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martes, 11 de septiembre de 2018

POR: Galo Muñoz Arce
Publicado en la Revista El Observador, junio de 2018, edición 105

“Nicaragua tan dolorosamente dulce”
Cuando llegué a Nicaragua, en julio de 1979, formando parte de la  Brigada Internacional “Simón  Bolívar, Sentí un gran sentimiento de euforia. Derrotada la dictadura del General Anastacio Somoza, surgía para el sufrido pueblo, la oportunidad para impulsar una verdadera revolución que hiciera verdad los ideales del Héroe Nacional, General de Hombres Libres Augusto C. Sandino.

Una revolución de profunda vocación social capaz de transformar  la sociedad en una más justa e igualitaria y de devolver al pueblo nicaragüense  su libertad tan pisoteada por gobernantes ven de patria, por dictadorzuelos ambiciosos y corruptos.

Me incorporé con entusiasmo al proceso revolucionario. Llegué al profundo conocimiento que la Revolución Popular Sandinista  se inspiraba  en transformaciones sociales compatibles  con mis convicciones políticas e ideológicas.

Sin duda los primeros años de la revolución, nos obstante  las dificultades económicas fueron los momentos más importantes de mi vida. Tuve la oportunidad de participar en  la Cruzada Nacional de Alfabetización que logró reducir en menos de un año, del 90 e analfabetismo al 12/span>

Simultáneamente se llevaron a cabo las Jornadas Populares  de Salud, se inició la transformación agraria, se promovió la cultura e identidad nacional. Fui también testigo como el pueblo comenzó a recuperar la palabra tras décadas de obligado silencio impuesto por la dictadura.

Y no solo recuperó la palabra sino que aprendió a exigir  el respeto a sus derechos fundamentales. A los tres primeros años del triunfo de la Revolución, se inicia la agresión militar norteamericana a Nicaragua y el pueblo se moviliza militarmente para defender esta noble causa.

Viví desde 1983 hasta 1990 en  la región norte del país, territorio donde a diario se libraban cruentos combates entre las tropas del Ejército Popular Sandinista y el ejército mercenario conocido como la “contrarrevolución”. Recuerdo que en más de una ocasión estuvo me vida en peligro viéndome obligado a  empuñar un fúsil.

En una guerra hay muchos protagonistas. Están los enemigos que se enfrentan y están claro, los civiles que quedan atrapados en medio del fuego cruzado. Pero también estábamos los corresponsales de guerra, que para hacer periodismo, hay que estar “donde se mata o se muere”.

En un principio pensaba que la guerra a la que iba a cubrir  podía apoyar desde mi cámara, pero cuando llegue a las zonas de guerra me di cuenta que mi papel era otro, “vencer o morir.

Por primera vez en la historia de la lucha de los pueblos se dio un espectáculo asombroso por su grandeza, la participación de brigadas internacionalistas  para apoyar el proceso revolucionario sandinista. Muchos entregaron sus vidas, otros su madurez, su ciencia y su experiencia. “Nada nos pedían, si querían un puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por la causa del pueblo nicaragüense”.

Lo que nunca imaginamos, es que el conductor del proceso revolucionario Sandinista, el dictador Daniel Ortega, que retomó el poder de manera fraudulenta, reniegue sus principios y convicciones del  Sandinismo, para entregarse en cuerpo y alma  al capital y los enemigos de la humanidad, los  Estados Unidos de Norteamérica. 

Como nos duele Nicaragua, tan dolorosamente dulce, sobre todo a quienes pusimos un granito de arena para conquistar y defender el triunfo de la Revolución Popular Sandinista. “Tiempos que se fueron y n unca más volverán.

Hoy en dia, la débil legitimidad del FSLN.
El FSLN volvió al gobierno en condiciones de débil legitimidad electoral, en 2006, forzó su reelección en 2011 hasta la actualidad. Ortega lleva  12 años en una presidencia fraudulenta. La incorporación de Rosario Murillo su esposa, elevada al poder, producto de un oscuro pacto de sobrevivencia cuando Daniel Ortega fue acusado por su hija Zoilamérica Castillo de violación. 

Ello generó una jugada  bajo la sombra y al mando de una pareja obsesionada por el poder, la construcción de una apariencia orweliana (totalitaria) de país feliz que no admitía ser contrastado con la realidad y una expansión económica y familiar que poco a poco los asimiló en el imaginario a la vieja dinastía de los Somoza.

