La más perseguida del DAS
El drama de una mujer que fue amenazada, no por grupos ilegales, sino
por el Estado. Su caso es emblemático: por primera vez la Fiscalía investiga a
siete altos exfuncionarios del organismo de inteligencia por el delito de
tortura psicológica. Esta es su historia.
Por: Diana Carolina Durán Núñez, Juan
David Laverde Palma
Al concluir que el DAS como organismo de inteligencia adscrito a la Casa
de Nariño era una entidad jerárquica y colegiada, y poniendo como ejemplos los
juicios del Tribunal de Nuremberg y del Tribunal Internacional para la antigua
Yugoslavia, en los que se juzgó a altos dirigentes nazis y oficiales yugoslavos
por crímenes de guerra perpetrados por sus subalternos, la Fiscalía encontró
evidencias de una tenebrosa persecución patrocinada por el DAS en contra de la
periodista Claudia Julieta Duque.
La tesis jurídica de “la responsabilidad del superior” constituye uno de
los ángulos más novedosos en las pesquisas adelantadas por las autoridades
acerca de los bochornosos seguimientos e interceptaciones de la policía secreta
de Colombia a magistrados, periodistas, defensores de derechos humanos y
opositores del gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Con una interpretación que
después de años de examinar la evidencia le permitió a la justicia establecer
por primera vez que en el caso de las chuzadas del DAS, además de todos los
excesos del Estado, se cometió el delito de tortura psicológica.
En 120 páginas una fiscal de derechos humanos constató el acecho, las
amenazas, el hostigamiento y la tortura psicológica que funcionarios del DAS le
infligieron a Duque y a su hija. Según ella, dicho acoso comenzó pocos días
después del crimen del periodista y humorista Jaime Garzón, ocurrido el 13 de
agosto de 1999, pues al investigar el asesinato encontró pistas que,
supuestamente, relacionaban a agentes del Estado con el homicidio. Esto le
costó un secuestro, un hurto, continuas llamadas intimidantes y un sinnúmero de
ataques que la pusieron en riesgo y la obligaron a exiliarse en el año 2001.
Regresó al país en 2002 y empezó a colaborar en un documental del
programa Contravía emitido meses después, en el que se documentaba que la
investigación del caso Jaime Garzón había sido desviada por el DAS. Volvieron
los taxis sospechosos, las coronas fúnebres, los quesos podridos que le dejaban
en su residencia, los mensajes funerarios a su celular y las constancias de la
intimidación con frases como: “Cuando escuchamos tu voz y la de tu hija, nos
dan ganas de cogerlas”, “(...) pa picarla gonorrea”, y la más escabrosa, que
decía que iban a quemar viva a su hija y a esparcir sus dedos por la casa.
Claudia Julieta Duque le escribió cartas a la Presidencia y a la
dirección del DAS denunciando esta persecución, pero nadie le dio respuesta.
Fue sólo hasta el año 2009 cuando la Fiscalía allanó el organismo de
inteligencia y encontró un centenar de carpetas sobre infinidad de operaciones
encubiertas, registros de interceptaciones de correos electrónicos y teléfonos,
documentos de inteligencia sobre los opositores políticos del gobierno Uribe y
otro largo etcétera de víctimas, que las evidencias reivindicaron las denuncias
solitarias de Duque.
Se estableció entonces un ataque sistemático en contra de la periodista
por lo menos entre 2001 y 2004. El grupo G-3, creado por la administración de
Jorge Noguera en el DAS, recogió información de ella de manera ilegal, aportó
fotografías de su residencia y de su hija, chuzó sus correos, espió a su
círculo cercano en una operación denominada “Caso Filtración” y abrió una
carpeta especial con su nombre denominada “Caso Julieta”. Lo más absurdo es que
el 17 de noviembre de 2004 se creó un manual para amenazarla, que tenía
instrucciones para evitar ser descubiertos y hasta la frase para intimidarla.
El documento hallado rezaba que la llamada debía hacerse en cercanías a
las instalaciones de inteligencia de la Policía, que no debía durar más de 49
segundos, que lo mejor era hacerla desde un teléfono público, que quien
realizara la llamada debía estar solo y desplazarse en bus hasta el sitio, que
debía constatar que no hubiera cámaras de seguridad en el lugar y, por
supuesto, “no tartamudear”. El mensaje sugerido decía: “Ni camionetas blindadas
ni carticas chimbas le van a servir ahora, nos tocó meternos con lo que más
quiere, eso le pasa por perra y por meterse en lo que no le importa, vieja
gonorrea hijueputa”.
