no solamente lo pone en la mira de la Fiscalía y la Contraloría sino que derriba el andamiaje político que creyó tener en la Vicepresidencia de la República. Glas estaba destinado a convertirse en el punto de enlace de sus leales, el mayor acicate contra Lenín Moreno, el operador llamado a dar coherencia al grupo parlamentario y el rostro victimizado de la Revolución Ciudadana. En los hechos, Glas hubiera podido dar la razón a Velasco Ibarra cuando dijo que un vicepresidente “es un conspirador con sueldo a tiempo completo”.
Correa sabía que su vicepresidente estaba siendo investigado. Por eso metió todo su peso político para promocionar las líneas discursivas que hacían creer a Glas que estaba al abrigo de ir preso: no hay pruebas en su contra, si su tío fue sobornado es porque se tomó abusivamente su nombre, él fue el ecuatoriano más auditado por la Contraloría, no han encontrado ni billetes en su casa ni cuentas a su nombre… En última instancia, Correa presionó a los jueces de la Corte Nacional con argumento políticos y mediáticos con los que esperaba que Glas fuera sobreseído. Correa necesitaba salvarlo porque la vicepresidencia es estratégica en la guerra declarada contra Lenín Moreno y porque, preso Glas, él queda totalmente expuesto. Ese doble temor lo ha repetido, como letanía, en todas sus salidas mediáticas, incluida la última con Gabriela Frías en CNN: quieren condenar a un hombre honesto únicamente porque pretenden quedarse con la Vicepresidencia de la República. Y ahora irán por él.
Correa sabe que la condena de Glas redefine, en su contra, el tablero político. Glas perderá la vicepresidencia. Hay cuatro vías para eso: instrumentar la destitución que dictó el Contralor. El juicio político en la Asamblea, cuyo pedido fue presentado por la oposición el 8 de noviembre y que será definido este domingo en una reunión del CAL. El abandono de cargo, cuyo plazo se cumple el 2 de enero. Y la inhabilidad para ejercer la vicepresidencia, si su sentencia es declarada en firme. En claro, su suerte está echada, lo que no se sabe es cuál será la vía más expedita, pues su situación política luce totalmente insostenible.
Glas no solo perderá la Vicepresidencia: tiene otros cargos por los cuales será investigado, según la orden que dieron los jueces de la Corte Nacional: peculado, enriquecimiento ilícito, cohecho, concusión, lavado de activos… La Fiscalía ya lo está haciendo en algunos casos. Esto significa que él queda desactivado políticamente y que, en vez de ser una pieza que sume en la estrategia de Correa, se puede volver un lastre. La cárcel, los nuevos juicios, la posible acumulación de penas, en su caso y en el de su tío, pueden dar lugar a delaciones o acuerdos para colaborar con la justicia. Una cosa es estar preso con protección politica, salario, guardaespaldas y la expectativa de salir en días: otra, muy diferente, es el panorama que tendrá ante sí Jorge Glas en pocas semanas. En ese caso, él y su tío se pueden volver, con el tiempo, potenciales peligros para Correa.
Políticamente, la condena de Glas deja a Correa sin resortes institucionales desde los cuales mover sus fichas. La vicepresidencia era, con Glas, un foco de troles, como Patricio Mery Bell, y antimorenistas consumados. Con el vicepresidente preso, los leales de Correa pierden un punto de anclaje. En los hechos, ya bajaron el tono en redes sociales, no encuentran relevos sociales y políticos para promocionar el No en la Consulta y en la Asamblea, aunque dicen ser 30, pueden hacer oposición pero no incidir en las decisiones fundamentales que resultan adversas a sus causas. Con Glas condenado, y un reguero de juicios en curso, sus argumentos de revolución impoluta y plena de principios quedan fatalmente averiados.
La condena de Glas está cerrando en el campo político-institucional, antes de que los ciudadanos lo sellen en enero en las urnas, el fin del ciclo correísta. Esta condena marca la caída definitiva de Glas y deja a Correa sin mecanismos internos para frenar la transición al morenismo. Hasta tal punto que, torciéndole el cuello a los hechos, presentó una denuncia por alteración del orden constitucional en Ecuador ante la OEA. Eso retrata, tratándose de alguien que denostó de la OEA y pidió que fuera reemplazada por otro organismo, la más absoluta de sus soledades.

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