Crece el desprestigio de la Función Judicial
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viernes, 20 de junio de 2025
La Contraloría ha reportado 59 casos de posibles delitos entre jueces y fiscales desde noviembre de 2023
Las sospechas de corrupción sobre los actores judiciales crecen. Destituciones, suspensiones, sentencias y problemas patrimoniales son cada vez más constantes en jueces y fiscales.
Policías y personal de la Fiscalía en un allanamiento en Manabí, como parte del caso Narcotentáculos, el 17 de junio de 2025.
Autor: Redacción Primicias
La corrupción judicial está cada vez más frecuente en Ecuador. Diariamente, jueces, fiscales y otros funcionarios aparecen relacionados con casos de corrupción. Varias entidades del Estado buscan frenar esta situación con acciones de control.
Según la teoría oficial, los operadores de justicia son captados por el crimen organizado, que les paga grandes sobornos a cambio de fallos judiciales favorables. Por esta razón, la Contraloría empezó un análisis completos de los patrimonios de estos servidores.
Desde noviembre de 2023, el organismo de control inicio 160 exámenes especiales a los patrimonios de fiscales, jueces y demás servidores. Hasta la fecha, ya se han completado 108 de estas acciones de control y otras 52 están en proceso.
Aunque la normativa obliga a la Contraloría a guardar bajo reserva los resultados de esos exámenes, PRIMICIAS conoció que en 59 casos, los resultados han sido enviados a la Fiscalía como Indicios de Responsabilidad Penal (IRP)
Por el momento, la Fiscalía todavía no ha formulado cargos en ninguno de estos casos. Es decir, las causas todavía están en etapa previa y reservada.
Decenas de destituidos
En el ultimo año y medio, en Ecuador se han destapado varios casos de corrupción judicial. Los procesos insignia de la llamada depuración son Metástasis, Purga y Plaga, en los que la Fiscalía ha demostrado la existencia de redes de corrupción para beneficiar a criminales.
Ante esta situación, pese a su inestabilidad y problemas de conformación propios por pugnas políticas, la Judicatura ha activado su control disciplinario. En total, 34 jueces relacionados con estas causas han sido destituidos de sus cargos.
Pero, según información del organismo, el control no ha terminado en esos casos. Otros 12 jueces también han sido destituidos en los últimos 11 meses. Y a estos se suman otros 44 destituidos entre fiscales, ayudantes, coordinadores y otros servidores.
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La ley y el dinero no tienen alma, se las da el hombre
Simón Espinosa Cordero
Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
El fin no justifica los medios cuando estos anulan lo que se busca defender. Si combatir el crimen implica eliminar las garantías que protegen al ciudadano, el Estado no ha vencido, se ha suicidado.
Con el ánimo de incorporar herramientas para descoyuntar las estructuras criminales, cortar el flujo de recursos económicos que engorda a los criminales y apoyar a la doliente y espantada comunidad, el gobierno tramitó y puso en vigencia dos normas importantes: la Ley Orgánica de Solidaridad Nacional y la Ley Orgánica de Inteligencia. Ambas normas buscan fines legítimos.
Al aplicarlas, se corre el riesgo de cruzar la delgada línea roja entre un país que se defiende y un Estado que podría volverse abusivo. De hecho, puede debilitarse el ordenamiento jurídico y la democracia legitima que sostiene al régimen.
No dudamos de la buena intención del gobierno. Así como el dinero puede comprar o cocaína o veneno o pollo frito, o hasta una ley que, por justa que parezca, podría volverse peligrosa en manos equivocadas. Corresponde, pues, vigilar —con responsabilidad republicana y sabiduría política— que las normas hoy indispensables no se transformen mañana en azotes para las espaldas de la gente.
La nación sabe que un narcoestado no es solamente una suma de delitos, sino una forma parasitaria de poder incrustada en las instituciones. Esto exige algo más que leyes ordinarias para enfrentarlo; exige medidas extraordinarias, pero desde el Derecho y no contra él, porque no se combate una ilegalidad con otra, ya que dos errores no suman un acierto.
Esta lucha es necesaria; pero si el Estado se convirtiera en agresor de inocentes, la sociedad no tendrá un enemigo: tendría dos.
El primero sería el narcoestado. Un poder paralelo que corrompe burocracias, jueces, fiscales e instituciones; que manipula leyes y usurpa el monopolio legítimo de lo severo para convertirlo en delincuencia, crimen e impunidad, en creciente nivel, en miedo de toda la gente.
El segundo enemigo es el Estado cuando emite leyes que habilitan detenciones y allanamientos sin filtro judicial, interceptaciones sin autorización, espionaje indiscriminado o agresión a los derechos civiles. Si el Estado deja de ser garante del ciudadano se convierte en su agresor, y por tanto, la democracia se vuelve perversa.
¿Cómo enfrentar el narcoestado sin convertirnos en su reflejo? ¿Es posible defenderse sin autodestruirse? Claro que sí. No bastan solamente las reacciones legislativas; son necesarias sabiduría política, cultura constitucional, vocación republicana, coraje moral; hacer lo correcto, no lo conveniente. Recordemos que la primera obligación del poder no es sobrevivir, sino respetar la razón de su propio origen: el pueblo soberano.
