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viernes, 8 de junio de 2018

Dahik quiere esculpir en piedra a Nebot

  en La Info  por 
Ojalá Jaime Nebot no dé curso a una idea recurrente de Alberto Dahik. El alcalde de Guayaquil dijo ayer que estudiará con sinceridad la propuesta de hacer una consulta en su ciudad para blindar el modelo de desarrollo que, según dijo en la última elección, los guayaquileños han refrendado en las urnas seis veces.
La idea de Dahik es que Nebot haga la consulta antes de dejar la alcaldía en 2019. Los guayaquileños, escribió el ex vicepresidente en su columna de El Universo, tienen derecho a que ese modelo se blinde para que próximas administraciones, “vengan de la estirpe política que sea”, no puedan “alterar lo que creemos es el mejor modelo de gestión de la ciudad”. Esa sugerencia ya la había hecho en el Salón de la Ciudad en noviembre de 2015.
Salvo algún alzheimer en marcha, no se conoce un precedente en esta materia. Porque lo que pasa por un modelo es, en realidad, la gestión de un partido que gobierna Guayaquil desde 1992: el socialcristianismo. De ahí las dificultades que experimenta el propio Dahik en su columna para perfilar la consulta que propone. Fijar el límite de gasto corriente, se antoja un ejemplo concreto. Pero ¿cómo se pueden fijar, como propone, reglas inamoviables que deben quedar grabadas en piedra? ¿Acaso se puede visualizar para el futuro “el máximo posible de crecimiento del personal de la Municipalidad”, o “fijar cuáles servicios deben continuar bajo el modelo de la autonomía, como el aeropuerto?”
El modelo que Dahik quiere grabar en piedra, como los mandamientos, es la gestión de un político que puede tener muchas lecturas. Y algunas seriamente críticas. Porque, para empezar, habría que ver hasta dónde Nebot ha plasmado en instituciones su administración. Nadie puede negar que Nebot es popular. Pero que lo sea, no significa que su visión y su gestión tengan que volverse catecismo para Guayaquil. Y que su administración tenga aceptación tampoco significa que no pueda y deba ser mejorada. Ese es un programa evidente para cualquier demócrata ya sea en el ámbito local o en el nacional.
La propuesta de Dahik es aplicable a cualquier modelo y puede volverse la tentación de cualquier político. Populista o autoritario. Es sencillo imaginar, por ejemplo, a Rafael Correa con una propuesta similar en 2013 –antes también– para fijar en piedra su modelo. Hubiera ganado largamente porque también él era popular y su modelo era abiertamente aplaudido por la mayoría de ecuatorianos. Pues bien: cuando se fue Correa y se pudo escudriñar realmente en sus costuras, la realidad no fue lo que él pretendió. Y para seguir con el mismo ejemplo, no hay que pensar en una consulta: basta con revisar la Constitución de 2009. Correa grabó su modelo en Montecristi. Y ahora, nueve años después, ese mismo país ha tenido que inventarse una consulta, sacarse de la manga un Consejo de Participación Ciudadana Transitorio para tratar de deshacer el brodio que resultó de aquello que se imprimió, no en piedra sino en papel. Y en millones de ejemplares.
Dahik quisiera que la democracia fuera predecible. Y no, no lo es. Tras Barak Obama vino este ser incalificable de Donald Trump. Guayaquil tuvo administraciones nefastas antes de los socialcristianos. Pero puede tenerlas mucho mejores que las de Febres Cordero y Nebot. Ese es el trabajo al que debe aspirar un demócrata como Dahik: no hacer homenajes disfrazados a Nebot pretendiendo amarrar una ciudad a un modelo que debe ser analizado y, por supuesto, mejorado. Incluso por sucesores del propio partido de Nebot.
Los socialcristianos no son los únicos políticos en el mundo que han tenido el poder durante tantos años en una ciudad. Se pueden ver ejemplos en Francia, en Marsella o en Lille, con alcaldes como Gaston Deferre o Pierre Mauroy. Deferre estuvo 33 años en el cargo y Mauroy 28 años, por su supuesta buena gestión. A nadie, en el Partido Socialista francés,  se le ocurrió grabar en piedra nada. Dahik no apuesta a los ciudadanos, no los trata como gente adulta. Porque solo a los seguidores de los mesías se les ocurre grabar en piedra sus mandamientos o sus acciones y (pretender) parar la dinámica, volátil por cierto, de la democracia.
Ojalá Nebot, que ya está pensando en la Presidencia, piense con sinceridad -como dijo- esa propuesta ocurrida y la descarte. La democracia necesita ciudadanos maduros y críticos; no mandamientos grabados en piedra. Con la Constitución basta.

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