Para la Fiscalía no hay duda de que el G-3 persiguió entre 2003 y 2005 a
blancos políticos y representantes de ONG, “con el único propósito de aminorar
y amedrentar a todos aquellos que denunciaban hechos y situaciones que se
alejaban de la política desarrollada por el gobierno de turno”. En el caso de
Duque, por ejemplo, a través de las denominadas operaciones “Transmilenio” y
“Libertad” fue hostigada a la vez por dos vertientes de la dirección de
inteligencia del DAS. El objetivo era relacionar a las guerrillas con ONG como
el Colectivo de Abogados José Alvear, en el que colaboró la periodista.
También se encontró que entre los actos de tortura en contra de Duque se
dispuso, para realizarle seguimientos, del taxi de placas SHH-348, que resultó
siendo de uso de la Subdirección de Operaciones del DAS. Se halló un reporte de
2004 que señalaba: “Se conoció que CJD ya no contesta llamadas telefónicas, en
ocasiones no manda a su hija al colegio”, y documentos rotulados como
“Reservado” “que evidencian un control a las líneas” telefónicas de la
periodista.
Las declaraciones que dio el coordinador del G-3, Jaime Fernando Ovalle,
fueron determinantes para imponer medida de aseguramiento a siete altos
exfuncionarios del DAS que ordenaron infiltrar ONG para realizar campañas de
desprestigio de todo lo que estuviera relacionado con la izquierda. El detenido
exsubdirector del DAS José Miguel Narváez —procesado también por los asesinatos
de Jaime Garzón y del exsenador Manuel Cepeda, así como por el secuestro de
Piedad Córdoba— le dijo a la Fiscalía que todas las ONG no eran blanco de
inteligencia, pero sí aquellas cuyos miembros hubieran tenido vínculos con
grupos como el M-19 o el Eln.
Los investigadores hallaron carpetas en las que se detallaban las
maniobras del DAS en el llamado caso “Transmilenio”, en contra del Colectivo
José Alvear; en ellas reposan manuscritos en los que se lee que los directivos
de esta organización eran guerrilleros de las Farc. Uno de los agentes
investigados, Hugo Daney Ortiz, reconoció que por lo menos desde el año 1992,
la Subdirección de Operaciones hacía verificaciones de inteligencia y análisis sobre
distintos episodios del país o personas. Según contó, muchas de estas
actividades ni siquiera tenían un protocolo.
Al margen de las pesquisas para establecer nexos de ONG con grupos
ilegales, llamó la atención de la Fiscalía la marcada ideología de los informes
del DAS sobre Claudia Julieta Duque, a quien describían como “escritora,
periodista y traficante de derechos humanos”. Asimismo se documentó que se
efectuaron interceptaciones legales en un proceso paralelo, las cuales
terminaron siendo utilizadas de manera ilegal por el DAS como insumo de
inteligencia, a pesar de que tenían un carácter reservado. Algunas cartas de
Duque en las que denunciaba hechos irregulares del DAS derivaron en procesos
internos que se archivaron a los pocos meses.
El DAS sabía que la periodista había colaborado con la publicación El
embrujo continúa, en la que se hacían graves señalamientos de derechos humanos
al Estado en los tiempos del primer mandato de Álvaro Uribe. También
registraron y acecharon a sus familiares y amigos, la persiguieron, intimidaron
a su hija, la obligaron a salir del país en tres ocasiones y hasta la
hostigaron en Europa mientras huía. Todo lo denunció en su momento y la
tildaron de loca. Medicina Legal certificó que esta cacería le produjo estrés postraumático
crónico, depresión y un comportamiento esquizoparanoide. Su caso hizo que por
primera vez la justicia encausara a siete exagentes del Estado en un proceso
por el delito de tortura psicológica.
La responsabilidad jerárquica en el DAS
Los funcionarios en la mira de la Fiscalía por el acecho contra Claudia
Julieta Duque son el exsubdirector del DAS José Miguel Narváez, los
exdirectores de inteligencia GianCarlo Auque y Enrique Ariza, los
exsubdirectores de Operaciones Carlos Arzayús y Hugo Daney Ortiz y los agentes
Rodolfo Medina y Jorge Rubiano. Ariza y Medina siguen prófugos. Los demás
enfrentan juicios por las irregularidades en el denominado caso de las
‘chuzadas’.
La providencia de
120 páginas resalta que el DAS era un cuerpo colegiado y por lo tanto las
operaciones se realizaban de forma coordinada. La Fiscalía advirtió que había
una responsabilidad de los superiores por las actividades de agentes del DAS en
los hostigamientos a Duque. El ente investigador consideró que, en este caso al
menos, había una línea de mando que generó responsabilidades.
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