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miércoles, 11 de octubre de 2017

La selección se jodió cuando la política ganó en el Atahualpa

  en La Info  por 
¿Cuando se jodió la selección? ¿Quién lo hizo? Estas preguntas quedará flotando en el ambiente al menos por un buen tiempo, luego de que la participación ecuatoriana en las eliminatorias para el mundial en Rusia terminó. Ecuador, a estas alturas, apenas si puede aspirar a pasar a la historia si deja a Argentina y a Messi fuera del mundial.
Sobre qué o quién jodió a la selección pueden haber muchas tesis. Pero si hay algo cierto en esto es que Ecuador salió de la zona de clasificación el día en que la política le ganó al fútbol.  Eso ocurrió el 28 de marzo del 2017 cuando la selección colombiana ganó 2 – 0 a la ecuatoriana en el estadio Atahualpa, en medio de un inmenso y estridente operativo político concebido por el gobierno de Rafael Correa para neutralizar los gritos de repudio que en aquel entonces se lanzaba en contra del entonces Presidente. Ese día, tras la derrota y los incidentes en los graderíos, Ecuador cayó al sexto puesto en la tabla de posiciones y abandonó para siempre la zona de clasificación.
Ese fue un día de vergüenza e indignidad para el correísmo y la FEF y nadie ha hecho absolutamente nada para pasar la factura a los responsables.
Antes de que el partido arrancara, lo que realmente ocupaba las mentes de los dirigentes era cómo se iba a dar gusto al entonces presidente Rafael Correa para que el estadio no se convirtiera, una vez más, en el escenario del repudio que sectores de la sociedad sentían hacía él y que expresaban en un grito: “¡fuera Correa, fuera!”; un grito que se había escuchado en partidos anteriores de la selección. Para evitar que ese día, cercano ya a la primera vuelta electoral, se escuchara aquel grito, el gobierno de Correa, en coordinación con la Federación Ecuatoriana de Fútbol, articuló un operativo en el cual al menos 4 mil personas entraron con boletos comprados por el Gobierno. Como existe una prohibición internacional para que las vuvuzelas ingresen a los estadios por el ruido ensordecedor y perturbador que causan, el gobierno y la FEF organizaron todo para que esos instrumentos estuvieran dentro del estadio antes del partido. Quienes ingresaban, con las entradas regaladas por el Gobierno, tomaban sus vuvuzelas y se colocaban en los graderíos con una orden: hacerlas sonar cuando alguien empezaba a gritar “¡Fuera Correa, fuera!”.  Y así ocurrió, a tal punto que el ruido se podía escuchar a manzanas de distancia del Atahualpa. Nunca ningún aficionado había visto algo así. Cientos de funcionarios públicos que participaron en el operativo se habían organizado antes en el Ministerio del Deporte, a pocas cuadras del estadio, desde donde llegaron con la consigna de hacer bulla y evitar que se afecte el nombre del Presidente.  
La estrategia para ahogar el grito de repudio a Correa incluyó el uso de música en los parlantes del estadio, cosa que no solamente está prohibido sino que demuestra que la Federación Ecuatoriana de Fútbol estaba directamente involucrada en el operativo. Un periodista deportivo calculó en 125 el número de agentes de la Senain que estuvieron en el sitio acomodante a los “invitados” del Gobierno.
Luego vinieron los insultos y los ataques a Guillermo Lasso, presente en los graderíos, que en esos días era el candidato que iba a disputar a Lenín Moreno, en la segunda vuelta, la Presidencia de la República. Lasso fue agredido a tal punto que tuvo que salir del estadio escoltado por la policía que evitó que cientos de los “invitados” por el gobierno lo golpeen a él y a su esposa que lo acompañaba. “Si no hubiera estado la policía -dijo Lasso a 4Pelagatos- nos hubieran masacrado”. 
El operativo sin duda hizo que los jugadores ecuatorianos pierdan lo que es clave para un equipo que juega de local: la sintonía de ánimo con sus hinchas. Cuando ese vínculo emocional entre hincha y jugador se rompe o se apaga, en este caso porque los graderíos estaban más ocupados en la política, las ventajas de jugar como local se desactivan. Ese día, los jugadores de la selección ecuatoriana jugaron con una hinchada ausente que estaba en los graderíos mucho más pendiente de los incidentes relacionados con el tema electoral y político que en lo que ocurría en la cancha. Eso que llaman apoyo se diluyó en la estridencia de las vuvuzelas. ¿Ese día se jodió la selección? En las especulaciones que se hacen sobre los resultados en el fútbol es imposible llegar a conclusiones categóricas, pero es innegable que aquel 28 de marzo la mente de los aficionados que habían ido al estadio no estaba conectada con lo que estaban haciendo los jugadores a los que supuestamente iban a apoyar.  También es innegable que aquel día, la dirigencia tenía cosas mucho más importantes que atender  que las prioridades de la selección y sus jugadores. Muchos de ellos, incluso, llegaron al partido molestos porque no habían podido disponer de las invitaciones a palco que normalmente entregan a amigos y parientes. Y el ruido los desconcentró.
Han pasado más de seis meses desde aquel episodio y, a pesar de todas las evidencias que saltaron en aquel entonces y en los días posteriores, ninguna autoridad ha movido un solo dedo para hacer las investigaciones que el tema amerita. La Fiscalía dijo en aquel entonces que había iniciado una investigación pero en realidad no ha hecho nada.  Un empleado de la empresa que vendía las entradas dijo públicamente que una entidad vinculada con el Gobierno había comprado una cantidad alarmante de boletos y nadie hizo nada para esclarecer ese tema. Un cheque por 292 mil dólares entregó esos días el Banco del Pacífico, administrado por el Gobierno, a la Federación Ecuatoriana y hasta ahora no se sabe con exactitud con qué fines lo hizo.  ¿Si la introducción de las vuvuzelas al escenario deportivo está prohibida cómo es que nadie investigó cómo entraron?  Ni siquiera hubo quién tratara de establecer nombres de autores y cómplices de las agresiones al candidato Lasso.
La impunidad y falta de investigación que siguió a los hechos ocurridos ese día, es tan solo una evidencia más sobre cómo la institucionalidad del Ecuador ha terminado secuestrada por los intereses partidistas y personales del caudillo. El 28 de marzo la selección perdió sin que se le diera al menos la posibilidad a sus jugadores de estar en la cancha en sintonía con sus hinchas. Cuando la política le ganó al fútbol, se jodió la selección.

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