Esto implica no tratar a la población civil como enemiga, ni legislar por reacción; no reemplazar garantías ciudadanas por eficacia represiva, ni convertir la excepción en regla permanente; no sacrificar la democracia constitucional en nombre de la seguridad, ni prescindir del control judicial purificado que limita al poder ejecutivo, contrapeso irrenunciable y tutela de las garantías ciudadanas. Una república lúcida, no una burocracia reactiva.
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jueves, 19 de junio de 2025
Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Zanahoria y garrote para los adolescentes
Los límites de las propuestas oficialistas nos remiten al mismo punto de partida: las causas del problema siguen intactas.
La paz como un simple acto de voluntad política no funciona. Lo está demostrando el proceso iniciado por el presidente Gustavo Petro en Colombia. Que él, un exguerrillero del M-19, haya optado con fe de carbonero por esa posibilidad constituye una decisión generosa, coherente y esperanzadora. Pero al mismo tiempo inútil. La violencia en ese país persiste e incluso se ahonda en ciertas regiones.
La principal explicación para el fracaso de la política de paz de Petro radica en la continuidad de los mismos problemas que generan una conflictividad extrema y radical. El negocio del tráfico de drogas y de oro mantiene su apogeo, sobre todo porque la demanda mundial no cesa de expandirse. Y las viejas oligarquías colombianas no están dispuestas a ceder un milímetro en sus prebendas históricas. Para muestra un botón: en el siglo XXI ni siquiera se ha logrado aplicar una reforma agraria que democratice el acceso a la tierra.
Al Gobierno ecuatoriano parece no preocuparle la trágica experiencia del país vecino. Al contrario, le apuesta a una estrategia que, con obvias particularidades, reproduce los mismos errores. Un año y medio de incremento sostenido de la violencia criminal y la inseguridad no generan un mínimo análisis sobre las causas reales de este fenómeno.
No solo eso. Ahora, el Gobierno de Daniel Noboa propone unas iniciativas que, además de contradictorias, carecen de articulación. Por un lado, crea un comité para prevenir y erradicar el reclutamiento de niños y adolescentes por parte del crimen organizado; simultáneamente, una asambleísta del oficialismo presenta en la Asamblea Nacional un proyecto de ley para endurecer las penas en contra de los adolescentes infractores. Para ciertos delitos, se los quiere juzgar como adultos. Zanahoria y garrote.
Los límites de estas propuestas nos remiten al mismo punto de partida: las causas del problema siguen intactas. Los adolescentes que voluntariamente se incorporan o son reclutados por las bandas criminales prefieren la fugacidad del despilfarro, o el espejismo de un lujo menesteroso, antes que la perpetuidad de la carencia. El narcotráfico sigue representando la economía de la oportunidad inmediata y del dinero fácil. ¿Por qué renunciar a esa tentación?
¿Tiene el Gobierno información precisa sobre cuántos niños, niñas y adolescentes del país son absolutamente vulnerables a la influencia de los grupos criminales? Y no vulnerables únicamente por la pobreza y la marginalidad, sino por la seducción de un sistema que hace del consumo y el hedonismo sus nuevos santuarios. ¿Han revisado las autoridades la cantidad de casos de narcotráfico donde los involucrados provienen de sectores medio sin mayores urgencias económicas? Ni siquiera la religión ha conseguido refrenar la codicia humana.
Junio 18, 2025
Ecuador: Nuevas leyes amenazan derechos
Seguridad, privacidad y garantías procesales en peligro

(Washington D. C.) - Las nuevas leyes aprobadas por la Asamblea Nacional del Ecuador y firmadas por el presidente Daniel Noboa incluyen disposiciones peligrosas que ponen en riesgo los derechos de los ecuatorianos, señaló hoy Human Rights Watch.
El 7 de junio de 2025, la recién instalada Asamblea Nacional aprobó mediante un proceso acelerado la Ley Orgánica de Solidaridad Nacional, que otorga al presidente amplios poderes para declarar y responder a un “conflicto armado interno”. El 10 de junio, la Asamblea aprobó la Ley Orgánica de Inteligencia que crea un marco jurídico para las actividades y operaciones de inteligencia y contrainteligencia. La nueva legislación abre la puerta al uso injustificado de la fuerza letal, debilita la rendición de cuentas por los abusos de las fuerzas de seguridad y socava las garantías que regulan la obtención de información por parte de agencias de inteligencia.
“Ecuador necesita con urgencia abordar la inseguridad y el crimen organizado, pero lo más probable es que estas leyes solo hagan más daño”, señaló Juanita Goebertus, directora de la División de las Américas de Human Rights Watch. “La seguridad no se puede construir con legislación apresurada, mal redactada y excesivamente amplia. En cambio, hace falta un debate cuidadoso, salvaguardias sólidas y respeto a los derechos humanos”.
