OPINIÓN
John Oliver
talvez es uno de los mejores y más finos cómicos del mundo. Pero esta vez, en
su más reciente show, no solo trajo risas sino una caja de herramientas para
que los ecuatorianos activen algunos mecanismos de reflexión que han
estado obstruidos durante los últimos años. Uno de ellos es la capacidad de ver
el ridículo que tienen ciertos hechos a los que nos hemos acostumbrado a
mirarlos a través de la lente de la indignación o de la incondicionalidad.
Oliver, en sus más o menos cuatro minutos que dedicó a caricaturizar al
Presidente del Ecuador, nos recordó cuán absurdo, gracioso y hasta trágico
puede ser, por ejemplo, que un Jefe de Estado declare una guerra en redes
sociales. Cuando Correa anunció hace 15 días que iba a desplegar toda una
estrategia oficial para combatir a las cuentas de redes sociales que lo atacan,
disparó indignación, en muchos casos, y adherencias, en otros. Pero la actitud
de la sociedad ecuatoriana fue de severidad y solemnidad. Indignados unos y
aplaudidores otros, pero siempre severos y solemnes. Oliver, en cambio, desnudó
el absurdo -que raya en lo catastrófico- que significa que un Presidente
“dedique 15 minutos de un mensaje al país a convocar a trolls” a una guerra en
contra de sus detractores en las redes. Luego de colocar una imagen en la que
se ve al Presidente afirmando que la página de Facebook de Crudo Ecuador está
“llena de basura”, aparece Oliver llevándose las manos a la cabeza en un gesto
que no se sabe si es de incredulidad o de sorpresa, diciendo una verdad
monumental: “¡sí señor Presidente, claro que tiene basura, para eso está
Facebook!”. ¿Por qué no fuimos capaces de reírnos de algo así, como lo hace
Oliver, en lugar de enfurecernos? Es triste constatar que los ecuatorianos no
supimos reírnos como él. Otra llamada de atención que nos hace este cómico
inglés, y esta es grave, tiene relación con la forma en que estamos asumiendo y
aceptando el manejo que hacen nuestros funcionarios, en este caso el
Presidente, de la imagen del país. En el show, no solo es la figura de la
Presidencia de la República la que queda gravemente herida con las apariciones
de un payaso, sino la del Ecuador, que luce como una de esas republiquetas
tropicales que aparecían en ciertas malas películas de los 80. ¿Un Presidente
que recurre a un payaso para dirigirse a sus mandantes? ¿Un Presidente que
rompe periódicos en vivo y en directo? ¿Un Presidente que aparece fotografiado
unido a otro clown con un calzoncillo gigante? Es muy probable que la comedia
de Oliver servirá para que recordemos que los ecuatorianos pagamos sueldos, con
nuestros impuestos, a funcionarios que entre sus responsabilidades tienen las
de precautelar la imagen de las instituciones para las que trabajan y para el
país que representan. Cada aparición pública de un mandatario burlándose o
despotricando en contra de sus mandantes es un atentado a la buena imagen del
país. Y eso es muy grave. Una tercera reflexión que nos llega desde HBO es una
que Oliver la hace con profunda sabiduría y gracia. Si usted quiere ser líder
mundial, le dice palabras más palabras menos, tiene que aprender a ser
tolerante porque los tolerantes son más fuertes. Y dice de forma jocosa algo
que es terriblemente serio y aleccionador: “no es menos abuso lo que necesitas,
sino más abuso”. Y coloca en la pantalla la cuenta que Correa tiene en Twitter
para que su audiencia lo insulte. Porque para Oliver, en su gigantesca gracia y
sabiduría, tiene mucha razón: a ti, poderoso, lo que te hace falta para ser un
verdadero estadista es que te insulten más y que lo toleres todo. La sorpresa
de Oliver llega, además, justo semanas luego de que los contribuyentes
pagáramos algo así como USD 4 millones en un comercial para promocionar la
imagen del país, precisamente en el país donde más se mira a Oliver, que cuenta
con una audiencia de 9 millones de personas. Con una caricaturización así del
Ecuador, parecería que se borró con el codo lo que se intentó hacer con la
mano. Muchos dirán, y de hecho ya lo están diciendo, que John Oliver se está burlando
del Ecuador. No creo que lo haga. Pero no lo culpen si lo está haciendo porque
la culpa la tiene quien se ha dejado caricaturizar.
Martín Pallares
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