La concentración de poder y el control institucional tomaron de rehén a toda la sociedad. A toda oposición o crítica respondieron con represión, descredito del adversario y amenaza de perder la estabilidad y la paz. El chantaje aplastó a la sociedad entera, preocupada por sobrevivir, conservar el empleo y evitar el trágico pasado de la guerra civil. Ello logró crear con el empresariado un pacto en que a cambio de neutralidad política le facilitaba los negocios, en medio del emparedado quedó como siempre la mayoría de la sociedad. 

Pese a todo, en diferentes segmentos de la sociedad se mantuvo la voz y la reflexión crítica, pequeños conatos de protesta mantuvieron viva la aspiración de libertad, como las mujeres, los jóvenes y sectores campesinos. La mayoría de los centros urbanos eran férreamente controlados por el poder.

La creciente y evidente corrupción, el desparpajo del poder, su impunidad y el malestar soterrado se mantenían bajo las apariencias. La masiva manifestación campesina contra la concesión canalera a una empresa china fantasma, a partir de 2013, fue quizá la primera advertencia de la saturación social. La marcha intentó llegar a la capital, fue bloqueada, pero se había quebrado la apariencia de apoyo popular y país feliz del régimen.

La más reciente protesta contra un decreto confiscatorio que pretende financiar el déficit del seguro social incrementando aportes onerosos, desató una rebelión nacional. El seguro social ha sido sistemáticamente desfalcado sin control alguno y la población ha reaccionado protestando. Durante tres días bajo el fuego de la represión, con 30 muertos, mayoría de estudiantes, un policía, un periodista, el malestar ha cristalizado contra la administración autoritaria e impune de Ortega y su aparato. 

La movilización de la policía, por ahora el ejército  y de grupos paramilitares contra los manifestaciones incrementa la violencia pero lleva en el fondo un mensaje político. Ortega sabe que si no mata la revuelta caerá.

Un antes y un después
El discurso oficial ha buscado limitar el malestar al decreto de reforma de la seguridad social y descalificar todo lo demás como actividades conspirativas y delincuenciales instrumentalizadas. En un discurso oficial han derogado el decreto pero han pasado por alto la represión y el malestar genuino de la sociedad. El gobierno se ve sobrepasado, lento, envejecido, con imágenes y discursos que no tienen eco en la sociedad y que solo buscan afirmar el poder detrás del manto de la ley y el orden. Todos sabemos que cuando la ley y el orden pierden legitimidad no sirve de nada invocarlo.

El descontento masivo y difuso afirma que es un nuevo comienzo, que debe continuar con el cambio de régimen. La épica, el sueño del cambio ha pasado del lado de la sociedad y de la juventud, Del lado del poder quedó la pesadilla y un foso de sangre. Vieja e inevitable división entre el poder desnudo y la sociedad que termina por perder el miedo.

El quiebre, con el empresariado, la iglesia, la juventud, la sociedad, con periodistas e incluso con viejos dirigentes del partido y su base militante; deja expuesto al régimen: con su ejército, policía, burócratas políticos y sindicales y todo lo que puedan cooptar y presionar. Hasta hace poco era suficiente ahora ya no lo es. Y tampoco se sabe si el castillo del autócrata, que ha levantado el puente e inundado el foso para preservarse del asedio soportará la embestida. El desenlace es un incógnita, pero una vez más este sufrido país, que convocó tanta solidaridad, vuelve a pagar a un precio altísimo para encontrar el camino de la libertad, la democracia y la justicia.

El pueblo no quiere dictaduras 
Nicaragua a partir del 19 de abril ya cambió y no quiere  seguir viviendo bajo regímenes dictatoriales. Se renovó la esperanza en el corazón de la ciudadanía  de que una Nicaragua mejor para todos es posible, caminando  por el sendero de la libertad y la democracia, que  conduzca a fundar la república democrática que la mayoría de los nicaragüenses han anhelado. 

El país debe ser desarrollado económica, política y socialmente, elevando el nivel y calidad de vida de todos ,kos nicaragüenses, pero de manera especial de los sectores más empobrecidos, con programas y acciones efectivos y eficientes para dejar de ser el segundo país más pobre de América Latina.

La criminal represión y los asesinatos cometidos por la dictadura Ortega-Murillo y la población civil desarmada, ya suman más de 60 fallecidos, alrededor de 500 heridos, varios desaparecidos, así como torturados, poniendo de manifiesto métodos utilizados por la dictadura somocista. La utilización del ejército, la policía y francotiradores camuflados de la Juventud Sandinista, contra una población que protesta pacíficamente, es lo más cruel y cobarde que se puede haber observado.

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