En los últimos años, Ecuador ha experimentado un fuerte aumento de la violencia vinculada al crimen organizado, llevando las tasas de homicidio a niveles récord en 2023, con más de 47 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado. Según el Observatorio, en 2024 la tasa de homicidios se redujo en alrededor de un 15 %. No obstante, los homicidios, en su mayoría atribuidos a grupos criminales, han experimentado un nuevo incremento en 2025, de acuerdo con cifras oficiales.
La Asamblea aprobó la Ley de Solidaridad Nacional con base en una propuesta presentada por el presidente Noboa en mayo. La ley faculta al presidente a declarar la existencia de un conflicto armado, lo que permite a las fuerzas de seguridad emplear fuerza letal en situaciones que, de lo contrario, estarían prohibidas por el derecho internacional de los derechos humanos y la legislación ecuatoriana. El aparente objetivo de la ley es otorgar a las autoridades mayor libertad en la lucha contra la delincuencia a costa de eliminar protecciones fundamentales de derechos humanos.
La Corte Constitucional ha rechazado en varios dictámenes la causal de “conflicto armado interno” para las declaratorias de estado de excepción del presidente Noboa. La Corte concluyó que los argumentos presentados por el gobierno no permitían verificar el cumplimiento de los criterios establecidos por el derecho internacional para la configuración de un conflicto armado.
Según la Constitución del Ecuador, los estados de excepción tienen limitaciones en cuanto a su duración y a los derechos que pueden suspenderse, y están sujetos al control de la Corte Constitucional. La nueva ley crea un régimen jurídico especial que intenta eludir el marco constitucional de los estados de excepción, incluyendo el control de la Corte Constitucional.
El marco jurídico de “conflicto armado” establecido por la Ley de Solidaridad Nacional abre la puerta a graves violaciones de los derechos humanos y tendrá consecuencias para los ecuatorianos, señaló Human Rights Watch. La ley permite a las fuerzas de seguridad realizar allanamientos sin orden judicial y omitir las restricciones al uso de la fuerza letal que son esenciales para una actuación de las fuerzas de seguridad que sea respetuosa de los derechos humanos.
La ley define de manera imprecisa a los “grupos armados organizados” que pueden ser considerados parte en un conflicto armado, e incluye a aquellos conformados por tan solo tres integrantes que ejerzan “violencia prolongada”. Además, la ley otorga a las fuerzas del orden la autoridad para determinar qué grupos pueden ser considerados como parte en el conflicto.
La ley también permite al presidente indultar a los miembros de las fuerzas de seguridad que estén siendo investigados por delitos cometidos durante el supuesto “conflicto armado”. Asimismo, prohíbe el uso de la prisión preventiva, el arresto domiciliario o el uso de dispositivos electrónicos contra los miembros de las fuerzas de seguridad investigados y establece que seguirán desempeñando sus funciones aunque estén siendo investigados.
La Ley de Inteligencia establece un Sistema Nacional de Inteligencia compuesto por organismos militares, policiales, financieros, tributarios, aduaneros, penitenciarios y de seguridad presidencial, todos ellos coordinados por una entidad rectora cuya máxima autoridad es designada por el presidente.
La Ley de Inteligencia contiene disposiciones peligrosas que parecen contravenir las protecciones constitucionales relativas al derecho a la protección de datos personales, las cuales requieren la autorización del titular o un mandato legal para su recopilación. Asimismo, estas disposiciones afectan el derecho a la intimidad personal y familiar, así como el derecho a la inviolabilidad y al secreto de todo tipo o forma de comunicación. De acuerdo con la Constitución, el acceso a esta información solo está permitido en los casos previstos por la ley y con previa intervención judicial.
Según la nueva ley, las entidades estatales, las instituciones públicas y privadas, las empresas y los particulares están obligados sin excepción a proporcionar información al sistema de inteligencia. No se requiere ninguna orden judicial. Esto incluye a las operadoras de servicios de
telecomunicaciones, que estarán obligadas a entregar información tanto histórica como en tiempo real sobre las comunicaciones y conexiones de las personas sin necesidad de una orden judicial. Además, el Sistema Nacional de Inteligencia podrá interceptar comunicaciones por motivos vagos de “seguridad integral del Estado” sin orden judicial.
Estas disposiciones socavan la intimidad e interfieren en el derecho a la vida privada y a la correspondencia, señaló Human Rights Watch. La ley también podría crear un efecto inhibitorio para la libertad de expresión y poner en peligro profesiones protegidas por la confidencialidad, como médicos, abogados y periodistas, al exigirles potencialmente que revelen información sensible.
Estas leyes deberían revisarse para garantizar que estén conforme a la Constitución y a las obligaciones internacionales de derechos humanos de Ecuador.
“Los ecuatorianos no deberían tener que elegir entre seguridad y derechos humanos”, afirmó Goebertus. “Una seguridad duradera no se logra otorgando poderes ilimitados a los organismos de seguridad e inteligencia, sino fortaleciendo el sistema judicial, desmantelando las economías ilícitas y defendiendo el Estado de derecho”.