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miércoles, 11 de abril de 2018

La peor pesadilla para un expresidente es que le dejen en paz

  en Columnistas/La Info/Las Ideas  por 
Desde que dejan sus funciones los expresidentes narcisistas sufren mucho. Ya no gozan del poder con el cual lograban restringir a sus críticos, tergiversar hechos y proyectarse como dioses en la tierra. Al dejar el mando, toda la farsa se empieza a desmantelar ya que surge la evidencia de la incompetencia y corrupción de sus gobiernos. Pero desde un punto de vista psicológico hay algo que les hace sufrir aún más: que les dejen de atacar, que los ignoren e incluso que sus opositores los olviden. Para comprender, primero hay que entender a los narcisistas del tipo maligno.
Los narcisistas en general son personas que tienen fantasías grandiosas, necesitan atención y admiración constante. Además pueden ser arrogantes, egocéntricos, manipulativos y controladores. Aunque la mayoría de narcisistas comparten estas características no todos son iguales porque hay distintos tipos de narcisismo: los frágiles, los exhibicionistas y los malignos. El narcisista de tipo maligno tiene, además de todos los síntomas mencionados, una obsesión por dominar a los demás y son sedientos de poder.
Lo interesante de los narcisistas malignos es que, a pesar de la arrogancia y prepotencia que proyectan, en el fondo tienen una autoestima muy quebradiza que les vuelve intolerantes a la crítica. Usan la dominancia y la agresividad para asegurar que nadie se atreva a criticarles. Por ejemplo pueden usar el poder para restringir la prensa y controlar lo que se dice de ellos. Esto es un mecanismo de defensa para proteger su frágil ego de ser lastimado. La supremacía de su cargo también les da una sensación de superioridad e importancia ante los demás y esto ayuda a fortalecer su baja autoestima. Esa es la razón por la cual muchos narcisistas de este tipo desarrollan una adicción al poder.
A pesar del sufrimiento que trae la crítica, los narcisistas saben cómo explotar toda situación y se pueden aprovechar incluso de lo que dicen sus más arduos críticos. Tener opositores que le atacan les puede beneficiar enormemente ya que les permite asumir el papel de víctimas y así logran enganchar aún más a sus admiradores que les empiezan a contemplar como mártires de la causa. Esto incluso puede incitar a sus fanáticos a que salgan a defenderles; eso les sirve para alimentar sus egos y su sentido de importancia. Además los oponentes, al reprobarlos públicamente a través de los medios de comunicación, les dan publicidad gratis que les ayuda a permanecer relevantes ante sus seguidores.
Actualmente un cierto expresidente sigue siendo el protagonista en los titulares en todas las noticias de corrupción y problemas de su gobierno. Con solo buscar su nombre en google se puede encontrar 1,130,000 páginas que lo mencionan; esto es mucha cobertura y atención. Lo que él hace, dice y piensa sigue siendo relevante y aún sus críticos están atentos y tienen interés de saber adónde va, dónde come, cómo es su casa, etc. Si se produjera un “reality show” de su vida fuera de la presidencia, no nos perderíamos ni un solo capítulo. Esto le da un sentido de trascendencia que es muy valioso para un narcisista. Como dijo el presidente Donald Trump: “la mala publicidad es a veces mejor que no tener publicidad.”
Por estas razones para un expresidente narcisista mucho peor que ser criticado es ser olvidado. Durante la presidencia, ellos están viviendo su sueño: ser la persona más importante y el centro de atención de toda una nación. Cuando acaban su mandato su peor pesadilla no es la crítica sino pasar a ser intrascendentes, que nadie se acuerde de ellos ni les mencionen, ser irrelevantes. El infierno para estos expresidentes es un lugar en el que nadie les recibe en el aeropuerto, sus caravanas ya no tienen seguidores e incluso ya no hay manifestaciones en su contra. Los villanos como Voldermort no llevan a cabo sus planes maquiavélicos para ser amados por todos: lo hacen para trascender, mostrando su poder y significancia. ¿Cuántos dictadores históricos y actuales son universalmente amados? Si no puedes ser un famoso querido por todos, ser reconocido por tu infamia es mejor que no ser nadie. Los psicólogos conocemos que incluso los niños cuando quieren más atención y no lo logran conseguir, pueden portarse mal para que les castiguen porque de esa forma, al menos, ya no están siendo ignorados.
Hay investigaciones científicas que sustentan esta idea. Los resultados de un estudio de neurociencia mostraron que las áreas del cerebro encargadas de procesar dolor social (la ínsula anterior y la cingulada anterior) estaban más activas en personas con mayor narcisismo cuando se les ignoraba y excluía de un juego. Asimismo hay muchos estudios en psicología que señalan que los narcisistas experimentan más emociones negativas y agresividad cuando se les excluye socialmente. Esto indica que entre más narcisista es una persona tendrá mayor sensibilidad y experimentará más dolor al ser ignorada y excluida.
Si el paraíso de un narcisista es ser una eminencia, su infierno es ser insignificante. Por esta razón el mejor castigo para los ex presidentes narcisistas es que dejemos de escribir de ellos, que queden olvidados. Como habrán notado no he mencionado ningún expresidente específicamente con el propósito de no alimentar su ego al mencionarlo directamente.
Ana Francisca Trueba es académica

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