Nelsa Curbelo
Caricaturas y
discrimen
La caricatura de
Bonil objeto de comparecencia en la Supercom me causó mucha sorpresa y más
sorpresa me causaron los motivos de la demanda. Así que llevada por la
curiosidad y para actualizarme, busqué en YouTube la intervención del
asambleísta y mi sorpresa fue aún mayor.
¿Quién fue el asesor o asesora (hay
que respetar la equidad de género, para no discriminar…) que deslizó en las
manos de nuestro representante un texto engorroso que no tuvo tiempo de
repasar? Que lo hizo tartamudear y sentirse incómodo frente a una redacción
académica, alambicada, tortuosa, que, en lo que pude entender, pretendía
defender justamente a los excluidos ahora invitados al buen vivir como derecho
de todas y de todos. ¿Alguien le hizo una zancadilla, le preparó una carambola
a varias bandas, como en el billar? A veces eso existe entre colegas
asambleístas… A él o ella habría que demandar…
Todos sabemos que muchas
intervenciones de nuestros representantes no son escritas por ellos, y a veces,
solo a veces, no tienen tiempo de leerlas, de opinar y discutirlas, antes de
solemnemente exponerlas en el pleno. Claramente este podría ser el caso.
Pero la demanda de las catorce
asociaciones afroecuatorianas, que no pretenden, según las palabras de su
representante, defender al legislador Agustín Delgado, sino “al pueblo
afroecuatoriano”, ha producido un efecto bumerán: los que no estábamos muy
enterados nos enteramos. Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más
humano todavía, dicen les Luthiers…
Además, no me parecen justas ninguna
de las dos demandas. Es obvio que no hay discrimen racista en la caricatura, no
se hace alusión a la raza ni al color de quien fue una gloria del fútbol
ecuatoriano.
Tampoco hay discriminación
socioeconómica, pues Agustín Delgado goza de solvencia económica gracias a su
talento en el fútbol y a los muchos años que brindó alegría con ese deporte a
los aficionados al deporte rey.
La caricatura tiene eso. Escoge un
momento, una situación, un dicho, una circunstancia y la expone desde su ángulo
cómico. Creo que no hay que enojarse por eso. Solamente reírse a carcajadas, a
veces de uno mismo. Agustín Delgado sonríe con mucha facilidad, tiene un rostro
amable y pacificador. Si le hubiera agregado una carcajada al mal rato que él
pasó, y de rebote nos hizo pasar, seguramente no estaríamos ahora hablando de
consultar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la caricatura, la
libertad de expresión y la censura previa… Y repetir hasta el cansancio no la
caricatura, sino la visualización del hecho que la originó. –Resultó peor la
enmienda que el soneto–.
En medio de tantos problemas
nacionales y mundiales nos hace falta una cura de risa. La respetabilidad no es
sinónimo de seriedad; la seriedad se asemeja bastante a un tumor canceroso. Se
expande sin control, crispa, enferma todo el cuerpo social y nos aleja unos de
otros. La risa hermana, alivia, nos hace felices, y nos pone en nuestro lugar,
bastante pequeño en el concierto de los seres vivos. Hacer de la caricatura una
tragedia, ¡es una tragedia! Salirnos del pensamiento lineal lógico y
permitirnos el giro inesperado de una broma nos puede hacer bien como sociedad
y como país. ¡Más humor y menos tumor! (O)
No hay comentarios:
Publicar un comentario